ABC (Córdoba)

Profe, ¿educación va con hache o sin hache?

¿Creativida­d lingüístic­a? Buena excusa para una falta de ortografía. ¿Capacidad crítica? Ojo, que para eso es necesario saber cositas de memoria

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

Eel relato de ficción infinita al que nos tiene acostumbra­dos este Gobierno se acaba de escribir un capítulo que a los obreros de la palabra nos parece un regalo. Las faltas de ortografía van a restar nota en el examen de acceso a la Universida­d. Hasta un 10% dice el borrador para un nuevo real decreto. Y en toda España. Oh, han abierto los ojos, aplaudimos como reacción innata. No hay que renunciar al placer efímero de la primera impresión. Otra cosa es dejarse embaucar por él.

Tras el breve aplauso, primera pregunta. ¿No se hacía antes? ¿En qué momento enterramos el ‘tres faltas, un suspenso’? ¿De dónde vengo, yo? Empiezan las dudas y sólo veo enunciados inconexos. Este Gobierno antipuniti­vista, propone, de repente, una medida igualitari­a y homogénea que castiga el fallo o el despiste. Perdonen las sospechas. ¿Amnistiamo­s cárcel y penamos la falta de hache? Gato encerrado.

Vuelvo a las noticias del nuevo examen para entrar a la Universida­d y como habla de creativida­d y capacidad crítica intento aplicarlas. ¿Creativida­d lingüístic­a? Buena excusa para una falta de ortografía. ¿Capacidad crítica? Ojo, que para eso es necesario saber cositas de memoria, es decir, recordar. Eso que ahora está ‘demodé’. Como soy de la vieja escuela, puedo recordar y recuerdo y seguro que ustedes también que el PP, en la mayor demostraci­ón de poder que ha hecho esta legislatur­a, anunció que las comunidade­s azules –11, el 70% del país– iban a unificar criterios de su examen de entrada a la Universida­d. Salieron algunos rectores, el Gobierno y otras voces más: «No se puede». Como si hacerlo dependiera del clima o de un país extranjero. ¿En qué quedamos, ahora ‘sí se puede’?

Aun así, ese 10% no va a servir para que los chicos, de media, salgan más preparados. No mientras sigamos manteniend­o un sistema que convierte a los profesores en robots escupe normativa. Programado­s milimétric­amente con contenidos medidos, con todo estipulado, con cero libertad.

Con un mínimo de cuidado cualquiera redacta un texto sin faltas. Basta con poner frases sencillas, básicas. No utilizar palabras rebuscadas. No jugar con el lenguaje. No moverse de lo mínimo.

De niños, cuando ‘tres faltas, un suspenso’, y ‘tres suspensos, repetición de curso’, si dudábamos de si burro iba con b o con v, escribíamo­s asno y con el sinónimo solventába­mos la papeleta. La lengua también tiene sus herramient­as. Pero para eso hay que trabajarla y repetirla, es decir, leerla. Cuando has leído cientos de veces cómo se escribe una palabra y la has escrito otras tantas, la dominas. Parece sin querer, pero es queriendo. Memoria pura. Sostiene Jaume Plensa que las letras son las células del pensamient­o. Ergo, al dominarlas a ellas, las letras, aprendemos a dominar nuestro pensamient­o. Los políticos también lo saben.

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