ABC (Córdoba)

«El Papa imagina una Iglesia pequeña, pero más sana y pura»

En el libro ‘Vida. Mi historia a través de la Historia’, Francisco comparte sus memorias más íntimas

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA MADRID

En el libro, que hoy sale a la venta, el Papa Francisco –de la mano de Fabio Marchese– rememora su vida a través de los acontecimi­entos que han marcado la historia de la humanidad en los últimos ochenta años, desde los ‘flashes’ de sus recuerdos del inicio de la II Guerra Mundial, cuando todavía no tenía ni tres años, a la pandemia del Covid 19. El periodista italiano, y amigo personal del Papa, Fabio Marchese, explica a ABC los pormenores de esta autobiogra­fía.

— Juan Pablo II apenas hizo una entrevista y Benedicto XVI fue algo más prolífico, pero con aparicione­s que distanciab­a años. Sorprende ahora un Papa con entrevista­s casi semanales. ¿Es positiva esta exposición pública para la figura del Papado?

—Creo que esto responde al cambio de los hábitos de la gente, de los fieles, a esa sociedad líquida en la que vivimos. ¿Quién hubiera imaginado que un Papa como Ratzinger fuera el primero en estar en Twitter? Entonces se hizo el razonamien­to de que buena parte de la gente está en las redes sociales y es bueno que el Papa también esté. Detrás está la idea de que hay que estar al paso de este tiempo, la Iglesia está en el mundo. Y eso encaja muy bien con el carácter de Francisco, muy abierto, con necesidad de hablar con la gente. Quizás se ha dado cuenta de que para llegar a la gente también hay que comunicar en modos que antes no se habían ejecutado.

—¿Cuál es la confesión más íntima que hace en el libro?

—Una cosa que no esperaba, que cuando vio las imágenes de la caída del muro de Berlín y todas esas familias que se abrazaban, le vino a la mente la imagen de su familia materna, que no pasaba por una situación muy feliz. Vivían episodios de enemistad, entre primos y hermanos, que le habían hecho sufrir mucho. No esperaba que me contara algo tan personal.

—Me llama la atención la relación que tiene con su familia, que parece poco afectiva. Habla de sus padres, pero tienen mucho trabajo. El mejor recuerdo es para su abuela, con la que pasa casi todo el tiempo. En esa idea de familia católica, me faltan los padres…

—Quizás no ha querido contarlo todo.

Obviamente hay momentos de la vida que él cuenta, cómo el tiempo que pasaba con la abuela, que también lo llevaba a misa. Pero también que iban al fútbol, los juegos de cartas en familia, que ayudaban a la mamá a cocinar. El papá que traía el trabajo a casa. Hay muchas imágenes. Algunos han escrito que el Papa ya no tiene casi relación con sus familiares y yo le pregunté por eso. Él me contestó que seguía manteniend­o contacto con llamadas, con emails. Le pregunté ¿también con videollama­das? Pero me reveló que no es muy bueno con la tecnología y prefiere medios más tradiciona­les. Creo que hay un gran apego a la familia, aunque, quizás para protegerla, prefiere mantenerla reservada.

—Habla de muchos acontecimi­entos históricos y aunque destina un capítulo al golpe de estado de Videla en Argentina, sorprende que apenas cite otras cuestiones sobre su país, como el peronismo, o los años del kirchneris­mo. ¿Cómo es la relación Argentina, al que no ha vuelto como Papa?

—Por lo que él dice, yo entiendo que sí quiere visitar el país. Dice que hay necesidad de pacificaci­ón, que hay una gran pobreza, quizás aún peor que cuando él se fue. Sé que en su corazón está el deseo de ir, pero depende de sus condicione­s físicas para enfrentar un viaje tan largo. Él dice que el deseo está, aunque quizás no se podrá… El Señor lo sabrá. Dios decidirá por mí.

Pero creo que, de todos modos, el país permanece en su corazón. Y esto yo lo he entendido cuando él habla de su estancia en Alemania que coincide cuando Argentina gana el mundial de 1986. Él dice ‘quise celebrarlo, pero me sentí solo’. ¿Por qué? Porque no estaba en casa. Eso me ha hecho entender que hay un amor hacia su país.

—En el último capítulo del libro, ‘Una historia aún por escribir’, el Papa imagina una Iglesia del futuro. ¿Cómo será esa Iglesia después de Francisco?

—Él está convencido de lo que decía Ratzinger en los años después del Concilio. La Iglesia del futuro será una Iglesia más pequeña, más particular, más popular. Una Iglesia segurament­e no tan rica como ahora, dice él. Porque hay un problema, según el Papa, que la Iglesia se ha convertido, en algunos casos, en una Iglesia viciada. Y además está el clericalis­mo, una plaga que lo arruina todo. Desde ahí, el Papa está haciendo un trabajo para superar ese clericalis­mo. Yo le he preguntado precisamen­te qué Iglesia imagina para el futuro. Y ahí responde con esa imagen: una Iglesia más pequeña –que no significa que esté en crisis– pero segurament­e sana, pura, limpia.

—Y, ¿cómo imagina a su sucesor? Alguna vez ha hablado de Juan XXIV. ¿Hay que entender esto como una instrucció­n para un futuro cónclave?

—De esto no hemos hablado. Aunque él sí ha hecho bromas, a menudo, en el pasado. Citas lo de Juan XXIV, pero lo ha hecho solo para decir, ‘no soy el último Papa, habrá alguien después de mí que continúe’. Ocurre con el tema del celibato. Él sostiene que de momento está bien así y que, con su sucesor, quizás sea de otra forma.

—¿Y cómo podrías definir la personalid­ad del Papa después de este trabajo íntimo que has realizado con él?

—Pienso que es una persona fundamenta­lmente muy buena. Le han dicho de todo, le han hecho de todo, y siempre ha perdonado. Y además es una persona muy sencilla. Sí, es el Papa, pero al mismo tiempo cohabita en esta figura una gran simplicida­d humana, la persona Jorge Bergoglio que ha permanecid­o siendo quien era.

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// HARPER COLLINS Fabio Marchese junto al Papa Francisco, en la presentaci­ón de la versión inglesa del libro

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