El ‘corazón furtivo’ de Josep Pla
Xavier Pla publica la biografía definitiva sobre el autor del ‘Quadern gris’ y tira del hilo de los ‘ocho amores’ del autor catalán
Josep Pla escribió su última cuartilla poco antes de morir el 23 de abril de 1981, fiesta de Sant Jordi: «Me llamo Josep Pla Casadevall. Nací en Palafrugell (Empordà Petit) el 8 de marzo de 1897…». Esa obsesión por las señas de identidad culmina una vida entreverada en más de treinta mil páginas: «Al escoger la literatura del yo, escribiendo dietarios, recuerdos personales, memorias, retratos biográficos y crónicas, encontró la manera perfecta de preservar la parte más íntima de su corazón furtivo», advierte Xavier Pla. Este catedrático de Literatura y director de la Cátedra Josep Pla comparte apellido con el autor de ‘El quadern gris’ (El cuaderno gris), aunque no lazos familiares. Si en 1997 puso lema al centenario Pla con «la diabólica manía de escribir», al afrontar la biografía, mil quinientas páginas, optó por titularla ‘Un cor furtiu’ (Destino). La versión castellana, ‘Un corazón furtivo’, verá la luz el 22 de mayo.
El «corazón furtivo» de Pla palpita en toda su obra. El biógrafo lo ausculta en archivos, bibliotecas, una larga nómina de fuentes orales y el epistolario inédito de la Colección Frank Keerl Pla (depositada en el centro documental de la Fundación Josep Pla de Palafrugell) y del Archivo DuranVila de Palamós. La escritura planiana ama la máscara: «Como si necesitase escribir sobre sí mismo porque solo así, escribiéndolo, escribiéndose, era él», apunta. La imagen que conservamos del escritor corresponde a su postrero tramo vital. Hemos vuelto al Mas de Llofriu donde Xavier Pla presenta la biografía del hombre de la bata y la boina que soporta el frío arrimado al fuego.
Pla escribía sobre esa mesa redonda. Tintero y pluma, cuartillas, tabaco Ideales, cafetera y botella de whisky Johnny Walker. Se lo dijo a Joaquín Soler-Serrano en aquella memorable entrevista: «La vejez es un proceso de enfriamiento». Le aseguró que la mujer «es el ser antirromántico por excelencia» y que él no había conocido el amor: «Responde con ingenio y reflexión, siempre irónico y un poco sentimental, siempre provocador y de una gran timidez, expresándose en un tono pretendidamente menor, que subraya todavía más su falsa modestia», observa su biógrafo.
Amores documentados
Presunta soltería que enmascara ocho amores documentados: Mercedes, Rosetta, Aly, Adi, Aurora, Lilian, Consuelo, Luz… El biógrafo tira del hilo. Destaquemos las relaciones fundamentales: aceleraron el corazón furtivo de
Pla, aunque no les dedicara una página, solo alguna cita con iniciales. Aly Herscovitz era una judía que conoció en el Berlín de 1923. Se prostituía para sobrevivir; en palabras de Pla, con «una cierta generosidad sensual más o menos discreta». Murió en Auschwitz. Desde 1926 y hasta 1969 no volvió a mencionarla en sus ‘Notas dispersas’. La culta y políglota Adi Enberg venía de familia de diplomáticos daneses. Acompañó a Pla en los convulsos años republicanos y la guerra civil.
A Aurora Perea la conoció en un prostíbulo de Sant Feliu de Guíxols, año 1940. Mantuvieron la relación hasta 1948, cuando ella emigró a Buenos Aires. Pla quiso volver a verla y lo hizo en los años sesenta embarcándose en un petrolero. Aurora protagoniza como A. la imaginación erótica de lo que el escritor llamaba «retour d’age’». Consuelo Robles, analfabeta y de origen gitano, se ganaba la vida en los mercados y haciendo faenas. Vivió con ella de 1949 a 1958. A diferencia de Adi, que compartía con Pla política, libros y artículos, Aurora y Consuelo le reprochaban el tiempo que dedicaba a la escritura y un alcoholismo que afectaría su potencia sexual. Con ambas mujeres, más jóvenes que él, Pla entiende que «está viviendo su última gran relación sentimental y necesita absorber toda la energía vital de su pareja», observa su biógrafo.
El escritor no establece diferencias entre literatura y periodismo. El periodismo, «tal como él lo practica, es una rama de la literatura», apunta Xavier Pla. Un oficio «sanguinario» y disperso: «Poco a poco, Pla cristaliza su propósito literario de lucha por la memoria más allá de su actividad de periodista», añade. Eso explica que alguna novela se integre años después en su ‘Obra Completa’ cual texto de no ficción. La escritura como ‘pachtwork’. «Construir libros», lo llama Pla: «Todo lo que he escrito hasta ahora y lo que más adelante habré de escribir no son más que fragmentos para unas posibles memorias de mi vida». Un proyecto sostenido por la grafomanía: arranca en los años veinte y concluye en la hora redonda de la muerte.
En sus primeras crónicas parisinas, Pla marca la diferencia y el público lo agradece: «Escribe en una primera persona muy expresiva que aporta autenticidad a los textos, porque busca persuadir al lector desde la primera línea, se basa en vivencias personales y anécdotas vividas o leídas, aunque a veces la exactitud objetiva decaiga en favor de la amenidad», subraya Xavier Pla.
Ser un corazón furtivo depara episodios vitales que pueden llevar a equívocos que el biógrafo intenta descifrar. Cuando Pla debuta en la corresponsalía de ‘La Publicidad’ en París, año 1920, se le acusa de plagiar la prensa francesa. El ampurdanés se defiende: el plagio recorre toda la literatura desde los clásicos. El problema de la literatura catalana de su tiempo «es que no se encuentra un fragmento digno de ser plagiado», ironiza. Siempre volverá sobre el asunto: «Sepa el lector que si no he plagiado es más porque no he podido que porque no haya tenido ganas».
El fascismo huele mal
Pla juega al nacionalismo independentista, pero la fiebre dura poco. El fascismo huele mal, anota en sus crónicas italianas de ‘La Publicidad’ y ‘El Sol’: «Llevan la suciedad de quien ha hecho un golpe de Estado». Asegura haber presenciado la Marcha sobre Roma. Su biógrafo lo duda: «Si realmente estuvo, fue por pocas horas y no publicó nunca nada».
En 1928 Pla se pasa a ‘La Veu de Catalunya’, cabecera de la Lliga, catalanismo conservador que nunca abandonará. Biografía a Cambó y se traslada a Madrid. Observa la República con cautela y reticencia, acota el biógrafo. En Madrid conoce a tres americanos: Robert C. Ruark, Rex Smith y… Ernest Hemingway. Comparten alcoholes, admiran a Baroja y coinciden en la «esterilidad crematística» de la literatura. El antirrepublicanismo de Pla se acentúa. En 1936 le conduce al bando nacional tras huir de las amenazas de muerte en su Palafrugell natal. Al escritor, pequeño propietario rural, le paraliza el miedo, explica su biógrafo: «El miedo le lleva al egoísmo. Las amenazas de muerte, que son reales, lo desconciertan. Le ciegan».
La izquierda y el nacionalismo no se lo perdonarán. La inquina pervivirá
hasta los años setenta: Òmnium Cultural niega a Pla el premio de Honor de las Letras Catalanas. Si cuando pasó a la Lliga le tacharon de «plaga», «malabarista» o «cantamañanas», a partir de la guerra será «botifler, desertor, renegado, cínico, indigno, payaso, sinvergüenza, colaboracionista y espía de Franco». Lo último, por su trabajo con Adi Enberg en el SIFNE, los servicios de información franquistas de Josep Bertran i Musitu, hombre de Cambó. En aquellos dosieres su biógrafo no constata «el resultado de una tarea de espionaje».
Del bombín a la boina
El corazón furtivo de Pla tampoco palpita con fuerza con los vencedores. Uno de sus censores lamenta «el poco calor que el autor pone en cuanto se relaciona con la causa nacional». Sus mentores y amigos van muriendo. Se fue Alexandre Plana, el hombre que le ayudó a ser escritor; L’Hermós, pescador analfabeto y sabio; Jaume Vicens Vives, la Cataluña sin victimismo; Josep Maria Cruzet, primer editor de su ‘Obra Completa’; Aurora o su erotismo epistolar…
Con ‘El quadern gris’ de 1966, a punto de cruzar la setentena, el hombre que cambió el bombín por la boina completa el círculo: «Si llego a ser alguna cosa, soy notoriamente un modesto escritor de memorias. A todos mis libros les falta unidad». Materiales, retratos y paisajes que «cuando sea viejo recogeré y ordenaré en forma de memorias…».
Se llama Josep Pla Casadevall. Nació en Palafrugell el 8 de marzo de 1897 y murió el 23 de abril de 1981. El más grande prosista de la literatura catalana del siglo XX. Un corazón furtivo.
«Todo lo que he escrito y habré de escribir no son más que fragmentos para unas posibles memorias de mi vida»