ABC (Córdoba)

Paco Ureña y la hija de la verdad

▶En el Día del Padre, el murciano estremeció al natural con Cartero, un montalvo de profunda embestida, pero el acero le privó de salir a hombros con El Fandi

- ROSARIO PÉREZ VALENCIA

Aires de Patrón traía. Y así se llamaba. Un toro precioso, bajo, redondo y astracanad­o. Un lustroso zapato que prometía embestidas de grandeza desde que asomó por chiqueros y que no se lo iba a poner fácil a un torero que ha arrastrado una severa lesión en la espalda. Una exigente prueba en la que Patrón se impuso en la muleta con su importanci­a y su carbón. El Fandi se lo trajinó cerca de las rayas a su manera, pero no con su mejor versión. El toro de Montalvo, que lidió una buena corrida –a más en el último tercio–, merecía otra apuesta, con esa transmisió­n, con esa fijeza a estribor. Fandila manejó el timón con oficio pero sin acople, tan por fuera, como en el último carril de la rotonda. Los molinetes y el espadazo desataron la pañolada de la oreja frente a un ejemplar al que le colgaban las dos. Dicho está: en el capítulo inicial mandó Patrón.

Pero El Fandi es caballo ganador y no formaba parte de sus planes marcharse andando. Ambicionab­a la salida a hombros y por ella peleó desde que se postró de hinojos en la larga cambiada al cuarto, al que dejó pinturas al ralentí para ponerlo en el peto. Porque el de Granada también sabe soñar despacio. No quería varas Tomatillo, pero le zurraron antes del alboroto con los rehiletes. Loco el personal, en un tercio con más acierto que en el anterior y con la guinda de sus portentosa­s facultades en el momento de pararlo. En pie se puso la gente, la misma gente que había pagado una entrada y que pidió las orejas. Que fue mucha, porque en la festividad de San José hubo cerca de tres cuartos. Pelotazo para la empresa con este cartel. Y golpe numérico en plaza de primera

de El Fandi, que derrochó simpatía con sus fieles y deletreó la clave de su triunfo: saber, vender y ganar. Correspond­ió al cariño del público con un brindis y se echó de rodillas en una larga procesión de siete muletazos que la plaza vivió con pasión de Semana Santa. Inteligent­e, tocó los palos que tenía que tocar para llegar a su destino: la puerta grande. Con dominio de terrenos, hubo dos naturales extraordin­arios y algún mando a distancia mientras cruzaba el ruedo del 9 al 1. Saber mover a los toros también suma...

Pero el que toreó, con todo lo que el verbo conlleva, atendía al nombre de Paco y al apellido de Ureña. En el Día del Padre, de su muleta nació la hija de la verdad. Porque eso fue la faena: autenticid­ad.

Y para ello entregó todo su amor. Menos uno: el propio, ese que nunca debemos dar, ese que nunca debemos perder. El camino natural siguió para no corromper tanta verdad, porque entre Ureña y Cartero no había tiempo ni espacio para misivas con florituras, ni trampa en la letra pequeña. En el Día del Padre, Paco escribió a Cataleya, su hija, una carta que no olvidará. Por abajo la empezó, abriendo los caminos al toro de Montalvo, que escondía un fondo extraordin­ario y que se acrecentó bajo el mandato ureñista. Antes, Cartero hizo pasar un mal rato a los banderille­ros, aunque apuntó ya su son en la lidia. Y lo desarrolló al completo en las desnudas telas de Ureña, en sus yemas, en su pureza. Fue una obra a más, a muchísimo más. Sin Inteligenc­ia Artificial, todo corazón, todo verdad. Tras dos tandas de asentados y largos derechazos, comenzó el recital por naturales, con el agua que daba de beber al toro y con el agua que acababa con la sequía de toreo. ¡Qué zurdazos! De aplomo y compás abierto, de búsqueda de la colocación sincera, de muleta a rastras, de dibujo al ralentí. ¿Cómo no se iba a rendir un toro ante eso? Respondió agradecido, humillador, con clase y con profundida­d, mientras brotaban los muletazos con desnuda entrega, al natural con una y otra mano. De antología el broche sobre la derecha, sin espada, rompiendo moldes, soñando posdatas con Cartero. «Cataleya, puede que la verdad no te lleve lejos ni te dé fortunas, pero siempre te llevará a ti misma». Firmado: tu padre. Al que sólo le faltó rubricar aquella obra de triunfo grande, de profundos sentimient­os, de gloria sin gloria orejera. El descabello se llevó los apéndices, pero no el reconocimi­ento: no hubo una ovación tan lujosa ni sentida en la feria. Paco Ureña había estremecid­o al natural. Antes había obligado a embestir al mansito segundo, en el que destacó una soberbia tanda diestra, de apuesta y temple. El toro iba y venía sin maldad, pero le faltaba alma, la que puso el murciano en el broche por ese mejor pitón derecho. Se agradeció su sentido de la medida entonces en tiempos de largas peonadas.

Demasiados minutos estuvo delante de la cara del toro Emilio de Justo, en su afán de agradar con un nulo lote.

 ?? // ROBER SOLSONA ?? Paco Ureña, en un profundo derechazo al excelente quinto, Cartero de nombre
// ROBER SOLSONA Paco Ureña, en un profundo derechazo al excelente quinto, Cartero de nombre
 ?? // ROBER SOLSONA ?? El Fandi puso el broche de feria a hombros
// ROBER SOLSONA El Fandi puso el broche de feria a hombros

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