Mejor llama a un politólogo
Ya desacreditado, el tertuliano de cuota tiene su propio VAR
PEGADA a la residencia presidencial de Felipe González, que se la quitó de en medio y de al lado para mandarla a Somosaguas, a tomar por culo, dijo, la vieja Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense dejaba a las ‘herriko tabernas’ a la altura de Casa Pepe, en Despeñaperros. Tras cruzar las marquesinas ovaladas de Fisac, la arquitectura escalonada el edificio proporcionaba al alumno la sensación de adentrarse, entre pintadas proetarras y pancartas prerrevolucionarias, en el nido de la serpiente. De allí no podía salir nada bueno. La Infanta Cristina, con la que alguna vez nos cruzamos, bien escoltada, salió licenciada.
Autoinfligido, como el que se infecta con esa variedad de sarna que no pica, el progresivo descrédito del tertuliano de cuota y secta ha terminado por popularizar en la pantalla, especialmente en la cadena pública, también en la emisora privada que le sirve de guía y teleprograma, la figura del politólogo, que viene ser a los prosélitos lo que el VAR a los árbitros tradicionales, con un grado superior –universitario– de presunta imparcialidad y asepsia académica. Visto lo del VAR en el fútbol, puede uno hacerse una idea de cómo iba a acabar todo esto del politólogo de guardia, por lo de guardián de las esencias neutrales. No solo están ya en las tertulias, sino que aparecen en los telediarios.
«Los politólogos avisan», dice la voz en ‘off’ de un informativo de La 1, acogiéndose a sagrado. Y va y sale Cristina Monge, el VAR de la verdad, verdad de la buena, la realidad que diría Sánchez. No veas. Politóloga. Nada menos. Habrá que hacerle caso. La titulada Monge imparte doctrina en TVE justo unos días después de formar parte del tribunal popular conocido como Comisión Ciudadana de la Verdad –en las Residencias de Madrid, de apellido de soltera–, atrocidad justiciera que en los estudios superiores de Ciencias Políticas debe de formar parte de alguna nueva asignatura relacionada con la democracia real, la superación del ‘statu quo’ judicial, la llegada de un tiempo nuevo de condenas sumarísimas y, para los que vayan a por nota, la racionalización del dogma. Politóloga. No veas.