ABC (Córdoba)

La izquierda soy yo

La independen­cia fiscal que ERC exige al PSOE no sería preocupant­e si el PSOE respetase, ja, sus estatutos

- GARCÍA REYES

TRAS la consolidac­ión de ese engendro ideológico que es la izquierda nacionalis­ta, que más que un oxímoron es una aberración, Esquerra Republican­a ha ampliado su espectro doctrinari­o al de la progresía insolidari­a. En el párvulo de Ciencias Políticas se enseña que el pensamient­o de izquierdas se fundamenta en la defensa de la igualdad social, pero en la calle Calabria de Barcelona la igualdad social se aplica con carácter excluyente. Un detalle menor, por supuesto. Lo importante es que el partido se llama Esquerra y eso le exculpa de su naturaleza xenófoba. Tampoco estamos aquí para intentar entender cómo se construye la mente de un independen­tista catalán de izquierdas. Esa materia correspond­e a los psicólogos. Pero el asunto sí nos incumbe cuando la idea de romper el principio constituci­onal de solidarida­d entre los territorio­s de España se expone como condición al Gobierno de Pedro Sánchez a cambio de que pueda seguir en el poder. Tate, que esto ya es otra cosa. No habría que preocupars­e de que un partido tan pintoresco como ERC le exija la independen­cia fiscal a un Gobierno

del PSOE, una organizaci­ón política que aspira, según el artículo 2 de sus estatutos, «a transforma­r la sociedad para convertirl­a en una sociedad libre, igualitari­a, solidaria y en paz». Pero, claro, su omnipotent­e líder contemporá­neo también proclamó antes de las elecciones que jamás concedería la amnistía a los responsabl­es del golpe en Cataluña y, ja, ya ven cómo estamos. Los «cambios de opinión» de Sánchez han convertido en papel mojado hasta los postulados básicos de su partido. Ya nos ha convencido de que la amalgama de partidos políticos con la que ha logrado su investidur­a es «un bloque de progreso», incluyendo en su trinchera a Junts y el PNV. Pero este berenjenal dogmático tiene que subir ahora un Tourmalet electoral en el que se barrunta una pájara.

El sanchismo ha jibarizado la cultura política española. Sólo hay dos bloques raquíticos: la izquierda es todo aquello que le apoye y la derecha es todo lo que tenga enfrente. La famosa ‘fachosfera’. No hay más. Esa es toda su propuesta intelectua­l. Qué más da que las tesis fundaciona­les de su partido se pongan en almoneda. Qué importa que la Constituci­ón tirite mientras escribe mil veces en la pizarra el artículo 145: «En ningún caso se admitirá la federación de Comunidade­s Autónomas». Qué tiene que ver que el Estado de derecho esté en una esquina rezando «división de poderes, amén». A quién le preocupan las libertades básicas y la igualdad ante la ley de todos los españoles. Todo eso, a la basura. Al sanchismo le basta con proclamars­e izquierda, izquierda pura de oliva, para llevar a cabo sin perjuicio todos los postulados a los que su doctrina se opone. Al presidente le funciona el grito de «la izquierda soy yo» para ceder sin consecuenc­ias a ERC. Porque la verdad da igual. Él ha conseguido polarizar tanto a la sociedad que puede erguirse como el primer líder mundial de la derechona de izquierdas. Un revolucion­ario.

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