Política con sordina
Acabo de descubrir que hay escenas que se entienden mejor sin sonido. Mucho mejor, dónde va a parar
TREMENDO resfriado me ha salvado, dicen que no hay mal que por bien no venga, por un lado de ir a cenar a la taberna de Pablo Iglesias y, por otro, me ha obligado a quitar la voz a los vídeos que recibía. Para que no me estallara la cabeza. Y acabo de descubrir, gracias a eso tan azaroso de estar aburrida y doliente al mismo tiempo, que hay escenas que se entienden mejor sin sonido. Mucho mejor, dónde va a parar.
El primero de los vídeos fue uno de Elizabeth Duval que me llegó por WhatsApp y que vi la primera vez (no lo supero) con sonido. En él, la activista transexual hablaba, con toniquete de predicador, sobre cosas como «las contribuciones de las enmiendas para la ampliación de la definición de libertad republicana», «la libertad de decidir sobre tener tiempo propio, asumiendo la democratización de la libertad como precondición de la igualdad» o (aquí es ya cuando no aguanté más y quité el sonido) «cuotas para regular las cuotas de militantes de los partidos». Solo faltaba, como punto cuarto, conseguir la supremacía mundial en cinco años (Título del documento: propuesta salvar a Brian). Fue entonces, al silenciar la perorata vacua y engolada, cuando reparé en lo realmente importante: Ernest Urtasun, detrás, no sabía dónde meterse. La miraba, primero, sin dar crédito. Fruncía el ceño después, como concentrándose para entender algo, se acariciaba la barbilla pensando «que no se te note, que se te nota» o «no bosteces, camarada». Acababa el pobre sacando el móvil y, aventuro, tecleando pidiendo auxilio. «Llama y di que es urgente». Enviar. No pude dejar de verlo en bucle (y sin voz). Qué risas, madre.
El segundo fue uno de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, pegando gritos en el Congreso, tal cual si aquello fuera el mercadillo de mi pueblo los sábados por la mañana (bragas baratas llevo) o los Morancos llamando al crío por la ventana (Joshua sube ya p’arriba). Nadie diría, de no saberlo, que era un miembro del Gobierno interviniendo en la Cámara Baja de las Cortes Generales. Por mucho menos he echado yo horas en el pasillo cuando ir al colegio era aprender ríos y cordilleras y conjugar verbos correctamente, y no pasar de curso en curso adquiriendo competencias con perspectiva de género ecosostenible y convencidos de que, si puedes soñarlo, puedes lograrlo.
Ahora no puedo dejar de hacerlo, lo de ver vídeos sin sonido. Es adictivo. Vídeo que recibo, vídeo que silencio. Así he visto ya a Pedro Sánchez y Chiqui Montero haciendo gestos a la bancada contraria mientras en mi cabeza sonaba Ennio Morricone y un «fuera os esperamos, elegid arma y padrino». A Óscar Puente (dos cubatas y esta ronda la pago yo), a Errejón (estaba mirando las galletas y ahora no encuentro a mi madre) y a Sánchez, esta vez solo (baila que ritmo te sobra, baila que bailamé, y acércate un poquito Salomé). Qué triste que la política nacional sea hoy mejor, para la salud, con sordina.