Sergio Ramírez: «Salí indemne de la política; no se me pegó nada»
El premio Cervantes conversó con Carlos Aganzo en el Aula de Cultura ABC
«La gran aventura de la literatura es la exploración del género humano, la suplantación del otro»
«Cervantes es lo que dice Rubén Darío en su soneto: él es la vida y la naturaleza»
Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) llegó al Aula de Cultura ABC y empezó hablando de la literatura y la política, dos mundos que el autor ha habitado intensamente. «Aquí el orden de los factores sí altera el producto. Si uno es un político que se mete en la literatura no sobrevivirá como escritor. Yo llegué a la política desde la escritura. Nunca me convertí en político profesional. Cuando pasó este tiempo, pude salir indemne de la política: no se me había pegado nada», aseveró el escritor, en conversación con Carlos Aganzo, director de la Fundación Vocento. ¿Terminó mal? «Mi aventura política no terminó bien, porque las terceras vías fracasan estrepitosamente –dijo, sonriendo–. A un político real una derrota no lo amilana. Se sacude, vuelve a insistir y vuelve a insistir. Pero yo no tenía ese interés. Mi gran nostalgia era regresar a la literatura. El oficio deseado de mi vida: solo escribir».
Aganzo sacó el tema de la relación entre ficción y realidad, entre vida y literatura. «La aspiración de un escritor es incidir en la vida de quien lee: abrirle ventanas, darle paisajes», sentenció Ramírez, que continuó: «La mejor forma de reflejar la realidad es a través de la ficción. La realidad siempre es muy subjetiva y no hay nada más subjetivo que la novela». Respecto a la novela como herramienta para el mensaje, alertó: «Nunca he creído en la novela didáctica. Eso no sirve para nada. La verdadera novela es la que hace que el lector se haga preguntas».
Gente corriente
Ramírez se reveló como defensor de la gente corriente en la literatura: «A mí siempre me ha interesado en la literatura lo que Chéjov llamaba los pequeños seres: la gente común, humilde, sencilla, La gente sin nombre que de repente entra una historia porque el destino los ha metido ahí. Esto, en América Latina, está muy ligado al poder, que juega como elemento central en la ficción. La vida de las personas inocentes cambia porque el poder arbitrario las mueve de lugar, las fichas saltan, y hay gente que de repente se encuentra en el exilio, en la cárcel, con su existencia trastocada para siempre». Luego pasó a hablar del ‘Quijote’: «‘El Quijote’ está lleno de estos pequeños seres. De gente que anda por los caminos, soldados, arrieros, aguadores: son ellos los grandes personajes; no los duques, los sirvientes».
«¿Qué le da Cervantes a un novelista?», lanzó Aganzo. «Cervantes es lo que dice Rubén Darío en su soneto: él es la vida y la naturaleza. Cervantes se mete en la humanidad. Él es la humanidad. Por eso sus personajes siguen vivos hoy».
Ramírez defendió la novela como posibilidad de salir de uno mismo: «La gran aventura de la literatura es la exploración del género humano. Los personajes de la novela no salen del aire, se crean por comparación con la realidad. Lo que haces con la imaginación es figurarte que te has podido meter en otra cabeza. Es la maravilla de la escritura, la posibilidad de la suplantación. Para mí uno de los grandes desafíos como escritor ha sido hablar desde la perspectiva de otro». ¿Y dejan algo en su interior los personajes que crea? «Es un camino de ida y vuelta. Si no, no hay suplantación»,
Respecto al cambio de registro que ha hecho de ‘Tongolele no sabía bailar’ (una novela satírica contra la dictadura nicaragüense) a ‘El caballo dorado’ (una historia de cómo el carrusel llegó a Nicaragua) dijo: «Me despojaron de mi nacionalidad, de mi título de abogado. Cuando te pasa eso, lo único que se te ocurre es una escritura de revancha. Yo creo que la escritura cuando se vuelve instrumental deja de tener las virtudes que debe tener. La escritura tiene sus necesidades. Y lo primero que te demanda la escritura es libertad absoluta. Por eso quise salirme del marco de la dictadura».