Política de ‘Sálvame’
Hasta hemos metido a los consortes, o las consortes, en el ‘show’ escalofriante
Lo que recupera el paisanaje de la política en curso es un dúo de figuras infinitas de la esencia nacional: el pícaro, y el palabrón. El pícaro, o algo similar, va desde Koldo al novio de Ayuso, y el palabrón viene a ser cualquier político que funcione en la trifulca dominguera, que ya son todos, durante la semana completa. Empieza a dar un poco de tedio, que es como decir un poco de asco, el pobre pugilato que se traen estas gentes aquí y allá, un triste pugilato que sobrepasa el tópico y también la injuria, porque se piden dimisiones como quien da las buenas tardes y se ríen las gracias dudosas de algunas acuñaciones como «me gusta la fruta», que no es metáfora, ni ripio, ni ocurrencia, ni taco propiamente dicho, con lo que mejor olvidarlo. Pero Patxi López está ahí, por ejemplo, tan sobrado de micro, diciendo «y punto», con énfasis de argumento, y Ayuso coloca su embeleso enojado igual para decir la verdad y lo contrario, y Jordi Turull insiste en que Puigdemont, que es quien manda, siempre ha colocado por delante el interés del país al suyo propio. Bolaños ha logrado el virtuosismo de irritar bajando aún más la voz. Y cito rápido, en fin. Podría lucrar con otros nombres los mismos reproches. Yo, qué quieren que les diga, casi prefiero escuchar a un futbolista. Si el ejercicio de la política va a ir exigiendo estas intendencias de rebajas y estos modales de merendero no sé yo cómo vamos a resucitar en las mocedades la ilusión de consagrar una vida a la cosa pública, tan imprescindible. Yo me esfuerzo en creer que estamos gobernados por gentes que piensan en el vecindario y no en Twitter, pero enseguida veo un telediario y se me hace la noche oscura. Desde que se apagó ‘Sálvame’, la política ha hecho del Congreso un plató, y ahí se han apuntado a la cháchara de indignados, que es un modo de ir dejando la gestión para el trimestre siguiente. Hasta hemos metido a los consortes, o las consortes, en el ‘show’ escalofriante, como se hace en el programa mejor de chismes. Que suele ser el peor.*