ABC (Córdoba)

Política de ‘Sálvame’

Hasta hemos metido a los consortes, o las consortes, en el ‘show’ escalofria­nte

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Lo que recupera el paisanaje de la política en curso es un dúo de figuras infinitas de la esencia nacional: el pícaro, y el palabrón. El pícaro, o algo similar, va desde Koldo al novio de Ayuso, y el palabrón viene a ser cualquier político que funcione en la trifulca dominguera, que ya son todos, durante la semana completa. Empieza a dar un poco de tedio, que es como decir un poco de asco, el pobre pugilato que se traen estas gentes aquí y allá, un triste pugilato que sobrepasa el tópico y también la injuria, porque se piden dimisiones como quien da las buenas tardes y se ríen las gracias dudosas de algunas acuñacione­s como «me gusta la fruta», que no es metáfora, ni ripio, ni ocurrencia, ni taco propiament­e dicho, con lo que mejor olvidarlo. Pero Patxi López está ahí, por ejemplo, tan sobrado de micro, diciendo «y punto», con énfasis de argumento, y Ayuso coloca su embeleso enojado igual para decir la verdad y lo contrario, y Jordi Turull insiste en que Puigdemont, que es quien manda, siempre ha colocado por delante el interés del país al suyo propio. Bolaños ha logrado el virtuosism­o de irritar bajando aún más la voz. Y cito rápido, en fin. Podría lucrar con otros nombres los mismos reproches. Yo, qué quieren que les diga, casi prefiero escuchar a un futbolista. Si el ejercicio de la política va a ir exigiendo estas intendenci­as de rebajas y estos modales de merendero no sé yo cómo vamos a resucitar en las mocedades la ilusión de consagrar una vida a la cosa pública, tan imprescind­ible. Yo me esfuerzo en creer que estamos gobernados por gentes que piensan en el vecindario y no en Twitter, pero enseguida veo un telediario y se me hace la noche oscura. Desde que se apagó ‘Sálvame’, la política ha hecho del Congreso un plató, y ahí se han apuntado a la cháchara de indignados, que es un modo de ir dejando la gestión para el trimestre siguiente. Hasta hemos metido a los consortes, o las consortes, en el ‘show’ escalofria­nte, como se hace en el programa mejor de chismes. Que suele ser el peor.*

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