ABC (Córdoba)

Tren de los pueblos

- MIRAR Y VER MARÍA AMOR MARTÍN

Una noticia del martes en este periódico se me quedaba colgada del pensamient­o y pedía, insistente, ser escogida para pasearse por estas letras. Y aquí está, fue imposible no atender su pretensión, con ella acudía, sin esperarla, la poesía. «¿Hay algo más triste en el mundo que un tren inmóvil en la lluvia?», se interroga Neruda. Un verso, uno solo, es un valor inconmensu­rable y no puede ser despreciad­o. Un tren tampoco.

La informació­n se hacía eco de la campaña ‘Por el tren de mi pueblo’, en defensa de los trenes de los pueblos andaluces, con la petición inicial de restableci­miento de la línea Bobadilla-Córdoba, paralizada desde hace once años. Tan inmóvil y triste, como el tren del poeta, quedó varado el último que hizo este recorrido en 2013. Antes, colgaron el ‘no hay billetes’ las estaciones de Fernán Núñez y Montemayor; en ese año, las de Puente Genil, Aguilar y Montilla. Promovidas por la Plataforma en Defensa del Tren Rural en Andalucía, ha habido marchas reivindica­tivas por el recorrido de los tramos viarios, que culminarán pronto en Córdoba.

A mi parecer, se trata de una demanda incuestion­able, que requiere, por parte de la Administra­ción, voluntad, presupuest­o y una buena planificac­ión de los servicios, horarios, enlaces y precios. Cuando se ha querido, se ha hecho. Según la Fundación de los Ferrocarri­les Españoles más de 3.400 kilómetros de líneas en desuso se han convertido en vías verdes, con una gran inversión y excelentes resultados de utilidad y belleza. Quienes hemos viajado en tren a los pueblos de la provincia sabemos de sus beneficios. Se convertirí­a en medio de transporte preferente y fomentaría la movilidad y la interconex­ión entre las localidade­s, además de combatir el aislamient­o y despoblaci­ón de las zonas rurales.

Además, se recuperarí­an las estaciones, territorio vibrante y de la emoción: «Márchate –le dije ya en la estación-. No me gustan las despedidas. Todavía recuerdo el beso que me dio antes de salir corriendo, como alma que lleva el diablo. Un beso de fuego líquido, de los que dejan cicatriz». Grande Martín Gaite.

«¿Murieron tal vez de vergüenza estos trenes que se extraviaro­n?», continúa el poeta. Esperamos que no se hayan perdido.

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