Tarek William Saab: de ‘poeta de la revolución’ a temido fiscal del régimen
Las órdenes de captura contra nueve personas del equipo de campaña de María Corina Machado fueron emitidas por Tarek William Saab, el fiscal general de Venezuela.
«Desde que he tenido uso de razón, he querido ponerme a prueba en situaciones límites, episodios entre dramáticos y muy duros a la vez». Así comienza la biografía que Saab ha publicado en su página web. Desde que se involucró en la política, Saab se ha definido como un militante de la revolución.
Fruto de una familia de inmigrantes libaneses, nació en Venezuela en 1962. Siendo adolescente participó en el movimiento PRV-Ruptura, liderado por Douglas Bravo, un guerrillero de la izquierda radical. Es abogado, especializado en derechos humanos y derecho penal.
Su nombre comenzó a aparecer en la palestra pública en 1989, cuando sucedió ‘el caracazo’, un estallido social que se inició por el aumento de los precios de gasolina y terminó con saqueos, violencia y casi 300 muertos. Y justo después de esos acontecimientos, Saab conoció, a través de Douglas Bravo, al joven Hugo Chávez.
Pocos años más tarde, Chávez cumplía condena en prisión por haber participado en un intento de golpe de Estado y Saab, como jefe de la oficina de derechos humanos del Concejo Municipal de Caracas, abogó por el indulto que lo condujo a la libertad. Desde entonces, Saab se convirtió en un aliado imprescindible de la revolución bolivariana que impulsaba Chávez.
A partir de la era chavista que se inauguró en 1999, Saab ha ocupado diversos puestos. Fue diputado, miembro del Congreso que reformó la Constitución. Gobernó el estado Anzoátegui y durante sus ocho años de mandato se encargó de promover, mediante conciertos, el rock, una de sus tantas pasiones. También fue Defensor del Pueblo, y desde 2017, se encar
ga de la Fiscalía General, un puesto que antes ostentaba Luisa Ortega Díaz, quien durante muchos años fue útil para el chavismo –llevando a Leopoldo López a la cárcel, por ejemplo– y que luego fue desterrada.
En 2017, cuando eran reprimidas con violencias las protestas antigubernamentales, Yibran Saab, estudiante de derecho de 22 años e hijo mayor de Tarek, le recordó a su padre que él tenía «el poder de poner fin a la injusticia que ha hundido al país» y le pidió que hiciera «lo que tuviese que hacer» para lograrlo. «Sé que no es fácil, pero es lo correcto». A través de Twitter, el padre aseguró que se encargaría de sancionar a los responsables. Aunque la justicia todavía no ha llegado a las familias de muchos de los muertos.
Junto con su afición por bandas como Pink Floyd, AC/DC o The Doors, el gimnasio y la poesía forma parte de los intereses de Saab. Por los poemarios que ha publicado con editoriales del Estado, Chávez lo apodó alguna vez como el ‘poeta de la revolución’. En el ámbito espiritual, practica el budismo y se identifica con el movimiento ‘hippie’. Saab se ha caracterizado por subirse a las olas mediáticas de injusticias. Poco tiempo después de que la revista ‘Rolling Stone’ coronara al venezolano Canserbero como el rapero más influyente de habla hispana, Saab decidió reabrir el caso de su muerte. Canserbero, popular entre los jóvenes de España y Latinoamérica, había muerto en circunstancias nunca esclarecidas nueve años atrás, pero el fiscal decidió que era el momento de revelar la verdad. Y, aprovechando la viralidad del personaje, difundió todas las pesquisas como si se tratara de una serie criminal de Netflix. Algo que sólo suele hacer con casos que tienen calada entre los usuarios de las redes sociales, un marketing judicial que, según algunos activistas, tiene que ver con un lavado de cara gubernamental. Una manera de ganarse a la juventud y mostrarse justos frente a los crímenes de lesa humanidad que investiga la Corte Penal Internacional (CPI)en Venezuela.
EE.UU. y Canadá han impuesto sanciones contra Saab por socavar los derechos humanos, y la UE lo ha señalado como uno de los responsables del deterioro de la democracia en Venezuela, congelando sus activos e impidiendo su ingreso a los países miembros. Castigos que los revolucionarios bolivarianos suelen recibir como una condecoración.