ABC (Córdoba)

Sin Spielberg, pero con un as en la manga: Anthony Hopkins

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

‘LOS NIÑOS DE WINTON’

฀ Dirección: James Hawes Intérprete­s: Anthony Hopkins, Johnny Flynn, Helena Bonham Carter, Lena Olin...

Nicholas Winton, británico hijo de judíos alemanes, consiguió sacar de los campos de refugiados en Praga a 669 niños judíos y llevarlos hasta Inglaterra donde los esperaban unas familias de acogida también organizada­s por él. Esta película cuenta parte de esa historia, y parte de otra: la del anciano sir Nicholas Winton, un hombre cuya tranquila vida aún está marcada por lo que vio e hizo y también por lo que no pudo hacer. Es natural que ‘Los niños de Winton’ recuerde a ‘La lista de Schindler’ por la empresa de sus personajes protagonis­tas; su director, James Hawes, muy fogueado en series televisiva­s, no es Spielberg, pero tiene un as en la manga: Anthony Hopkins.

Hopkins y sus 86 años rodean por completo la figura de Nicholas Winton, y expresa con enorme frugalidad los sentimient­os de un hombre perplejo, que ha vivido en silencio la hazaña de arrancarle vida a la muerte y que aún escucha los reparos de su conciencia por no haber logrado liberar a los miles que murieron después. James Hawes estructura el relato en dos tiempos, el presente del anciano Winton y los recuerdos (‘flashbacks’) intercalad­os donde se narran los hechos, y donde su personaje lo interpreta el joven Johnny Flynn, buen actor pero sin ese poder de transmisió­n de cualquier gesto de Hopkins.

La película tiene un desarrollo de esos que se llaman ‘de menos a más’, se van entrelazan­do los recuerdos trágicos con la vida rutinaria del anciano junto a su mujer (Lena Olin), bien ambientado­s y narrados, que describen la personalid­ad de ese honrado joven y terco viejo, pero es en la segunda mitad cuando la historia gana en tensión dramática y Anthony Hopkins da su recital sin apenas voces ni gestos. Y además, el guion explora asuntos colaterale­s, como la desidia de la Administra­ción y el oportunism­o de los medios de comunicaci­ón o la grandeza de lo pequeño (es decir, la seriedad de un programa televisivo poco serio). Probableme­nte el director pierde parte de su templanza anterior con el fin de dirigirse a un desenlace enormement­e emocional, y tal vez haya alguien que valore o prefiera otras soluciones más austeras, pero merece la pena verlo así, desmedido, sobrecoged­or, aunque solo sea por admirar el modo en que un gran actor, Hopkins, puede ser discreto en lo excesivo y sobrio en lo ebrio.

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Helena Bonham Carter, en una escena de ‘Los niños de Winton’

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