ABC (Córdoba)

«Un país se parece a un grupo de hermanos peleados por una herencia»

▶ El autor publica ‘Los alemanes’, la novela con la que ha ganado el premio Alfaguara 2024

- BRUNO PARDO PORTO MADRID

Hay dos tipos de hombres: los que piensan al menos una vez al día en el imperio romano y los que prefieren el III Reich. Sergio del Molino (Madrid, 1979), que es de los segundos, se encontró hace años con unos panfletos nazis en una librería de Zaragoza: fragmentos de discursos de Goebbles y otros jefes del régimen traducidos al español. Un amigo le contó que aquello era propaganda destinada a un grupo de alemanes que habían entrado a España desde Camerún en 1916 y que habían formado en la península una comunidad que mantuvo buenas simpatías y mejores negocios con Hitler. Tras más de una década con ese descubrimi­ento rondando su cabeza el escritor publica ‘Los alemanes’, la novela con la que ha ganado el premio Alfaguara 2024: una historia de dos hermanos que reconstruy­en su pasado tras la muerte del tercero.

—Cuando le dieron el premio bromeó diciendo que esta era su primera novela-novela.

—Los críticos siempre me han reprochado, a veces sordamente y a veces de forma mucho más violenta, que lo que yo llamo novelas no son novelas. Y bueno, es verdad, hasta cierto punto tenían razón. Digo que esta es una novela-novela porque es de ficción pura. El hecho real es una mera excusa para poder armar una trama que es pura ficción.

—¿Toda novela-novela es una historia familiar?

—Creo que sí: la novela y la familia han crecido siempre juntas. Siempre se explica la extensión y la estructura de las novelas en función de las circunstan­cias del mercado y de la difusión de cada momento: sabemos que las novelas del siglo XIX eran muy largas porque se escribían por entregas, y que cuando ya dejan de venderse por entregas y se hacen libros se vuelven mucho más breves y livianas. Pero en el fondo también tiene que ver con la importanci­a que tenía la familia en cada momento. Cuando la familia era una institució­n autoritari­a y estaba incardinad­a dentro de la estructura del Estado, las novelas eran densas, largas, porque se remitían a familias y a matrimonio­s muy largos. Cuando ya los matrimonio­s empiezan a ser más breves, las novelas empiezan a ser más cortitas. Flaubert no habría podido escribir ‘Madame Bovary’ hoy porque le habría dado para un cuento. Como mucho [y ríe].

—¿La promiscuid­ad ha abreviado la literatura?

—La vida moderna ha alterado la literatura, porque la vida y la literatura se retroalime­ntan. Las novelas se parecen a las familias. Si escribes sobre una saga aristocrát­ica, te tiene que salir una cosa enorme, te tiene que salir ‘Guerra y paz’. Si escribes sobre un señor que vive solo y es profesor en Ratisbona y tiene una hermana en Zaragoza con la no se lleva muy bien [eso es ‘Los alemanes’], te sale algo mucho más reducido, evidenteme­nte.

—Esta es, también, una novela de desarraiga­dos. ¿Se identifica?

—Siempre me identifico con los desarraiga­dos porque no tuve una infancia arraigada: la pasé en Valencia, donde era el madrileño, y de ahí fui a Zaragoza, donde era el valenciano. Esa noción de extranjerí­a la he sentido muy marcada, porque me tocó cuando se estaba conformand­o mi personalid­ad. Siempre he sido el raro: el escritor en una familia sin tradición literaria.

—Dice un personaje: «El pasado nunca deja de molestarno­s, por eso nos preocupamo­s por conocerlo tan bien, para asegurarno­s de que no nos hace daño». ¿El pasado siempre es problemáti­co?

—Casi todos los pasados son pasados odiosos, pasados sucios. Casi todas las familias tienen muertos en el armario. En cuanto escarbamos un poquito en nuestro álbum genealógic­o o en la historia de nuestro país, enseguida aparece la crueldad, enseguida aparece la violencia. Y nunca nos podemos librar de eso. Forma parte de lo que somos. Podemos ignorarlo o podemos vivir obsesionad­os con él, pero da igual nuestra actitud: el pasado tiene sus propias reglas y nos afecta de formas que no podemos prever y ante las cuales tenemos muy poco margen de maniobra.

—¿Y la libertad?

—Yo no creo en el libre albedrío porque no soy cristiano. El libro albedrío es un fenómeno puramente cristiano para poder justificar el pecado. Si no puedes elegir entre el mal o el bien, si te viene impuesto, la noción de pecado no tiene sentido. Porque tú eres virtuoso porque eliges no pecar. Yo no creo en eso. Yo creo que las circunstan­cias nos limitan muchísimo. Y una de las circunstan­cias que más nos limitan es la del pasado. Esa frase de quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo... Da igual. Lo puedes conocer perfectame­nte y repetirlo. Hay un destino, algo inexorable de lo cual es muy difícil escapar.

—¿La forma en la que se relaciona una familia con su pasado es igual a la forma en la que se relaciona un país con su historia?

—La metáfora de un país como familia tiene muchas limitacion­es, porque en cuanto vas al detalle se te desbarata: siempre es más complejo. Pero sí: se pueden parecer un poco en que el pasado es motivo de disputa y siempre se pelean por la herencia y siempre hay alguien que intenta apropiarse de unas glorias y que intenta desentende­rse de unas miserias porque siempre las miserias se las tiran los unos a los otros. Más que a una familia, un país se parece a un grupo de hermanos peleados por una herencia.

—Entonces, ¿por qué no se obsesionan tanto los nazis?

—Porque afortunada­mente en Europa todavía no ha pasado nada tan horrible. Y probableme­nte en el mundo tampoco. Ha habido genocidios, guerras, escenarios de horror tremendos. Pero un matadero industrial del tamaño de Auschwitz y una operación de exterminio como la de la solución final no se han vuelto a dar. Es el paradigma del horror. Cuando nosotros pensamos en el mal, pensamos en Auschwitz. Es la imagen que se nos viene. De la misma forma que cuando Dante pensaba en la ‘Divina Comedia’ en el infierno este se parecía mucho a un pueblo devastado por la peste. Cada uno, cada sociedad, cada época tiene su imagen del infierno. Y la nuestra es Auschwitz. ¿Cuándo dejaremos de estar obsesionad­os con los nazis? Cuando ocurra algo peor o igual. Y no estamos libres de que eso suceda.

Literatura familiar «Cuando los matrimonio­s se acortan, las novelas empiezan a ser más breves. ‘Madame Bovary’ hoy sería un cuento»

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// EFE El ganador el premio Alfaguara, Sergio del Molino

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