ABC (Córdoba)

MARRUECOS, LA OTRA HUERTA DE ESPAÑA

Aupado por unos precios muy competitiv­os y los acuerdos de libre comercio, es nuestro principal proveedor de frutas y verduras frescas. En 2023 compramos más de 400.000 toneladas, sobre todo de pimiento, tomate, sandía, judía verde, aguacate y frutos rojo

- Por HELENA CORTÉS

Cuando Andrés Góngora era pequeño, la judía verde formaba parte del paisaje del campo andaluz. Los jornaleros que tenía su abuelo, recuerda, la recogían a mano, porque su cosecha no se puede mecanizar. Sin embargo, hoy las vainas que compramos en los grandes supermerca­dos proceden, mayoritari­amente, de Marruecos. La competenci­a es tal que su cultivo, que se ha reducido a la mitad en la última década, es ya «anecdótico» en nuestro país, explica el portavoz de COAG. Si España siempre ha sido la huerta de Europa, Marruecos ha conseguido convertirs­e en la nuestra.

Es el país del que más frutas y verduras frescas importamos en 2023 –año récord en compras internacio­nales dentro del sector, con más de cuatro millones de toneladas– por valor económico (casi 900 millones de euros) y el segundo en volumen (438.734 toneladas), solo superado por Francia, según datos provisiona­les de aduanas procesados por la Fepex (Federación de Productore­s y Exportador­es de Frutas y Hortalizas). Desde el año 2000, apunta Javier San Martín, profesor de la OBS Business School, la evolución ha sido excepciona­l, ya que nuestras adquisicio­nes «se han multiplica­do por 39». Suponen, además, una buena parte de todas las frutas y hortalizas que compra la Unión Europea a Marruecos: 1,3 millones de toneladas y 2.502,8 millones de euros.

Este crecimient­o, continúa este experto, se debe a que a principios de siglo el país vecino hizo una fuerte campaña para atraer agricultor­es de la Unión Europea, sobre todo franceses y españoles, que quisieran invertir en su sector primario para potenciarl­o. «Hubo al menos una treintena de empresas españolas que aceptaron esta invitación, aunque siempre es obligatori­o ir con un socio marroquí. Nos compraron también tecnología agraria y tomaron como modelo la huerta de Andalucía y Murcia», señala. Actualment­e, según la base de datos (voluntaria) del ICEX, hay más de una decena de empresas españolas dedicadas al sector primario trabajando en Marruecos, nuestro primer socio comercial fuera de la Unión Europea si atendemos a la balanza comercial total.

Así, apunta Góngora, la zona de Agadir se ha convertido en una potencia en hortalizas y Nador en el mercado de los cítricos. «Ahora han cogido mucho protagonis­mo el calabacín verde, el pimiento, el tomate, la sandía y el melón francés, que lo venden mucho allí», añade el responsabl­e del área de frutas y verduras de COAG. Según el informe de Fedex, lo que más compramos no son las polémicas fresas, de actualidad después de que esta semana volviesen a detectar una partida con hepatitis A, sino sandías (78.446 toneladas con un coste total de 52,3 millones de euros), pimientos (67.151 toneladas y 81,9 millones de euros), judías verdes (61.408 toneladas

142 millones de euros) y tomates (57.926 toneladas y 83,6 millones de euros). Le siguen, a cierta distancia, frambuesas (32.282 toneladas y 203,4 millones de euros), arándanos (28.545 toneladas y 152,3 millones de euros) y aguacate (22.726 toneladas y 64,8 millones de euros). Hay que bajar hasta la duodécima posición del ranking de importacio­nes para encontrar las fresas: adquirimos 5.480 toneladas por 178,12 millones de euros.

Competenci­a desleal

Países de la cuenca sur del Mediterrán­eo como Marruecos, plantea a este diario José María Pozancos, director de la federación hortofrutí­cola Fepex, son una amenaza para nuestros productore­s porque «las campañas de recolecció­n y la climatolog­ía son plenamente coincident­es, la diferencia de costes es abismal y el marco regulatori­o les favorece».

Un trabajador en el sector agrícola marroquí cobraría entre 70 y 100 dirhams por jornada, menos de 9 euros; lo que explica que el país pueda exportar a precios prácticame­nte imbatibles para los europeos, pero también que muchos prefieran emigrar para trabajar en las explotacio­nes del Viejo Continente, informa Noussair Ben Daoud. «Además, en Marruecos hay mucha mano de obra de países subsaharia­nos a la que pueden apretar un poco más. Una buena parte de ellos consiguen en el campo marroquí los recursos con los que luego compran embarcacio­nes para llegar a Europa», sostiene Góngora.

No obstante, además de la deslocaliz­ación de empresas influyen otros factores. Por ejemplo, las compras a terceros países, puntualiza el portavoz de Fepex, no están sujetas a los requisitos de la Ley de la Cadena Alimentari­a, que obliga, entre otros, a respetar el precio de coste. Otra diferencia esencial es la mayor disponibil­idad de fitosanita­rios, algunos de ellos restringid­os en el mercado europeo.

Cuando se firmaron los primeros acuerdos comerciale­s bilaterale­s entre la Unión Europea y Marruecos, recuerda Pozancos, se establecie­ron ciertas medidas de salvaguard­a de la producción nacional, como cuotas a ciertos productos o aranceles, «que apenas se han aplicado». Pensaban, como ya pasó en Francia, que la preferenci­a por el producto nacional compensarí­a sus costes, pero a la hora de elegir un producto u otro el factor decisivo para los consumidor­es (y por tanto para la gran distribuci­ón) es el precio. «El libre comercio no es en sí mismo un peligro, lo negativo es que el producto nacional y las importacio­nes no sigan las mismas reglas del juego. No puedes esperar que una importació­n sometida a menos controles compita en igualdad. Eso es crear competenci­a desleal», valora San Martín.

Estas asimetrías afectan también a las exportacio­nes hortofrutí­colas de España. Las ventas de los últimos años han caído en volumen, aunque no en precio: en 2023 vendimos a la Unión Europea, nuestro mayor mercado, 9,4 millones de toneladas de frutas y verduras (13.696 millones de euros), 1,6 toneladas menos que en 2019 (10.847 millones de euros). «En nuestra opinión, el hecho de que Europa se quede sin producir alimentos es un tiro en el pie, pero para poder seguir haciéndolo hay que proteger el mercado», concluye Góngora.

Mientras, en Marruecos, continúa Ben Daoud, los precios de verduras, cereales, frutas, carnes, huevos y todo lo que se exporta no han parado de crecer. Desde Rabat, los ministros culpaban a la falta de lluvia, el incumplimi­ento de canales de regadío y el iny cremento del coste del crudo después de la guerra de Ucrania. El precio de los tomates, por ejemplo, en enero de este año rondaba 1,3 euros el kilo. Curiosamen­te, tras el aumento de los aranceles por parte de Mauritania y las revueltas europeas el precio bajó en el mercado interior hasta los 0,28 euros. Así, el ciudadano marroquí está a merced de un mercado libre que prioriza las ventas internacio­nales a las interiores y el euro al dirham. Por eso, no es de extrañar que, en las calles de Marruecos, muchas veces se esbocen sonrisas con la devolución de mercancía a los puertos.

Las importacio­nes del sur del Mediterrán­eo «AMENAZAN AL PRODUCTO NACIONAL PORQUE LAS CAMPAÑAS COINCIDEN, LA DIFERENCIA DE COSTES ES ABISMAL Y LA REGULACIÓN LES FAVORECE»

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