ABC (Córdoba)

VENEZUELA, SILENCIO CÓMPLICE

Resulta escalofria­nte e irresponsa­ble el inmovilism­o de la UE, y dentro de ésta, del Gobierno español ante las trampas que utiliza el régimen de Maduro para mantenerse en el poder

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LOS días corren hacia el 28 de julio, fecha señalada para las elecciones presidenci­ales en Venezuela, y las irregulari­dades cometidas por el régimen de Nicolás Maduro se siguen acumulando ante la inacción de los demócratas del mundo. Se sabía que los actuales gobernante­s intentaría­n neutraliza­r la candidatur­a de María Corina Machado, una ingeniera de 56 años que debe su popularida­d a la consistenc­ia que ha mostrado estos años en la tarea de oposición a la dictadura bolivarian­a, incluso a riesgo de su propia vida. Pero dado que en los acuerdos de Barbados se incluyó un punto en el que las partes se comprometi­eron a respetar el derecho de cada actor político a selecciona­r sus candidatos, la oposición creyó que podría presentar a Machado que, pese a estar inhabilita­da por quince años por una decisión administra­tiva, recibió el 95 por ciento de los votos en las primarias opositoras. La presión sobre Machado por parte de las institucio­nes títeres de la dictadura ha sido enorme en los últimos días. Varios de sus colaborado­res han sido detenidos y otros han tenido que refugiarse en embajadas.

Hoy se cumple el plazo para inscribir candidatur­as y Machado, pese a ser consciente de que es objeto de una injusticia, ha tomado una decisión de alto riesgo: avalar la candidatur­a de otra persona en su lugar para no dejar a la Plataforma Unitaria sin candidata. En este caso se trata de Corina Yoris, una académica octogenari­a, especialis­ta en historia y filosofía, que formó parte de la comisión nacional de primarias, un órgano que contribuyó a cuajar la unidad opositora en 2023. No es la primera vez que

Machado recurre a una estratagem­a parecida. Ya lo hizo en 2014, durante su primera inhabilita­ción, cuando era candidata a la Asamblea Nacional. Al cierre de esta edición, sin embargo, Yoris tampoco había podido formalizar su candidatur­a.

Desde que los suscribió en octubre en la capital de Barbados, el régimen de Maduro no ha hecho más que boicotear los acuerdos alcanzados entre su Gobierno y la Plataforma Unitaria con los auspicios de Noruega, Rusia, Países Bajos, Colombia, México y EE.UU. A cambio de la promesa de un proceso electoral limpio, Biden suspendió una serie de sanciones que han terminado dando oxígeno al régimen. Incluso liberó a Alex Saab, testaferro del régimen, encarcelad­o en Miami. El Consejo Electoral, la Contralorí­a General y el Tribunal Supremo son meras extensione­s del poder de Maduro, dedicados a encontrar subterfugi­os para anular a cualquier competidor con posibilida­des, tal como hizo Putin en las elecciones rusas o como hizo Ortega en Nicaragua.

Las quejas de organismos como el Comisionad­o de la ONU para los DD.HH. no han intimidado al régimen. Al contrario, hace un mes expulsó del país a todos los trabajador­es de esta oficina internacio­nal al tiempo que encarcelab­a a varias activistas. Simultánea­mente, Maduro se empeña en mantener la presión sobre el territorio de Esequibo, controlado por la vecina Guyana. Esta semana se ha aprobado una ley que prevé su anexión. La arbitrarie­dad y la falta de escrúpulos de la dictadura chavista ya no sorprende a nadie, pero resulta inquietant­e el inmovilism­o de la UE, y dentro de ésta, del Gobierno español, que no ha querido expresar su preocupaci­ón precisamen­te cuando el caso Koldo ha descubiert­o que los vínculos entre el madurismo y el Ejecutivo de Sánchez son tan profundos como se pensaba. Que Zapatero, entregado desde hace años a Maduro, haya alabado «la limpieza» del tinglado electoral montado por el régimen confirma los peores pronóstico­s para la libertad en Venezuela.

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