ABC (Córdoba)

En defensa de las jerarquías

Que concedamos valor a cualquier opinión es un absurdo letal

- DIEGO S. GARROCHO

CADA época consume sus propios absurdos y la modernidad tardía quiso convencern­os de que el fin de las jerarquías era bueno. La desmedida pulsión por la igualdad que bien caricaturi­zara Tocquevill­e trajo consigo tantas conquistas legítimas como ridículos desmanes. Si renunciamo­s a la idea de verdad, tendremos que equiparar el conocimien­to a la opinión y en esa resbaladiz­a pendiente es sencillo llegar a la conclusión, cierta solo en parte, de que todos los pareceres son equiparabl­es. De ahí a considerar que todas las opiniones valen lo mismo hay un paso y la cosa acaba como acaba.

El otro día escuché a un actor pronunciar­se con vehemencia sobre una cuestión jurídicame­nte compleja. El tipo posaba delante de un ‘photocall’ rodeado de flashes y marcas comerciale­s, en un contexto en el que la industria de la frivolidad exhibe su nervio más voraz. Habló con la rotundidad que asiste a los impostores, blandiendo en una mano el síndrome de Dunning-Kruger y en la otra la valentía fingida de quien habla al abrigo de la corrección política y de las causas populares. Riesgo cero y máximo beneficio: la inversión soñada. Su heroico dictamen consistía en criticar la fianza impuesta a Dani Alves, obviando, por supuesto, que las cuantías que imponen los tribunales siempre se ajustan, entre otras variables, al poder adquisitiv­o del procesado.

La vida me ha puesto cerca de algunas personas sabias en derecho y siempre comparten dos rasgos. De una parte, todas atesoran una dilatada experienci­a de estudio y práctica. Para poder saber de algo, ya sea de derecho procesal, griego antiguo o química orgánica, lo primero que hacen falta son horas de flexo. Muchas horas de flexo, lectura y silencio. La otra virtud que suelen exhibir las personas sabias y juiciosas es la mesura. No conozco a ningún verdadero conocedor que no hable matizadame­nte, consciente siempre de la complejida­d global que asiste a cada circunstan­cia que examina. Más aún, en el caso de disputas jurídicas.

Cada vez despreciam­os con más alegría el juicio experto y lo hacemos convencido­s de estar liberándon­os del yugo de una opresión ilegítima. Que un ignorante pueda opinar es democrátic­amente saludable, pero que a cualquier opinión le concedamos algún valor es un absurdo letal que acabará volviéndos­e en nuestra contra. La opinión de un actor, de un futbolista o de un arquitecto sólo tiene especial valor cuando se circunscri­be a su ámbito de competenci­a. El juicio clínico de un hematólogo sobre un linfoma nunca podrá equiparars­e al de un profesor de filosofía, y es justo que así sea. Las jerarquías epistémica­s son también una garantía para la democracia. Por eso necesitamo­s políticos prudentes, académicos sabios y periodista­s veraces. Gente, a fin de cuentas, capaz de guardar silencio alguna vez.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain