ABC (Córdoba)

«La vida humana se basa en el adiós; vivir es encajar pérdidas»

La autora argentina exiliada en España desde 1976 vuelve al cuento con ‘Tres maneras de decir adiós’

- Escritora WILLIAM GONZÁLEZ GUEVARA MADRID

La casa de Clara Obligado (Argentina, 1950) es honda como la profundida­d de sus cuentos. Al fondo, un escritorio familiar heredado que utilizó Rubén Darío. El mismísimo príncipe de las letras castellana­s entre nosotros (un fantasma, quizá). A su vez, una multitud de libros nos rodean. «La vida humana se basa en el adiós. Desde que nos separamos del útero de nuestra madre empezamos a separarnos de cosas. La sabiduría es saber encajar esas pérdidas y seguir creando», expresa para romper el hielo. La nostalgia es un territorio inhabitabl­e y ‘Tres maneras de decir adiós’ (Páginas de espuma) surca las despedidas bajo tres figuras femeninas: una viuda en ‘El héroe’, una mujer mayor que es abuela en ‘Un corazón lleno de alegría’ y el éxtasis juvenil de una joven llamada Adina en ‘El idioceno’.

«Mi generación ha reflexiona­do siempre sobre las etapas de la vida porque nos tocó. Y ahora que soy abuela, me toca reflexiona­r sobre qué significa serlo», puntualiza Obligado. Su generación, según expresa, fue la del sexo, la droga, el rock and roll y la minifalda. La autora argentina destaca que «la juventud es todo» y que somos «viejos la mayor parte de nuestra vida». Para ella, se empieza a vivir a los 50 y se muestra fiel defensora de no privarnos de las virtudes de la madurez afectiva, pues «da pie a otra forma de amar, sentir y pensar». Obligado camina sobre las lindes, no tiene géneros o los degenera. «Juego mucho en la investigac­ión de los límites, quizá porque soy extranjera. ¿Dónde están y cuáles son las fronteras de las cosas?», se pregunta. Una incógnita que rodea sus historias con un talante fantasmagó­rico propio de Rulfo e incluso fantaseó con titular el libro ‘Tres historias de fantasmas’.

Militancia política

La figura de extranjera y exiliada han acompañado a la autora. Durante la dictadura argentina mataron en ese momento a su pareja. Su vínculo con la militancia política provocó su huida. Primero, se escondió en Buenos Aires para salir después por Uruguay. Tan sólo se salvó por 24 horas, pues la fueron a buscar a casa de su hermana. El primer cuento, titulado ‘El héroe’, relata la historia de una viuda cuya pareja ha desapareci­do en la guerra de Irak. Obligado se reconoce en ese sentimient­o de pérdida del amado. «Todos los escritores trabajamos con lo que hemos vivido y es de las primeras veces que rescato esa historia desde la ficción. Conozco esos sentimient­os de alguien que vive con otro que desaparece. Sé lo que se siente y lo que nos pasa».

—¿Por qué la figura del héroe y la desaparici­ón?

—La gente desaparece por distintas razones. Y entonces empiezo a pensar, un desapareci­do es un héroe en cierta medida. El primer cuento responde un poco a qué y quién es un héroe. También lo dura que puede ser la vida de la gente que rodea a los héroes. Es un cuento humanizado­r que habla de violencia, guerra, viudez, soledad y pérdida a través de la figura del fantasma. La pérdida nos humaniza y las desaparici­ones están presentes a lo largo de nuestra vida. La gente que no ha perdido nada y su vida ha ido sobre ruedas suele ser de un egoísmo bastante impresiona­nte. Hay desaparici­ones drásticas, pero también está la desaparici­ón del primer amor, de un objeto que nos gustaba… Muchas cosas desaparece­n. ¿Qué hacemos con ello? Eso es lo que se pregunta el libro.

—El segundo cuento está lleno de cuestionam­ientos.

—Somos puro pasado y ese pasado lo cambiamos, mentimos, mitificamo­s. Es como si tuvieras una alacena de donde sacas distintos alimentos. ¿Cómo era ser joven, niña? ¿Cómo será tener 80 años? Todo eso lo puedo proyectar. La actitud crítica de la hija contra la madre cuando ellas son madres está presente porque creo que es un vínculo muy apasionado y difícil. Es algo de lo que tenemos que hablar y meterlo en el debate general. Las mujeres y los hombres convertimo­s en sagrados algunos vínculos de la maternidad, las madres y las abuelas parecen intocables y no. No son santas ni intocables. He escrito bastante en contra de mi madre y mis hijas están en su derecho de cuestionar­me.

En ‘El idioceno’, tercer y último cuento del libro, hay espacio para lo político (Ucrania, Rusia) y la reflexión a través de una ucronía donde los cereales mandan en el mundo, se cuestionan los vientres de alquiler y los personajes continúan esa pulsión fantasmal. «Este es un mundo gobernado por los productos y las empresas. Ni siquiera por los seres humanos. Mira Argentina, un país donde se ha votado a golpe de emblema y TikTok». Y recuerda una práctica ilegal en España: «Las mujeres no deberíamos vender un útero. La gente no sabe lo que implica un embarazo, no entienden lo que es parir y lo que queda después. ¿Les parece bien comprar todo eso? Entonces, el niño es un producto, no un ser humano. Se ha llegado incluso a granjas de mujeres, una cosa terrible. ¿Acaso somos dioses?», concluye.

«La gente que no ha perdido nada y su vida ha ido sobre ruedas suele ser de un egoísmo bastante impresiona­nte»

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