Cuesta de Moyano, mereces más
Los libreros madrileños celebran centenario
Francisco Umbral se refería a ella como la calle más leída de Madrid y una estatua de Pío Baroja preside la cuesta en honor a los largos paseos que el escritor se daba cazando libros antiguos. Con una longitud de casi doscientos metros, debe su nombre a la calle en honor al político liberal que consiguió reformar la enseñanza española. Se trata, pues, de la Cuesta de Moyano, que celebra su centenario este 2025.
Si París tiene a sus buquinistas en el Sena y Buenos aires la calle Corrientes, la Cuesta de Moyano es el enclave madrileño dedicado al libro de ocasión. Junto al Jardín Botánico, entre la Glorieta de Carlos V y el parque del Retiro, se despliegan 30 casetas. Al comienzo, en 1919, convivían con puestos de flores y frutas, Ramón Gómez de la Serna les llamaba la Feria del boquerón, por el precio de los libros, casi equivalentes a los del aladroque en la pescadería.
La calle de los libreros nunca ha interrumpido su actividad. No lo hizo durante la Guerra Civil española, tampoco el 11 de marzo con los atentados de Atocha. Como las cosas importantes, Moyano resiste. El centenario de esta calle librera se celebra con el área del parque del Retiro al Paseo del Prado ya convertido en Patrimonio de la Humanidad. Pero ellos, a diferencia de los libreros parisinos –que fueron reconocidos por la Unesco con el mismo status en 1991– no gozan por sí mismos de ese reconocimiento. Y lo merecen.
A punto de celebrar su centenario, los libreros de la cuesta de Moyano tienen que sacar a pasear, de oficina pública en oficina pública, el elemental reclamo de unas condiciones mínimas para el ejercicio de su actividad. No disponen de agua (los dueños de las casetas han de llevar sus propios bidones) ni un sistema de electricidad. Llevan cinco años pidiéndolo y cinco años sin una respuesta, sin una acción, sin una alternativa. Se acercan a su celebración pidiendo a gritos un lugar donde comunicar lo que necesitan. Hasta el pleno del ayuntamiento han llegado pidiendo la intendencia mínima para su quehacer. Ellos enriquecen Madrid aún más que cualquier galería comercial.