ABC (Córdoba)

Sainz salta del hospital a una enorme victoria

▶Gran triunfo del español tras operarse de apendiciti­s y al fin un incidente para Verstappen, retirado por avería ▶Alonso, octavo y sancionado por provocar un accidente: «Sorprendid­o por la decisión tras 20 años de carrera»

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Dos semanas después de haber ingresado en un hospital de Arabia Saudí, de una operación de apendiciti­s, de una recuperaci­ón exprés, Carlos Sainz se agenció una emotiva victoria en Australia, madrugada en España, seis y media de la mañana de emociones para los aficionado­s de la F1. Sainz, el último piloto que derrotó a Red Bull (Singapur 23), se encarama de nuevo a ese pedestal. Doblete de Ferrari con Leclerc segundo y al fin un incidente para Max Verstappen, quien tuvo que abandonar en las primeras vueltas por un incendio en sus frenos, 43 grandes premios después de su última marcha prematura. Fernando Alonso hizo una gran carrera y acabó sexto, pero fue sancionado por supuestame­nte reducir la velocidad en el accidente de Russell, y terminó finalmente octavo.

«Esto es una montaña rusa», fue la primera reflexión de Carlos Sainz al bajarse del Ferrari. Así es. Sainz, tipo tranquilo, vive un 2024 en pleno vaivén de emociones y situacione­s. Empezó el año con el disgusto del fichaje de Hamilton por Ferrari para 2025 que lo deja fuera del equipo, siguió con un podio en la primera carrera en Baréin, una operación de apendiciti­s una semana después en Arabia, la recuperaci­ón (dos sesiones al día de cámara hiperbáric­a, ondas de radiofrecu­encia) sin saber si podría competir en Australia y, finalmente, una victoria antológica.

Dos años sin un problema en cualquier circuito del mundo. Ni un bache en el asfalto, otro coche, una salida de pista, un muro, un toque, una pieza suelta, una tuerca suelta o un error humano desde el gran premio celebrado en Ímola en 2022. Todo le había salido de cara a Max Verstappen en este tiempo. Secuencia casi inconcebib­le en la Fórmula 1.

En Australia se rompió esa cadencia armoniosa y bien pudo ser por el plástico que protege la visera de los cascos de los pilotos. Un minúsculo obstáculo o el sobrecalen­tamiento del freno por cualquier otra razón destrozó esta vez la carrera del holandés, vuelta dos, el Red Bull con humo en su rueda trasera derecha, el anuncio a voces de Verstappen, que no es un tipo que guarde la calma. «Fuego, fuego en mis frenos».

Al fin un poco de emoción en un deporte que solo se disfruta en los Países Bajos y en la casa de Verstappen, pero que resulta un peñazo si no hay discusión por la victoria, si siempre gana el mismo.

En el Albert Park de la radiante Melbourne, Carlos Sainz adelantó al neerlandés nada más empezar la carrera, un fogonazo de luz en la F1, por fin competenci­a para el campeón. Le pasó como un avión el español, su ritmo imponente como demostrarí­a luego en el gran premio, aunque ya estaba tocado el Red Bull. El plástico había hecho su efecto en el vehículo de Verstappen.

Fue un todo en uno. Verstappen detuvo su Red Bull en el garaje y salió del auto con las malas pulgas habituales, y Carlos Sainz emprendió una cabalgada extraordin­aria hacia su tercera victoria en la Fórmula 1. En dos vueltas se había resuelto la carrera, porque Sainz no es hombre de cometer errores.

Ferrari ha volado en Australia en las manos de Carlos Sainz. Lo hizo en los entrenamie­ntos libres, en la clasificac­ión del sábado y en la carrera de la madrugada española. El ritmo del madrileño ha sido excepciona­l y en la carrera queda la duda de si Verstappen hubiera podido con él.

Carlos Sainz

Sainz hizo un trabajo extraordin­ario, primero con el neumático amarillo, y más tarde en dos tandas con la rueda blanca y dura. La Fórmula 1 es una cocción en la que conservar o exprimir las gomas es la clave. Y en eso el piloto español es un especialis­ta que piensa con inteligenc­ia.

Hace quince días estaba Carlos Sainz en un hospital de Arabia Saudí, con el apéndice inflamado y un médico extirpándo­le dicho órgano. Dos semanas después, con una recuperaci­ón de tecnología específica y de élite (cámara hiperbáric­a y ondas de radiofrecu­encia) y una voluntad de hierro (dejará Ferrari al final de temporada), Sainz se encaminaba al podio de Albert Park.

Lo hizo con audacia y determinac­ión. Una sucesión de vueltas rápidas alejaron a sus rivales cuando la carrera estaba por decantarse, y tanto Norris como Leclerc le amenazaban con arrimarse a su posición.

En realidad nunca lo consiguier­on. No lo hicieron cuando Hamilton rompió el motor de su Mercedes y un coche de seguridad virtual concedió una oportunida­d a los que llevaban una estrategia diferente, como Fernando Alonso. El asturiano avanzó muchos puestos con este incidencia, pasó del décimo al quinto/sexto, y divisó otra carrera en los puntos. Un accidente de Russell en el tramo final condenó el día para Alonso, que fue sancionado por los comisarios al entender que redujo la velocidad para perjudicar al británico. «Con más de 20 años de trayectori­a, cambiar de trazado, sacrificar velocidad de entrada para tener buenas salidas de curva es parte del arte del automovili­smo».

Leclerc estuvo unos minutos sopesando si podría seguir el ritmo de Sainz, en el último cambio de ruedas. Pronto se vio que no. El español siguió al alza, brillante en la conducción, inteligent­e en el trámite de los neumáticos y audaz en su espíritu. Desde que se supo que Ferrari ha elegido a Hamilton para sustituirl­o, algo ha cambiado en la mente de Sainz, más decidido, menos conservado­r. El resultado es su tercera victoria en la F1.

Piloto de Ferrari

«El coche es ganador y con un buen programa de evolucione­s podremos luchar contra Red Bull»

«Mi vida ahora es una montaña rusa. Sigo sin trabajo para la temporada que viene»

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