ABC (Córdoba)

Lunes Santo

- JESÚS NIETO JURADO A limpiar ceras ponía yo a Puigdemont

ESE palio que baila, y este Lunes Santo en el que todo, absolutame­nte todo, en el cinemascop­e del ensueño y el mal dormir, vuelve a mi padre y a un primer recuerdo blanco en Málaga. Así, de la mano o a hombros, con un cansancio que la bendita inocencia se encargaba de difuminar, porque estamos preparados para lo sublime, aunque los asesores áulicos, los Tezanos y sus acólitos, todos vestiditos de limpio, no lo crean. Caminaba el Cautivo en Málaga entre las gentes, que se abrían como el Mar Rojo. Luego, con los años, con la Semana Santa, me ha pasado lo de los primeros amores: olvido interesado, nostalgia del tiempo, y una vuelta a los orígenes que hace temblar las vísceras más poéticas y cimbrea las arterias.

Un Lunes Santo, ya, con los crucificad­os en la calle, da ese vértigo del tiempo, de ir contando cuántos Lunes Santos nos quedan por ver, de cómo serán los venideros. Aunque el Gólgota se intuya aún lejos por mucho que su presencia vaya clavando su lanza.

Tengo el incienso en el paladar y el presente de andariego de calles, de cazador de balcones, donde una saeta duele tanto como reconforta. Ahí, en la Semana Santa, sí está España, en la luna llena de primavera, y no en ese absurdo mesías del maletero, españolazo a su pesar, gitanillo de Waterloo, con sus penitentes racistas y sus banderas más racistas aún mancilland­o el sur de Francia. A limpiar las ceras de palio ponía yo a Puigdemont, y se le iban a quitar las ínfulas. Seguro.

Y sí, he vuelto, pese a tanto relativism­o y tanto mercader del templo, a la Semana Santa. El trueno vestido de nazareno de Machado, o la fe del que ha estado en el páramo y ha retornado al azahar. Un Lunes Santo también hiere, pero con una blandura cálida y suave, la de un SPQR que sonríe. Quisiera llevar a mi sobrina Candela a que vaya con sus ojillos glaucos mirando sin entender a los turiferari­os. Abrirle el ánima de quien no conoce el verbo, y que adquiera conciencia, desde la inopia de sus dos meses, de lo esencial.

Un Lunes Santo hay que vivirlo, y lo hacemos. En busca del tiempo perdido.*

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