ABC (Córdoba)

La eternidad como anuncio turístico

Reutilizar las marchas de Semana Santa ahora es una forma de colonialis­mo

- JESÚS LILLO

HAY un detallito en forma de azulejo y homenaje al comienzo de la versión larga de ‘Gitana’, el anuncio de la compañía cervecera que después de resucitar por lo publicitar­io a Lola Flores ha hecho lo propio con Camarón, quizá para recordar que duende es sinónimo de fantasma. Rockero Silvio se llama la calle a la que da el bar del que, toda chispa y arriquitau­n, empoderada por los bajos, hasta arriba de volantes, sale corriendo la protagonis­ta de esta pieza. Silvio Fernández Melgarejo, Silvio para el siglo XX, recompuso e interpretó, entre otras memorables canciones, aún hoy retadoras, un ‘Rezaré’ en el que sobre el ‘Stand By Me’ de B.B. King , o mejor quizás el ‘Pregherò’ de Celentano, se dirige, piadoso y rendido por la fe, a las imágenes marianas de la Semana Santa de Sevilla. No es casual que la figura de Silvio, muy de pasada, aparezca en un cortometra­je que lleva la firma de los autores de ‘Andalusian Crush’, vídeo de promoción turística de la Junta cuya sintonía no es otra que la ‘Eternidad’ de la banda de Nuestra Señora del Rosario de Cádiz, Rosario de Cádiz para el siglo XXI y estrella emergente de la Semana Santa hispalense. Con cuatro tardes de no hay billetes, este año, si deja de llover, empata con Morante en la Maestranza.

Siguiendo este hilo llegamos a C. Tangana, que utilizó ‘El amor’ de la misma banda de cornetas en ‘Demasiadas mujeres’, canción sobre el demonio y la carne. Demasiado pagana. En su última gira, el madrileño recurrió como obertura y tirando de repertorio ajeno –más de casi lo mismo– a ‘El milagro’, también de Rosario de Cádiz. «Esperamos que disfrutara­s de nuestra tierra… ¿La próxima será con el uniforme de nuestra banda?», le espetó con sorna la agrupación musical, justo después del concierto del rapero capitalino en la vecina San Fernando. No fue la banda de Cádiz la única que ironizó sobre un ejercicio –puro ‘sample’, mero tributo– que en un alarde de indigenism­o algunos califican de apropiació­n cultural. «Descoloníc­ese», que dijo Urtasun, chavista de museo. «En la Semana Santa baja mucho madrileño», le soltó el también rapero Foyone, con mucha mala baba. Lo hizo, para más inri, sobre los mismos compases de ‘El amor’ que acopló Tangana a sus demonios y sus carnes. Nadie dijo ni mu cuando, dos años antes de aquellos juegos de ‘El madrileño’, los de Califato ¾ retranquea­ron ‘Eternidad’ en su ‘Crîtto de lâ Nabahâ’. Eran de la tierra, del país, y eso es sagrado.

Dando un rodeo volvemos a ese ‘Andalusian Crush’ con el que la Junta anuncia en el extranjero y desde el pasado otoño el duende y la fantasmada de una tierra en la que publicitar­iamente no se ponía el sol y que ahora proyecta al mundo sus tinieblas y sus penas al son de una marcha gaditana. La ‘Eternidad’ siempre fue un anuncio, ahora turístico; y ‘El amor’, eje del Evangelio, es ya motivo de disputa territoria­l y de reproche al forastero. Vamos para atrás, como un costalero haciendo esquina. En 1967, Miles Davies metió una saeta en su ‘Sketches of Spain’, pero no hemos avanzado mucho desde entonces. Tratamos de exportar –‘crush’– una forma de folclore que algunos ni siquiera dejan que cruce Despeñaper­ros, manque sea para despeñarse cuando deje de chispear.

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