Desdén andaluz
Es muy probable que si hacemos cuentas, Aragonés le deba dinero a Andalucía. Y genes.
Un independentista catalán bajito con poder no se considera logrado si no insulta a Andalucía, por lo menos una vez en su vida. El ejemplo más característico es el pobre Pujol, un ser humano al 3%. El último, un tal Aragonés, que mucha gente cree que preside la Generalidad de Cataluña. Pues con Andalucía han topado. Este pueblo, ahíto de genialidad originaria, no permite que una estupidez le estropee la siesta. Niño, apaga la tele, que voy a dormir a Góngora. Un gran pueblo como el andaluz no puede perder el tiempo con patriotas de babero y orinal, discutiendo sobre el tamaño de los cráneos. Con la de posibilidades que encierra el cerebro humano de cabrear al prójimo artísticamente, y nosotros tenemos que soportar desplantes de matones de taberna del barrio chino. Que los socorra Pedro Sánchez, que entiende de eso. Del catalán Aragonés emana una tristeza nativa que excita la compasión de la buena gente del sur. Todos los dones que constituyen al hombre como señor de la naturaleza le han sido negados. Habla mal, piensa mal, siente mal. Y piensa mal porque habla mal, ya que el pensamiento viene del lenguaje.
Y el sentimiento. Es esencialmente anodino. Uno podría pasar la tarde con él, y al despedirse, tendría la sensación de haber estado solo. Se mueve sin gracia, como si empezara a andar mucho antes de haber tomado la decisión. Tiene una personalidad desconcertada. Probablemente no es responsable de su zafiedad, que se remediaría con el silencio. Pero si callo, parece querer decir, ¿cómo sabrán que soy humano? En su caso tendría más dignidad intelectual un eructo. Para pasar el rato estudié el arte de injuriar en Borges, Quevedo y Manuel del Palacio, en el Dr. Johnson Antonio Rivarol y Karl Kraus. Y otros nombres que iré dando en artículos sucesivos, por si el ministro de Transportes se decide a subir el nivel y hace su sueldo compatible con el pensamiento. Estoy muy lejos de esa genialidad despreciativa de mis mayores, pero ya nunca me permitiré caer tan bajo como para llamar simplemente gilipollas a quien es simplemente gilipollas. Lo que importa es el resto. Este señor es gilipollas, ponga usted el resto. El desdén tiene su protocolo literario, como se sabe en Andalucía.
Aragonés y García, veníamos diciendo, desprecia a los andaluces porque los considera más pobres que él, que únicamente entiende de dinero. Ignora el pequeño roedor nacionalista que un millón largo de andaluces contribuyó a edificar la Cataluña moderna, en la que él vive mortificado porque le faltan apellidos. A eso ha quedado reducida la otrora grandiosa y deslumbrante Cataluña, a dinero y genes. El dinero lo pone el resto de los españoles, y los genes sólo sirven para poder utilizar a algún antepasado como coartada de la propia estupidez. Es muy probable que si hacemos cuentas, Aragonés le deba dinero a Andalucía. Y genes. Los que le proporcionan apariencia humana, y le permitieron volar tan alto, tan alto, que se dio a sí mismo alcance. La inteligencia es la única independencia. Los fatuos, a la guardería.