ABC (Córdoba)

Lunes Santo, el empeño de una corazonada

Sentencia y Vía Crucis salen con demora y vencen el sino de una jornada de lluvia y sin Merced, Estrella ni Ánimas

- LUIS MIRANDA

DÍAS malos, días buenos. Está la costumbre de repartir el clima en los compartime­ntos artificial­es de los hombres sin querer darse cuenta de que las nubes, las presiones y el viento tienen la costumbre de partir las jornadas a su antojo. Días malos, días buenos, como si a la medianoche se pusiera el contador del clima a cero, y no en todos los contextos los primeros tienen que ser los de lluvia. Pudo el Lunes Santo haber sido un día radiante y pleno si las nubes y la lluvia que venían desde el oeste de Andalucía hubieran querido marcharse de Córdoba algunas horas antes, lo justo para que la Merced y la Estrella se hubieran puesto en la calle.

Pudo haber sido un día de desolación absoluta si hubiera entrado después y la Sentencia y el Vía Crucis no hubieran encontrado el momento. Quedó el Lunes Santo sin tarde, pero con noche; lleno de lágrimas a unas horas y de emoción y expectativ­a en otras, de mucha más esperanza que de resignació­n y de candelería­s encendidas que secan los charcos que quedan después de todo un día de agua. Se cuenta y no se cree al que no estuviera en Córdoba, y mucho menos el que sí estuviera.

No sería lo que se esperaba, pero superó a lo que se temían quienes tienen fe inquebrant­able en las profecías de los dispositiv­os móviles aunque se equivoquen. El ánimo se levantó tan gris como el cielo y no como los charcos que había dejado el agua de madrugada. Pesaba el recuerdo de las que se habían quedado en la Catedral, de las suspension­es y de la rápida recogida de las Penas. No había en el firmamento ninguna veta azul para dar esperanza. Por la mañana chispeó, no mucho, pero a las tres de la tarde, en ese almuerzo rápido del Lunes Santo de cofradías, regresó el agua en forma de lluvia incontesta­ble. Nada que no supieran quienes sabían que el cambio iba a tardar, aunque hubiera alguna esperanza secreta de que ni siquiera llegase a llover.

No había nada de Lunes Santo en la avenida de la Agrupación Córdoba. Ni pueblo en la mediana, ni músicos ensayando por detrás de la iglesia, ni gente tras las vallas alrededor de la casa de hermandad. Unos minutos antes de que tuviera que poner su cruz de guía en la calle, la Merced ya tenía decidida la suspensión de la estación de penitencia. Qué podía hacerse si llovía sin parar y no se esperaba que parase en unas cuantas horas.

Si alguien había llegado sin noticias no habría tenido que preguntar nada o tal vez pensaría que se había equivocado de jornada. El ancho cielo dejaba un aire plomizo y otoñal y la gente iba llegando conforme sabía que se acercaba la hora de poder ver a las imágenes. Rezaban los hermanos de la Merced el vía crucis y la atmósfera de tristeza era densa, pero el exterior tenía el viento frío de días que no parecen de Semana Santa, con el agua en el cielo y en los charcos y sin poder salir de casa sin abrigo.

El Señor Humilde y la Virgen de la Merced habían esperado las visitas de los suyos toda la mañana. El misterio de la Coronación de Espinas había cambiado el rojo sacramenta­l de tantas veces por una paleta de especies hermosas que estaba entre el azul y el morado pasando por el malva, con mucha sutileza. El paso de palio habría tenido que venir en exuberanci­a resuelto en el blanco de las frecsias, tan de los años 90, pero también en las rosas, en las esquinas tan pobladas, y los que la miraron quisieron soñar su futuro palio, ya con los respirader­os terminados.

Ajuste La Sentencia retrasó su salida más de una hora y el Vía Crucis veinte minutos para evitar la lluvia

Visitas

Si doloroso es esperar fuera ante las puertas cerradas mucho peor es que se abran por fin y saber que no pudieron pasar por debajo del balcón de casa, que habrá que esperar y que a ver si el año que viene si es posible. Aunque haya dado tiempo a asumirlo y a pensarlo queda la sensación de que el día está equivocado, y más si como ayer seguía lloviendo, los charcos daban frío y la tarde no se parecía en nada a la Semana Santa. Por si hubiera dudas, la cola había que hacerla también con paraguas.

A media tarde, algunos hermanos cumplieron con una tradición recobrada que era para toda la cofradía, si hubiera podido salir. Acudieron al convento de los Santos Mártires, al Colodro, para rezar ante el Santísimo. La hermandad recuperaba este año la estación menor que fue un punto cenital de su recorrido durante bastantes años, y que se había perdido. Los cantos de las religiosas llevaron a los cofrades que allí estaban a una emoción distinta que les haría olvidar las que llevaban de todo el día.

Muy poco después, la Estrella, que tendría que haber salido a las 16.15, también anunció que no pisaría a las calles. Quizá le dijeran que sí, que las nubes podrían marcharse de Córdoba, pero que sería bastante más tarde. La cofradía se encerró en San Fernando y allí las dos bandas de la hermandad ofrecieron sus marchas, reconocibl­es desde fuera, casi siempre dedicadas a sus imágenes. Quedaban en el exterior nazarenos que iban de vuelta a casa y costaleros que entraban y salían, y dentro, en ese aire quieto que tienen las cofradías que no salen, estaba el Señor de la Redención, otra vez este año con la túnica bordada en oro.

No se movió su misterio, resuelto en el rojo clásico de tantos Lunes Santos, y parecía quererlo para quienes lo veían y pensaban en su avance poderoso. La Virgen de la Estrella esperaba entre flores de color rosa. Para el próximo año quedará el estreno de los candelabro­s de cola y los avances en la orfebrería del paso de palio. Habían pasado las cinco de la tarde y si deja

Novedades La cofradía de San Nicolás estrenó casa, paisaje y nuevas dimensione­s para su paso de palio

ba de llover era para empezar otra vez. Ni los azahares eran capaces de consolar el aire triste de lluvia, de frío.

Los había resignados a escuchar dos suspension­es más y, si acaso, que el Cristo de la Salud pudiera aprovechar un momento, pero alguno intuía una cierta esperanza.

Siempre hay quien pone un ojo en Sevilla y sabía que hacia las cinco de la tarde la lluvia se había marchado de allí y que las cofradías de la tarde iban saliendo. No siempre se cumple la ley de que los chubascos y claros suben por el Guadalquiv­ir, pero esta vez parecía que era así. Al colegio de las Esclavas iban llegando hacia las seis de la tarde los nazarenos rojos y blancos de la Sentencia y había corazonada­s que decían que regresaría­n a sus casas felices y de madrugada. La hermandad, la primera.

Quizá algunos de los que esperaban entre las calles Saravia y Barroso pensara con esa solemnidad que tienen los que leen sobre cofradías que estaban allí citados con un momento histórico. No les falló la intuición, pero no imaginaría­n todo lo que tenían que recordar. En la calle Barroso, junto a la puerta pequeña de la nueva casa de hermandad que preside la vidriera de San Nicolás, esperaba el pueblo en un paisaje nuevo que se reveló lleno de belleza, con casas antiguas y encaladas, balcones, estrechez recoleta y sabor. En Saravia, frente al lugar del que había que salir, la tarde iba cayendo y había una pequeña puerta por la que iban entrando y saliendo hermanos. La Virgen de Gracia y Amparo esperaba con la misma emoción que sus hermanos. Debía salir a la cofradía a las 18.25 y entonces se supo que aplazaría media hora su salida. Y no faltó quien por allí añadió que habría otra media de margen.

Se sabía que quedaba un frente lluvioso, que tendría que marcharse, pero que no quedaba más agua a partir de ahí. La noche estaba limpia y la Sentencia quería aprovechar ese tiempo para hacer estación de penitencia. El final fue feliz, pero la decisión no fue fácil. Llovía a las seis y media y en torno a las siete, a la hora en que la Sentencia debía tomar la determinac­ión.

Muy poco después, en un paisaje lleno de paraguas, se supo que la cofradía estaba preparándo­se para salir a las 19.30.

No paraban de sucederse las contradicc­iones. Con los paraguas abiertos se escuchaba llegar a la Centuria Romana Macarena. Eran las 19.30 y nueve minutos después cruzó la cruz de guía las puertas de la casa de hermandad. Todavía chispeaba, pero muy poco. Los que conocen el Lunes Santo saben que la Sentencia no sale para mojarse, y que si estaba en la calle sería sin riesgo de agua.

A la hora en que los nazarenos iban bajando Barroso llegó la noticia de que Ánimas no saldría. No muchos habrían apostado por lo contrario, aunque el día otoñal hubiera cambiado el rumbo a la esperanza. Se miraron muchos con la idea de bajar a San Lorenzo, pero estaban entonces esperando al Señor de la Sentencia. Ya no hay que retirar lanzas ni hacer maniobras costosas: el paso cruzó el dintel, giró y pasó con poderío la estrechez de Saravia para nacer al lugar que desde ahora se incorpora a los sitios de la Semana Santa de Córdoba.

No había dudas de que iba a gustar la banda de la Centuria, pero la fuerza de su sonido clásico, esencial, sin el enrizamien­to de estos años, se multiplica­ba entre la belleza del misterio y sobre todo la espera. Ya era la noche del Lunes Santo y era el primer paso que pisaba la calle. Se mostraba otra vez el Señor con las manos atadas a la espalda, el rostro con la mirada perdida en el sufrimient­o que le espera, y la luz de la cera hacía dramático su perfil y su túnica bordada.

Giros

La plazuela tenía hasta el giro para buscar Barroso y la cofradía no se detenía. Los nazarenos de la Virgen iban de tres en tres para ganar tiempo, porque la cofradía es numerosa y bien formada, y no se hizo esperar María Santísima de Gracia y Amparo demasiado tiempo. La Semana Santa está hecha de miradas que se habitual y que no tan los cambios, y el que llegaba era fuerte. Ya no está su paso condiciona­do por al atrio de San Nicolás, sino que llegaba monumental. Muy alto, con una anchura que impresiona y lleno de una candelería que ahora es una obra de arte efímera en un conjunto de aire catedralic­io. El trabajo de Pérez Artés en los bordados y Emilio León con el respirader­o es tan natural que no tiene costuras. Sonaba ‘Reina de San Nicolás’, preludio de una noche llena de solemnidad, y el que se había quedado sobrecogid­o tenía que pensar que no había reparado en las flores blancas, en las calas en las piñas.

Tarde, pero había amanecido el Lunes Santo. A esas horas se anunció que el Vía Crucis saldría veinte minutos más tarde, a las 20.40, para acomodarse a los horarios con que el día se había salvado. El día de los contrastes, que decían los clásicos en la Semana Santa de Córdoba.

Callaba la plaza de la Trinidad al golpe del tambor ronco que llenaba el aire de cirios de color tiniebla hasta que aparecía el Cristo de la Salud y se rezaba la primera estación. Por un momento parecía que nadie iba a recordar todo lo que había pasado antes, y sí a encontrar algún rincón de la Judería para volver a emocionars­e con la presencia del silencioso cortejo que busca rezar por esa Córdoba escondida para las demás.

Cumplieron su promesa los que tenían una cita con Ánimas y debieron entrar en San Lorenzo. Fue capaz, como todos los Lunes Santos en que la lluvia aparece, de recrear y multiplica­r el ambiente de la calle: morado con el Señor, rosa con la Virgen, severo el Cristo, aliviado lo que rodea a la Madre. No se rezaba en la calle, pero sí en el interior, porque Ánimas nunca deja de ofrecer lo que se espera y siempre merece el esfuerzo de buscarla. Fuera el Vía Crucis recorría la Judería y la Sentencia regresaba a buen paso pero disfrutand­o de camino a su nueva casa de hermandad. Durmieron sin ganas los que habían caminado a sus iglesias.

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 ?? // VALERIO MERINO ?? Nazarenos de la Estrella abandonan el templo
// VALERIO MERINO Nazarenos de la Estrella abandonan el templo
 ?? // ÁLVARO CARMONA ?? El Cristo de la Salud, en la plaza de San Juan, durante su estación de penitencia
// ÁLVARO CARMONA El Cristo de la Salud, en la plaza de San Juan, durante su estación de penitencia
 ?? // ÁLVARO CARMONA ?? La Virgen de las Tristezas, sin poder salir de San Lorenzo, en su baldaquino
// ÁLVARO CARMONA La Virgen de las Tristezas, sin poder salir de San Lorenzo, en su baldaquino
 ?? // RAFAEL CARMONA ?? El misterio de la Coronación de Espinas, ayer
// RAFAEL CARMONA El misterio de la Coronación de Espinas, ayer

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