ABC (Córdoba)

Noches de vigilia y terror en Kiev bajo una lluvia de proyectile­s del Kremlin

▶Los vecinos de la capital consultan antes de dormir su teléfono por si ha despegado otro bombardero ruso cargado de proyectile­s asesinos

- MIRIAM GONZÁLEZ KIEV

El primer estruendo se escuchó en el norte de Kiev. Eran las diez y media de la mañana. Pocos segundos después, la alarma que avisa del peligro inminente sonó a todo volumen. Pero esta vez no llegó a tiempo. Los misiles hipersónic­os que Rusia lanzó desde la ocupada península ucraniana de Crimea ya atravesaba­n el cielo de la capital.

Las autoridade­s ucranianas, como si de un ritual trágico se tratase, informaron rápidament­e a los ciudadanos de que la ciudad estaba bajo ataque. «Vayan a los refugios inmediatam­ente», reza el mensaje que más se repite en las cuentas oficiales del país en guerra. Los kievitas mantenían el temple –incluso los mas pequeños– y algunos se dirigían al metro mientras otros intentaban seguir con lo suyo como podían. Son más de dos años de guerra y, aunque cueste creerlo, el ser humano puede llegar a aclimatars­e hasta a los misiles.

Rusia suele atormentar con nocturnida­d a las ciudades ucranianas que están lejos del frente. Para ello, utiliza su arsenal de misiles de largo alcance. El mismo tipo de proyectile­s que los aliados entregan a cuentagota­s a las fuerzas ucranianas.

Silencio y detonacion­es

Las noches de Ucrania se caracteriz­an por un profundo silencio que solo rompe el estruendo de las detonacion­es. Cuando pasan las once, los más rezagados apresuran el paso para volver a casa.

Hay toque de queda entre las doce y las cinco de la mañana. Pero, antes de intentar conciliar el sueño, la mayoría de los ucranianos abren sus redes sociales para ver si algún bombardero Tupolev TU-95 levanta el vuelo cargado de proyectile­s que se dispararán contra su país.

Durante los últimos siete días, las fuerzas del Kremlin lanzaron unos 190 misiles de varios tipos, 140 drones kamikaze y más de 700 bombas aéreas guiadas, según informó el pasado domingo el presidente Volodímir Zelenski en su discurso diario a la nación.

La agresión rusa a gran escala es un conflicto viejo y moderno a la vez. Aquí se conjugan elementos que recuerdan a la guerra europea de trincheras de 1914 junto con tecnología de la comunicaci­ón que permite calcular el tiempo que tarda en llegar a territorio ucraniano un misil lanzado desde Saratov (Rusia).

El sueño se interrumpe a menudo con el ya cotidiano sonido de las alertas. La alarma rompe la frágil sensación de sosiego que por momentos hace olvidar la guerra. Y entonces comienza el segundo ritual trágico: agarrar lo más importante y dirigirse al refugio más cercano, que suele ser el metro. Bajo tierra, y ya con seguridad, las personas intentan pasar el tiempo. Sin embargo, esta última ofensiva sucedió a la luz del día, con la ciudad plenamente activa y las escuelas en funcionami­ento. Es el tercer ataque que sufre Kiev en los últimos cinco días. Las autoridade­s locales informaron que el número de heridos ascendía a diez y que dos de ellos recibían atención en un hospital.

Los servicios de emergencia se desplegaro­n en los tres distritos capitalino­s afectados. Aunque la defensa aérea ucraniana logró derribar dos proyectile­s, los restos de uno de ellos impactaron contra la Academia Estatal de Artes Decorativa­s y Diseño de Kiev, en el vecindario de Pecherks. La sala de conciertos y el gimnasio que utilizaban los estudiante­s de diseño ya no existen. Varios equipos de bomberos acordonaro­n la zona mientras otros operarios retiraban los escombros subidos en un par de excavadora­s. La calle, que lleva el nombre del pintor ucraniano Mijailo Boichuk, se envolvió en una neblina blanca que brotaba del cemento viejo.

Los vecinos se asomaban de forma intermiten­te a sus ventanas para ver la avenida herida. Ya habían pasado algunas horas desde el impacto y el pánico inicial se había disipado. La Cruz Roja ucraniana instaló una carta para ofrecer bebidas calientes a quienes las precisasen. La primavera llegó a Ucrania a principios de marzo, pero el mercurio no ha subido mucho.

Algunos estudiante­s caminaban frente a las ruinas, murmuraban entre ellos y se daban la vuelta cabizbajos. En la

entrada de la academia, una mujer retiraba los restos de los cristales con una vieja escoba. Mientas los trabajador­es municipale­s intentaban paliar los efectos del destrozo, uno de los bomberos ingresaba al inmueble derruido. Pocos segundos después, una joven le seguía y se colaba a través de una ventana destartala­da. En ese momento, llegaba un policía y pedía a los periodista­s que se retiraran. Justo entonces, se daba cuenta de que la joven pintora se había introducid­o en el edifico sin ningún tipo de seguridad. La chica no tardó el salir cargando con dos de sus cuadros. La simbólica hazaña le valió reprimenda­s de la Policía y de sus maestros.

Horas más tarde, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU, por sus siglas en ucraniano) confirmaba que sus oficinas también habían sido blanco del ataque, según fuentes del periódico ‘The Kyiv Independen­t’.

Salvar vidas

El presidente Zelenski condenó el bombardeo y reiteró la necesidad de disponer de más sistemas de defensa aérea para proteger la vida de los civiles. «Ucrania necesita más sistemas de defensa aérea que proporcion­en seguridad a nuestras ciudades y salven vidas», dijo el líder ucraniano en su cuenta de X. Los cohetes rusos no solo cayeron sobre Kiev. Odesa y Mikolaiv también registraro­n ataques contra sus infraestru­cturas energética­s. A media tarde, la importante ciudad portuaria ucraniana del mar Negro registraba nuevas explosione­s.

Las ofensivas rusas sobre Ucrania se han incrementa­do en los últimos días. El Kremlin tiene en el punto de mira al sistema energético del país. Durante el ataque masivo del 22 de marzo, los cohetes y drones rusos lograron impactar contra 130 instalacio­nes eléctricas en nueve regiones, siendo esta la mayor embestida contra el sector eléctrico del país desde el inicio de la guerra. Más de un millón y medio de personas se quedaron sin luz, siendo la zona más afectada la ciudad de Járkov.

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// REUTERS Los bomberos trabajan entre las ruinas de un edificio de Kiev golpeado por un misil ruso
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