Siberia no está mal del todo
▶ La bailarina y coreógrafa, procedente de una familia de trotamundos, recuerda con cierto cariño la noche que tuvo que pasar en un albergue tras un accidentado vuelo
Antes de pasarle el teléfono, el marido de María Pagés, el escritor y catedrático de literatura hispanoamericana El Arbi el Harti, me previene: «Es tan positiva y tan optimista que no sé si te va a poder contar algo que considere su peor viaje, hasta yo tengo curiosidad por saber qué te responde». Ya al aparato, la bailarina flamenca empieza a hablar y por su voz sé que está sonriendo: «¡Ay, por Dios, si yo no recuerdo ningún viaje malo!».
Viene de familia trotamundos, desde un marino balear que, según las sagas familiares, llevó de las islas a Andalucía el catalanísimo apellido Pagès. Desde hace generaciones se pronuncia también con perfecto acento del sur: «La idea del viaje está incorporada en mi persona, mi origen es siempre un viaje». Su abuela llegó a Sevilla desde Cataluña y, su abuelo, desde Madrid. En la capital andaluza se encontraron, y de la capital andaluza partió María Pagés con tan solo 15 años. «Yo siempre me he imaginado viajando. Cuando imaginas, en cierta manera, ya viajas. La curiosidad misma es un viaje».
«Empecé a girar muy joven, con 16 años hice mi primera gira internacional, a la Unión Soviética y Japón», recuerda. En esa gira hubo un momento que bien podría ser su peor viaje, si no fuera porque «fue un viaje maravilloso». «Hicimos una gira por toda Siberia, de un extremo al otro», y en uno de los trayectos, hubo que hacer un aterrizaje de emergencia porque la avioneta en la que volaba toda la compañía de María Rosa tuvo algún problema mecánico. «El avión se escacharró», en palabras de la bailarina, así que «tuvimos que aterrizar en un lugar perdido de Siberia del que nunca sabré el nombre», rememora entre carcajadas. «Hicimos noche como en un albergue que había en el aeropuerto, para toda la compañía era una catástrofe», pero la joven María lo vivió «como una aventura». «Ni siquiera ese fue un viaje malo. No nos va a servir», se lamenta.
Después de la aventura siberiana han venido miles de kilómetros más, un premio Nacional, una medalla al mérito en Bellas Artes, un premio Princesa de Asturias… Acaba de pasar por Barcelona con su ‘Paraíso de los negros’, y en las próximas semanas va a participar en actividades sobre plástica escénica y movimiento en Teatros del Canal, mientras que el Centro Coreográfico María Pagés de Fuenlabrada organiza una jugosa mesa redonda sobre la danza y la salud mental. Esta mirada amplia sobre el arte es la que quiere llevar al espacio del Matadero que dirigirá a partir de ahora. Ahí, está creando un centro con una programación continuada de danza: «Creemos que es muy necesario e ilusionante, porque no existe en Madrid un espacio escénico dedicado exclusivamente a la danza», explica. Alrededor de este arte, tan poco mimado desde las instituciones pero en el que abunda el talento, quiere bastir un proyecto «que trascienda más el escenario, donde los creadores puedan tener su espacio, y hacer una labor ciudadana y social importante».
Eso sí, con tanto viaje y tanto proyecto va a tener que perderse, una vez más, la Semana Santa en Sevilla, que recuerda de cuando era niña: «Dos semanas antes, mi padre tenía lo que ahora sería una lista de Spotify, con marchas de Semana Santa, en casetes que ponía cuando llegaba de trabajar». Así, «ya nos ambientábamos». «En mi casa se ha vivido mucho la Semana Santa, conocíamos todos los pasos y cada detalle artístico, desde los orfebres hasta los arreglos florales y el arte de las velas, los bordados... No es solo una cuestión religiosa sino también muy artística».
No puedo evitar imaginarla intentando bailar aquellas marchas. «Se me irían los pies, seguro», porque «si oigo una música que me sugiere, siempre la asocio al movimiento y a la danza, es inevitable». Pero de ahí a bailar al son de una música con un significado y contexto tan concretos… «Siempre ha habido un respeto, pero sí que es verdad que son hermosísimas y tan bailables como cualquier otra música que te inspire».
Este año se perderá la Semana Santa de Sevilla, que «no es sólo una cuestión religiosa, sino también muy artística»