ABC (Córdoba)

Amenazas y quema de iglesias reciben al Papa en Chile

Francisco aterriza en plena escalada de tensión por la acción de grupos vandálicos que le intentan intimidar: «La próxima bomba será en tu sotana»

- CARMEN DE CARLOS CORRESPONS­AL EN BUENOS AIRES

«La única iglesia que ilumina es la que arde». La pintada se hizo en el suelo de la iglesia San Agustín de Melipilla, en el gran Santiago, cuyos muros pudieron escapar a las llamas. Esta iglesia fue la última en recibir la visita de los grupos que protestan en Chile por la visita del Papa. En menos de una semana, seis templos han estado a un paso de quedar reducidos a cenizas. Por fortuna, en ningún caso se registraro­n heridos y los daños fueron materiales.

El último ataque se produjo la madrugada del domingo, la víspera de la llegada del Pontífice a la capital chilena. En San Agustín no había un alma. El edificio, que había sufrido las sacudidas del terremoto de 2010, se encontraba en proceso de rehabilita­ción. La intervenci­ón de los carabinero­s evitó que el incendio fuera a mayores. Lo mismo sucedió con otras parroquias, como las de Estación Central, Recoleta, Peñalolén y Santiago Centro, objetivos anteriores de cócteles molotov, el sistema preferido para provocar el fuego. Panfletos con consignas políticas y otras pintadas acompañaro­n esos ataques y algún otro donde una amenaza produce escalofrío­s: «La próxima bomba será en tu sotana». El mensaje era para Francisco.

Blindaje La Nunciatura, donde pernoctará el Papa durante su estancia en Chile, se ha blindado por seguridad

«Intentos incendiari­os»

Hasta la fecha no había memoria de intentos de incendios de iglesias por parte de otras organizaci­ones que no fueran mapuches radicaliza­dos, y menos en la ciudad de Santiago y su periferia. Las autoridade­s chilenas sospechan que detrás de los últimos ataques podría estar la organizaci­ón anarquista Lautaro, cuyos orígenes hay que buscarlos en la etapa final de los 17 años de dictadura (1973-90) de Augusto Pinochet.

El ministro del Interior, Mario Fernández, identificó las agresiones con «grupos pequeños con capacidad limitada» e insistió en no sembrar la alarma y hablar de «intentos incendiari­os más que de ataques explosivos». En cualquier caso, la estancia de Francisco en Chile y la Nunciatura, donde pernoctará, está blindada. El ministro no dudo al asegurar que «el Papa no debería correr riesgo en su visita». En la misma línea se manifestó el alcalde de Santiago, Claudio Orrego, tras la reunión del Comité Operativo de Emergencia del que forman parte las Fuerzas Armadas, Carabinero­s, Policía Civil, la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) y las secretaria­s de Transporte y Salud.

El viaje de Francisco a Chile (hasta el jueves) y Perú (de jueves a domingo) viene envuelto en la polémica en ambos países, pero únicamente en el primero se han registrado hechos de vandalismo como los mencionado­s. En los últimos veinte años cerca de cuarenta iglesias –y templos evangélico­s– sufrieron la ira de grupos radicaliza­dos de mapuches, en la zona de la Araucanía. Se trata, en su mayoría, de miembros de RAM (Resistenci­a Ancestral Mapuche) que intentan infiltrars­e en Argentina.

Algunos, como la «machi» (referente espiritual y consejera) Francisca Linconao, detenida por incendiar la casa del matrimonio Luchsinger-Mackay, cuyos cuerpos se recuperaro­n carbonizad­os entre los escombros, pidió ser recibida por el Papa. La Iglesia, sin duda, atraviesa momentos de dificultad al otro lado de los Andes. El arzobispo de Santiago, el cardenal Ricardo Ezzati, reconoció un «momento de crisis» para la Iglesia chilena pero, añadió en una entrevista concedida al diario «La Tercera», «una crisis que es una bendición» para poder recuperars­e.

La mala racha la ilustra el último Latinobaró­metro, al advertir de que en Chile la Iglesia tiene la imagen más baja de toda Iberoaméri­ca. Apenas alcanza un 5,3 frente al 6,8 de Perú, donde también le espera a Francisco una recepción delicada por los casos de pedofilia de sacerdotes, problema que parece estar entre bambalinas de este escenario complejo para el Pontífice. El porcentaje de católicos descendió, del 74 por ciento en 1995 al 45 por ciento en 2017 en Chile. La caída de fieles se mantuvo, de forma sostenida, desde el 2010, año en el que estalló el «caso Karadina», en referencia al sacerdote Fernando Karadina acusado de abusos sexuales en 2004 y declarado culpable por el propio Vaticano al haber prescrito sus delitos en la Justicia.

Los reproches a Francisco apuntan, en concreto, a la designació­n hace dos años de Juan Barros como obispo de la diócesis de Osorno. Monseñor Ba-

rros estuvo junto a Karadina cuando este se aprovechab­a de los niños. Los chilenos entienden que estaba al tanto de su conducta. Por este motivo, ayer se concentrar­on diferentes grupos en Santiago como protesta a la visita del Papa. El tuit del presidente boliviano, Evo Morales, donde aseguraba que el Pontífice estaba intercedie­ndo para que Chile cediera una salida al mar, en propiedad, a Bolivia, no parece que colaborase a crear un clima de entusiasmo.

El viaje a Argentina

Para Francisco, quizás este viaje sea el de mayor desafío. A los hechos mencionado­s se suma cierto malestar en Argentina por excluir, en estos cinco años, al país de sus periplos sudamerica­nos. El Papa visitó ya Colombia, Brasil, Bolivia, Paraguay y ahora Chile y Perú pero evita poner un pie en la tierra que le vio nacer. Los argentinos no terminan de entender esta decisión.

La polémica aumenta por su relación de privilegio con personajes extremadam­ente críticos con el actual Gobierno de Mauricio Macri e identifica­dos con las gestiones de Cristina Kirchner. Aun así, Argentina espera una señal o anuncio de que la próxima vez que cruce el Atlántico será para volver.

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REUTERS Un hombre quita cristales de una parroquia en Chile
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EFE Fachada afectada por las llamas de la parroquia Santa Isabel de Hungría, en el municipio de Estación Central, en Santiago de Chile

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