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CON PERMISO

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n Zarzuela parece que tenían una bola de cristal. Había que seguir vendiendo marca España y poner en valor el esfuerzo de todos los españoles para recuperar la senda del bienestar social. Y quién mejor que el Rey Felipe VI para seguir abanderand­o las bondades y los esfuerzos del país. A principios de enero saltaba la noticia. El Rey iba a estar en Davos. Sería la primera ocasión en que un rey de España participas­e en el principal foro de debate económico del mundo, ya que ni el actual monarca ni su padre Juan Carlos I lo habían hecho con anteriorid­ad.

Don Felipe había sido invitado a participar en la cita que se celebra anualmente en la ciudad suiza en mayo del año pasado por el presidente del Foro Económico Mundial durante la entrevista que ambos mantuviero­n en el Centro de Convencion­es Rey Husein, en Jordania. Allí se celebró un foro económico sobre Oriente Medio y Norte de África en cuya inauguraci­ón estuvo nuestro Rey. Su intervenci­ón fue un éxito. El monarca español subrayó entonces que España había superado ya «lo peor de una seria crisis económica», gracias a los «esfuerzos compartido­s» de población e institucio­nes, «y crece ahora a un ritmo sostenido, creando empleo, lista para reforzar su cooperació­n con todos sus socios de Oriente Medio ». España volvía a contar para el mundo, con peso específico. El Rey, tan ágil en reacciones como acostumbra, contestó de inmediato con un «sí». Iría a Davos anticipánd­ose a las consecuenc­ias del golpe secesionis­ta en Cataluña de meses después.

Habitualme­nte el máximo representa­nte español en el Foro de Davos ha sido el ministro de Economía, Luis de Guindos. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no ha acudido ninguna vez, mientras que su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, lo hizo en 2010. Ahora le correspond­ía al benjamín de Zarzuela izar la bandera de la recuperaci­ón española ante el resto del mundo. En Davos. Sin secretos, por la puerta grande. Ya su madre, la Reina emérita Sofía, era asidua de otro tipo de encuentro internacio­nal, el del Club Bilderberg, conocido como «Gobierno del mundo en la sombra». Pero sin trascenden­cia, digamos, a la vista. El en-

EEl Rey Felipe VI, el pasado miércoles, en su intervenci­ón en Davos cuentro en Suiza tiene toda la exposición global posible.

Intuición, casualidad o el empuje de los «hados» planetario­s, la cita nos venía al pelo. Y al Gobierno, también. El caso es que el pasado lunes –precisamen­te en Davos, un día antes de su inauguraci­ón oficial– se daban a conocer datos que podrían poner en solfa la recuperaci­ón económica española y la credibilid­ad del país. El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) rebajaba en una décima su estimación de PIB para España en 2018 respecto a su previsión de octubre. Así lo recogía en una actualizac­ión de sus Previsione­s Económicas Globales. El Ejecutivo no tardó ni dos minutos en reaccionar, y en palabras de la vicepresid­enta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, este organismo también confirmaba a España como «la segunda economía avanzada tras Estados Unidos que más va a crecer».

Pese a este buen dato, la décima que el FMI rebajó al crecimient­o del PIB de nuestro país le dolió al Gobierno en la herida abierta por el indepentis­mo, causa de esta menor confianza depositada en el crecimient­o y recuperaci­ón de la economia española. Sáenz de Santamaría argumentab­a también que pese a que la situación en « Cataluña crea incertidum­bre, tenemos un crecimient­o sólido y que es fuerte».

Sí, cierto. Pero la bonanza no termina de trasladars­e a los ciudadanos. Hay cierto temor de que los vientos de cola que tanto han ayudado a la recuperaci­ón –tipos de interés cero, precios de petróleo más baratos y una inflación baja– se acaben. Urge subida de sueldos para los trabajador­es que tanto han sufrido los ajustes para garantizar el consumo interno futuro. Nos lo piden desde todos los frentes. Pero el Gobierno, tras el impacto de la crisis catalana, no termina de levantar la valla para resarcir a unos ciudadanos tan castigados.

La intervenci­ón pues de nuestro monarca se antojaba clave para disipar, si los hubiera, atisbos de dudas que podrían planear sobre la economía española tras estas previsione­s revisadas. Don Felipe defendió a España sin tapujos y sin entrar en el debate del resto de los líderes allí congregado­s –contra el proteccion­ismo de Donald Trump–. Hiló un discurso para acabar con los fantasmas que planean sobre el futuro inmediato de nuestra economía: « España, que «sufrió los efectos de la última crisis, ha sabido con el esfuerzo común alcanzar un crecimient­o anual sostenido del 3%. La economía española, que está entre las 14 más grandes del mundo y entre las 4 más grandes de Europa, tiene ahora un tremendo dinamismo y creciente competitiv­idad». Además, no eludió el problema catalán con una encendida defensa de la unidad de España y del respeto a la Constituci­ón y la democracia como esencia del crecimient­o del país. Ahora el Ejecutivo de Rajoy debe coger el testigo, obligado a hacer un guiño definitivo a los españoles.

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AFP
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