Trump comienza a dinamitar los puentes
No eran pocos los que pensaban que del dicho del «American first» al hecho proteccionista había un trecho que Donald Trump no se atrevería a recorrer, al menos no en su totalidad. Pero el hombre que gobierna a golpe de tuit comienza a demostrar que, como el monologuista que se ríe de su propio chiste antes de acabar de contarlo, realmente cree en sus ocurrencias. Utilizar el término coherencia en su caso es desde luego ir demasiado lejos en el esfuerzo empático, pero Trump parece empeñado en confirmar que es proteccionista por convicción. Y se ha puesto manos a la obra con la demolición. Por más que su impacto inicial pueda parecer limitado, la imposición de aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio podría convertirse en el prólogo de una crisis del comercio multilateral de consecuencias imprevisibles para la economía global.
«Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar», espetó el siempre espontáneo mandatario bajo las llamas del incendio y nada más ejecutar la patada a seguir con las reglas de la OMC. Y con el sentido común. Las restricciones anunciadas por el hombre que ve ocho horas diarias de televisión supondrán un duro quebranto para numerosos países, pero también tendrán un impacto dudoso en el gi- gante norteamericano. Muchos analistas creen que la subida de precios de los productos afectados lastrará el consumo interno y minará la confianza en la marcha de una economía que, hasta ahora, parecía ajena a los terremotos dialécticos con epicentro en el 1600 de la Avenida de Pennsylvania.
Ni los grandes bloques económicos ni las principales potencias mundiales se han tomado el anuncio con calma. Se impone el convencimiento de que realmente Trump es capaz de ir aún más lejos. Y ya se anuncia el despliegue del primer arsenal defensivo. Fuego comercial cruzado en el que será difícil encontrar un ganador. Todos pierden con un conflicto generalizado de trincheras que solo serviría para empequeñecer la economía. Tras la crisis de 2008 se ha extendido cierta corriente que parece señalar al comercio transfronterizo como el culpable de todos los males del nuevo milenio. Pero, en la balanza de ventajas e inconvenientes, es difícil negar que las economías de escala se han convertido en una autopista de competitividad, innovación, eficiencia y calidad empresarial. Algo que siempre beneficia al consumidor. Jugar en tablero global redobla las exigencias, pero también las oportunidades. Dinamitar todos los puentes solo sirve para sepultar el futuro entre escombros.
«Será difícil encontrar un ganador si se generaliza el fuego comercial cruzado»