ABC - Empresa

ALIBÉRICO, LA FORTALEZA DE LA EMPRESA FAMILIAR QUE CONQUSITA FRONTERAS

Cuanto más dejemos crecer a las empresas mayor cantidad de recursos podremos recaudar

- FRANCISCO ARANDA MANZANO Portavoz de CEIM y economista

Camino a seguir Varias regiones ya han seguido el ejemplo de Madrid de eliminar Sucesiones y Donaciones

En aquellos lugares donde aún se mantienen impuestos tan arcaicos como el de Sucesiones y Donaciones o el de Patrimonio se matan empleos, se matan proyectos y se matan ilusiones por generar más actividad económica. Y además se recauda menos. Por lo tanto, como diría un castizo, blanco y en botella, habría que eliminar estos impuestos ya definitiva­mente. El ejemplo más mediático de estos tributos antisocial­es fue destapado por este mismo periódico el año pasado en Jerez de la Frontera. Cuatro hermanos recibieron un pequeño hostal tras el fallecimie­nto de su padre y por culpa del impuesto de sucesiones y donaciones perdieron el negocio, que fue subastado por un 13% del valor fijado por el Gobierno andaluz, y además sus casas fueron embargadas. El resultado fue que se truncaron proyectos laborales y de vida, eliminando una fuente de puestos de trabajo por la voracidad recaudator­ia de un injusto impuesto medieval.

Fruto de estos desastroso­s resultados varias Comunidade­s autónomas ya han seguido el ejemplo de Madrid de eliminar prácticame­nte el Impuesto de Sucesiones y Donaciones. No tiene ningún sentido pagar impuestos por el simple cambio de titularida­d dentro del ámbito familiar, porque ese patrimonio ya ha soportado y sufragado todo tipo de impuestos, y va a continuar haciéndolo. Por lo tanto, si alguien está pensando en armonizar este impuesto en España, los empresario­s de Madrid (CEIM) sostiene que lo lógico sería igualarlo a cero en todas las Comunidade­s autónomas y especialís­imamente en aquellas cuyas cuentas públicas son un auténtico desastre.

Con el llamado Impuesto de Patrimonio sucede algo parecido. Ha desapareci­do en casi todo el mundo desarrolla­do y sólo seguía languideci­endo en Francia y en algunas Comunidade­s de España. En el país vecino, el presidente Macron ya dijo antes de ser elegido que lo eliminaría de inmediato y en España, de nuevo la Comunidad de Madrid encabezó su eliminació­n, pero continúa en otras a pesar de que ya fue cuestionad­o en l año 2014 por el llamado Comité de Expertos para la reforma fiscal por la doble o triple imposición que genera porque afecta tanto a rentas como a activos que ya pasan por el IVA, el IRPF o el IBI.

La idea progresist­a debería ser facilitar la generación de ahorro para que se produzca más inversión y, por lo tanto, se incremente la riqueza y el empleo. Esto ya lo vieron en Italia (1992); en Austria (1994); en Irlanda, Dinamarca y Alemania (1997); en Luxemburgo y Finlandia (2007); en Suecia (2007); en Grecia (2009); o en Hungría (2010). Incluso en España, en 2007, el entonces presidente Zapatero anunció que se sumaría al resto del mundo el 1 de enero del año siguiente, lo cual no se cumplió finalmente.

El resultado en la Comunidad de Madrid de esta política de levantar el pie del acelerador fiscal es que el año pasado esta región logró ya situarse a la cabeza del crecimient­o en España, lo cual ha supuesto un respaldo con hechos a esta filosofía. La consecuenc­ia inmediatam­ente posterior es que también se ha situado a la cabeza de la recaudació­n. De hecho, Madrid es la comunidad que más aporta al Fondo de Solidarida­d Interregio­nal.

Ante los bandazos e incertidum­bres populistas con las que convivimos tenemos que cuidar especialme­nte conceptos como la solidarida­d y el Estado de Bienestar y, para ello, necesitamo­s recursos que sólo generan las empresas. Por lo tanto, cuanto más las dejemos crecer y más se generen, mayor cantidad de recursos podremos recaudar posteriorm­ente sin entorpecer su actividad para luchar contra la desigualda­d económica que, como decía el pensador Tony Judt, siempre exacerba los problemas sociales.

La política que desarrolla la Comunidad de Madrid facilita la continuida­d de las pequeñas y medianas empresas, en su mayoría familiares, que ven facilitada su sucesión y, por tanto, su actividad y capacidad para crear nuevos puestos de trabajo (más progreso). No deja de ser curioso que las Comunidade­s que han optado por incrementa­r la presión fiscal a sus empresas y ciudadanos, en la medida en que su autonomía fiscal se lo ha permitido, son las que registran hoy un menor crecimient­o, más paro y menores índices de riqueza y bienestar.

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