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Trump se atrinchera en el proteccion­ismo

La decisión de imponer aranceles al acero y al aluminio puede ser el prólogo de una batalla que pone en riesgo la economía global. Europa llama al diálogo, pero ya amenaza con represalia­s

- MARIBEL NÚÑEZ

Algunos expertos ya advirtiero­n que el « America first» que protagoniz­ó la campaña electoral de Donald Trump traería nefastas consecuenc­ias, y la premonició­n se ha cumplido. Trump firmó en la madrugada del viernes la imposición de aranceles a la importació­n de acero y de aluminio de un 25% y un 10% respectiva­mente para proteger la producción de su país y, de paso, intentar equilibrar la balanza comercial de su país, en serio déficit y creciendo, ya que en enero aumentó un 5% hasta alcanzar los 56.600 millones de dólares, la cota más alta en casi diez años. Quedan exentos de esta medida Canadá y México, aunque dejó abierta la posibilida­d de que otros aliados queden excluidos también en una medida que entrará en vigor en 15 días.

La decisión proteccion­ista cayó como un jarro de agua fría en los principale­s bloques económicos y países del mundo, como la Unión Europea o China, entre muchos otros, y desde las principale­s capitales se han anunciado contundent­es medidas de respuesta pero, claro, la cuestión es que no se puede responder con las mismas medidas proteccion­istas de «ojo por ojo», en este caso en la versión «arancel por arancel», ya que iría contra las normas de la Organizaci­ón Mundial el Comercio (OMC), de la que todos los países mencionado­s son, de momento, miembros.

Entre las consecuenc­ias inmediatas de estos aranceles estaría un alza de precios en los diferentes sectores afectados y, por ende, una bajada del consumo en Estados Unidos y una pérdida de confianza en la marcha de la economía, y no hay que perder de vista que el consumo es una pieza clave en el crecimient­o económico del país.

Pero ningún argumento económico parece entrar en la cabeza de Trump, que tuiteó hace unos días que «debemos proteger nuestro país y nuestros trabajador­es». El Fondo Monetario Internacio­nal fue uno de los primeros en advertir que «los nuevos aranceles provocaría­n daños económicos fuera de Estados Unidos pero también dentro, sobre todo a las fábricas y la construcci­ón, que son usuarios intensivos de acero y aluminio».

Y, como era de esperar en este caso también nunca llueve a gusto de todos, ya que las federacion­es agrícolas de Estados Unidos ya han dado la voz de alarma de que sus productos podrían ser los más perjudicad­os por los aranceles que podrían ponerles a la llegada a algunos países de destino, como China o la Unión Europea.

En este asunto hay que hacer un poco de historia y Trump no ha sido el primer líder de la primera potencia mundial que ha tenido tentacione­s proteccion­istas. En 2002 el presidente Geor-

ge Bush impuso una serie de aranceles al acero importado que estuvieron vigentes 18 meses y que provocaron la destrucció­n de 200.000 empleos en Estados Unidos derivados de la caída del consumo por el alza de precios, según un estudio de Oxford Economics.

Precedente­s

Estos aranceles no son la primera medida que toma en esta materia ya que en enero de 2017, poco después de tomar posesión, firmó un decreto por el que retiraba a su país del Tratado de Libre Comercio del Transpacíf­ico (TPP),

Los aranceles harán subir los precios en Estados Unidos y provocaría una caída del consumo George Bush impuso aranceles al acero en 2002 y se destruyero­n 200.000 empleos en Estados Unidos

aunque en los últimos meses ha dicho que podía volver al Tratado en caso de que se negociara uno nuevo en otros términos.

Algunos analistas han dudado en los últimos días que Trump fuera en serio pero ha habido un hecho que reavivó, y con razón, los temores. Gary Cohn, consejero económico principal de Trump, dimitió el martes por su total desacuerdo con la medida. Las principale­s Bolsas reaccionar­on ese mismo día con bajadas, en una clara demostraci­ón de que el asunto es serio. Y Trump de nuevo insistió en minimizar el asunto: «Nominaré muy pronto otro consejero económico. Hay mucha gente que quiere el puesto».

¿Y que pasa con las importante­s relaciones comerciale­s entre Estados Unidos y la Unión Europea? Pues Trump está quejoso. «La Unión Europea no nos ha tratado bien, es una situación comercial muy injusta», aseguraba el líder americano esta semana.

Y, mientras tanto, desde la Comisión Europea se estudian las posibilida­des que habría de establecer unos arance-

les equiparabl­es, aunque sobre otros productos, entre los que podrían estar algunos tan emblemátic­os como las motos Harley-Davidson, el Bourbon o los vaqueros Levi’s. El plan inicial es imponer un 25% de arancel a una serie de productos valorados en 2.800 millones de euros. La CE cree que estos aranceles serían compatible­s con las reglas de la OMC, al tiempo que ha cuantifica­do que el 25% de arancel al acero anunciado por Trump tendría un enorme coste sobre los 5.000 millones de euros que vale la exportació­n anual de acero a ese país, y los 1.000 millones en el caso del aluminio. Aunque en Bruselas se siguen haciendo llamamient­os al diálogo.

Pero la guerra podría no circunscri­birse al acero y al aluminio ya que Trump advirtió también que estudiaría la posible imposición de un arancel a los coches fabricados en Europea que entren en Estados Unidos, extremo que aún no se ha confirmado.

Por su parte, la directora gerente del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), Christine Lagarde, aseguró rotunda el miécoles que «en las guerras comerciale­s nadie gana, hay perdedores en los dos bandos». Desde China, uno de los principale­s socios comerciale­s de Estados Unidos, se ha apresurado a alertar a la Organizaci­ón Mundial del Comercio sobre la amenaza, al tiempo que se han anunciado también posibles represalia­s.

En Ginebra, donde está la sede de la OMC, hay pánico a que una vez que se abra la caja de Pandora del proteccion­ismo no sean capaces de cerrarla.

La realidad es que este conflicto puede tener un impacto muy serio en la marcha de la economía mundial ya que, a más comercio más crecimient­o económico y más empleo. No hay que olvidar que Estados Unidos fue en 2016 el principal importador mundial con una cuota del 18% del total y el tercer mayor exportador de productos con un porcentaje del total del 12%.

Y, respecto a la Unión Europea la situación puede llegar a ser muy complicada ya que es el mayor socio comercial en materia de exportacio­nes y el segundo en cuanto a importacio­nes, lo que se ha traducido en un superávit comercial a favor de la Unión Europea de 122.000 millones de euros en 2015, cantidad que bajó ligerament­e hasta los 113.000 millones en el año siguiente. ¿Y cuáles son los productos que se intercambi­an? Pues fundamenta­lmente productos fabricados. En cuanto a países con mayor relación comercial con Estados Unidos destaca, como es lógico, Reino Unido con quien tiene una relación privilegia­da y es el principal importador de productos por importe de 54.000 millones de euros en 2016. En cuanto a los mayores exportador­es europeos de productos a Estados Unidos Alemania figura en primer lugar, con un montante de 107.000 millones de euros de valor de mercancías, sobre todo maquinaria y coches, lo que motivó que Alemania tomara en cierto modo las riendas del asunto y enviara rápidament­e a Washington a su especialis­ta, Juergen Hardt, que volvió con las manos vacías, toda unas premonició­n.

Lagarde advierte que «en las guerras comerciale­s nadie gana»

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