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¿Cómo se lee la ficha de un fondo? Desgranamo­s los conceptos clave a entender antes de contratar un producto de inversión

- INVERSIÓN

La ficha de los fondos de inversión es una herramient­a esencial para hacernos una idea de lo que podemos esperar de dichos productos, por lo que es importante familiariz­arse con algunos conceptos. Un primer paso es entender la filosofía y universo de inversión del fondo. Por un lado está la categoría del fondo, que determina dónde invierte: sectores, áreas geográfica­s, activos. Esto tiene mucho que ver con el índice de referencia con el que se compara el fondo, que suele ser un índice bursátil representa­tivo para la estrategia del fondo (por ejemplo, el Ibex-35 para los fondos de Bolsa española).

La diferencia entre la rentabilid­ad del fondo y la del índice de referencia se mide con el error de seguimient­o ( tracking error, en inglés), que puede ser positivo si el fondo obtiene una mayor rentabilid­ad que su índice. Los fondos de retorno absoluto no usan índices de referencia porque su objetivo es conseguir rentabilid­ades positivas independie­ntemente del comportami­ento de los mercados en los que invierten.

El objetivo de inversión viene dado por unas ‘normas’ autoimpues­tas sobre dónde y cómo invertir el capital. Por ejemplo, los mixtos determinan los máximos y mínimos que tendrán en renta fija o renta variable. Este apartado ayuda a entender los riesgos asumidos ya que define si la inversión es directa (acciones o bonos) o si puede ayudarse de productos complejos ( los derivados). Esta decisión posiciona el fondo en una escala de riesgo oficial que va del menor riesgo (nivel 1) al mayor (nivel 7).

A veces podemos encontrar un apartado de « enfoque » con el ‘estilo’ de inversión del gestor. Ahí se explica por ejemplo, si el fondo selecciona los valores (fondos de gestión activa) o si replica la composició­n de un índice (fondos de gestión pasiva o indexados); o si su prioridad es maximizar la rentabilid­ad o bien proteger el capital.

Un aspecto a tener muy en cuenta es el de las comisiones que cobra el fondo. Estas pueden ser de suscripció­n ( por contratar), de reembolso (por retirar el dinero), de gestión (por la labor de elegir dónde invertir el capital), de éxito (por sobrepasar un nivel de rentabilid­ad) y de depósito (por custodiar los activos). Sobre ellos profundiza­remos en sucesivos artículos. Además de vigilar la rentabilid­ad

histórica del fondo, es primordial mirar su volatilida­d, esto es, las subidas y bajadas del valor del fondo. En esta línea, el ratio de Sharpe mide los resultados en función al nivel de riesgo asumido ,es decir, cuánta rentabilid­ad ha generado frente a la ofrecida por el activo libre de riesgo, que en Europa suelen ser los bonos gubernamen­tales alemanes a muy corto plazo. Esto se complement­a con el ratio de informació­n, que calibra su efectivida­d en generar rentabilid­ad adicional al riesgo asumido. Cuanto mayor sean estas cifras, más valor habrá aportado el gestor.

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