Ahora que el viento cambia de dirección
Nunca caminarás solo. Ni aunque aceleres el paso. En un mundo interconectado, el estornudo del vecino es el síntoma de tu propio catarro. A nadie se le escapa que en el estirón experimentado por la economía española en el último lustro han tenido mucha importancia factores exógenos, los denominados «vientos de cola» que impulsaron la actividad y dieron alas a la confianza. Una prolongada política monetaria expansiva, un largo periodo de petróleo barato, la economía de la Eurozona creciendo a buen ritmo, el motor del turismo revolucionado por la falta de competidores... todos esos factores ayudaron a superar con mayor rapidez y solvencia de lo imaginable el tránsito por los últimos metros del oscuro túnel de la gran crisis.
Pero el viento comienza a cambiar de dirección. El horizonte en el que el dinero barato dejará de inundar a las empresas y los Estados europeos está cada vez más cercano. Una inevitable vuelta a la ortodoxia monetaria para comprobar si el convaleciente ha recuperado las fuerzas y es capaz de caminar sin muletas. La era del crudo barato también parece tocar a su fin. Las tensiones entre EE.UU. e Irán han reforzado las políticas de control de la producción de los países de la OPEP, hasta conseguir que el barril de oro negro ronde los 80 dólares. Además del previsible impacto en el consumo, uno de los ejes de la recuperación, el repunte del crudo merma la competitividad de nuestras empresas y desequilibra la balanza comercial. El último Plan Presupuestario de Economía llegaba a reconocer que un barril en el entorno de los 73 dólares podría rebajar el PIB hasta siete décimas este año. Nuestro propio petróleo, el turismo también se enfrenta a su ración de incertidumbre. Destinos como Túnez o Egipto comienzan a recuperar el pulso. Más comensales en el reparto de la gran tarta de la que se alimenta la economía española. Y para confirmar que el viento amaina y la maquinaria se ralentiza, la economía de la Eurozona ya da síntomas de desaceleración (creció un 0,4% hasta marzo). Las fluctuaciones ciclícicas son habituales en el devenir económico y rara vez tienen la virulencia de la crisis de 2008. El problema es no haber aprovechado la visión privilegiada que ofrecía la parte alta de los dientes de sierra para haber acometido las reformas que permitirían lidiar con las vacas flacas del futuro. La tracción se agota mientras se siguen haciendo equilibrios populistas con el déficit y prioridades como las pensiones o la financiación autonómica están pendientes. No parece buena estrategia dejar para un mañana incierto lo que se debería haber hecho en un hoy propicio.
«Se dejó para un manaña incierto lo que se debería haber hecho hoy»