«La ausencia de un control interno adecuado ha causado enormes fracasos tanto en el ámbito empresarial privado como en el público»
Independencia
En los últimos años ha aumentado la concienciación general sobre la necesidad de establecer mecanismos de control que mitiguen los riesgos a los que se enfrentan las compañías.
Entre las lecciones aprendidas se encuentra el vínculo innegable entre la mala praxis en materia de gobierno corporativo y la crisis. No solo por las actuaciones individuales, que tienen su reflejo en los juzgados, sino también por las palpables consecuencias que tiene la actividad de las empresas sobre la economía, la política y la sociedad.
Además, los mercados están viviendo una revolución con las nuevas tecnologías, una avalancha regulatoria, y enormes movimientos sociales, entre otros factores; y el camino para adaptarse pasa por una gestión y control eficaz de los riesgos que proteja al máximo el valor de las organizaciones y de todas las partes interesadas.
Y es que la ausencia de un control interno adecuado ha causado enormes fracasos tanto en el ámbito empresarial privado como en el público. Sobre la mesa están casos que han pasado a la historia como los de Societé Génerale, WellsFargo o Volkswagen, por mencionar algunos de los más relevantes, amén de los ocurridos en nuestro país en el sector financiero; y numerosos son también aquellos en los que se ven involucradas entidades y administraciones públicas de todos los ámbitos de actuación.
Por este motivo se han hecho imprescindibles marcos de buen gobierno en todo tipo de organizaciones que mejoren la eficacia y responsabilidad en su gestión, alineándolas con las mejores prácticas internacionales. Marcos que eviten el abuso de poder a través de contrapesos al poder.
Con esta premisa las reformas legislativas de los últimos años -como la Ley de Sociedades de Capital o el Código de Buen Gobierno- han establecido recomendaciones sobre separación de poderes, segregación de funciones y refuerzo de contrapesos, asignando además a los consejos de administración y comisiones de Auditoría importantes responsabilidades de supervisión de los sistemas de control interno y gestión de riesgos e información financiera. Este buen gobierno corporativo no puede existir sin una Auditoría Interna eficaz pues, como mano derecha y asesora de confianza de las comisiones de Auditoría, vela por el buen funcionamiento de estos sistemas y promueve su mejora continua, contribuyendo a que las organizaciones se anticipen a los riesgos, garantizando que la actividad y los procesos internos se realizan correctamente.
Entre sus funciones, Auditoría Interna tiene la responsabilidad de aportar su visión de negocio orientada a los riesgos críticos de la compañía y promover mejoras basadas en el conocimiento de la organización; analizar la operativa y el cumplimiento normativo; e informar a la dirección sobre los aspectos críticos, alertando para que la empresa no traspase las líneas rojas marcadas por el Consejo de Administración.
En definitiva, Auditoría Interna debe supervisar con un enfoque orientado a riesgos si los controles existentes en la organización son adecuados para mitigarlos, y si los procesos de gobierno son eficaces y eficientes. De esta forma se posiciona como agente de cambio, en constante adaptación, que apoya en la transformación de las empresas y en la promoción de una cultura corporativa basada en los valores distintivos de cada compañía.
Al igual que los médicos chinos, podría decirse que Auditoría Interna aplica un tratamiento preventivo y constante para prevenir futuros problemas. Una misión que requiere de independencia y objetividad suficientes, por lo que un auditor interno no puede asumir responsabilidades de gestión, y debe contar con una posición en el organigrama que le permita mantener esa independencia y el acceso a la información. Pero también con las herramientas técnicas y humanas necesarias para cumplir con su labor: aportar aseguramiento a consejos de administración y alta dirección y, en definitiva, proteger el valor de las organizaciones.
«Debe contar con una posición que le permita mantener su independencia y el acceso a la información»