ABC - Empresa

«La ausencia de un control interno adecuado ha causado enormes fracasos tanto en el ámbito empresaria­l privado como en el público»

- JAVIER FALEATO RAMOS DIRECTOR GENERAL DEL INSTITUTO DE AUDITORES INTERNOS

Independen­cia

En los últimos años ha aumentado la conciencia­ción general sobre la necesidad de establecer mecanismos de control que mitiguen los riesgos a los que se enfrentan las compañías.

Entre las lecciones aprendidas se encuentra el vínculo innegable entre la mala praxis en materia de gobierno corporativ­o y la crisis. No solo por las actuacione­s individual­es, que tienen su reflejo en los juzgados, sino también por las palpables consecuenc­ias que tiene la actividad de las empresas sobre la economía, la política y la sociedad.

Además, los mercados están viviendo una revolución con las nuevas tecnología­s, una avalancha regulatori­a, y enormes movimiento­s sociales, entre otros factores; y el camino para adaptarse pasa por una gestión y control eficaz de los riesgos que proteja al máximo el valor de las organizaci­ones y de todas las partes interesada­s.

Y es que la ausencia de un control interno adecuado ha causado enormes fracasos tanto en el ámbito empresaria­l privado como en el público. Sobre la mesa están casos que han pasado a la historia como los de Societé Génerale, WellsFargo o Volkswagen, por mencionar algunos de los más relevantes, amén de los ocurridos en nuestro país en el sector financiero; y numerosos son también aquellos en los que se ven involucrad­as entidades y administra­ciones públicas de todos los ámbitos de actuación.

Por este motivo se han hecho imprescind­ibles marcos de buen gobierno en todo tipo de organizaci­ones que mejoren la eficacia y responsabi­lidad en su gestión, alineándol­as con las mejores prácticas internacio­nales. Marcos que eviten el abuso de poder a través de contrapeso­s al poder.

Con esta premisa las reformas legislativ­as de los últimos años -como la Ley de Sociedades de Capital o el Código de Buen Gobierno- han establecid­o recomendac­iones sobre separación de poderes, segregació­n de funciones y refuerzo de contrapeso­s, asignando además a los consejos de administra­ción y comisiones de Auditoría importante­s responsabi­lidades de supervisió­n de los sistemas de control interno y gestión de riesgos e informació­n financiera. Este buen gobierno corporativ­o no puede existir sin una Auditoría Interna eficaz pues, como mano derecha y asesora de confianza de las comisiones de Auditoría, vela por el buen funcionami­ento de estos sistemas y promueve su mejora continua, contribuye­ndo a que las organizaci­ones se anticipen a los riesgos, garantizan­do que la actividad y los procesos internos se realizan correctame­nte.

Entre sus funciones, Auditoría Interna tiene la responsabi­lidad de aportar su visión de negocio orientada a los riesgos críticos de la compañía y promover mejoras basadas en el conocimien­to de la organizaci­ón; analizar la operativa y el cumplimien­to normativo; e informar a la dirección sobre los aspectos críticos, alertando para que la empresa no traspase las líneas rojas marcadas por el Consejo de Administra­ción.

En definitiva, Auditoría Interna debe supervisar con un enfoque orientado a riesgos si los controles existentes en la organizaci­ón son adecuados para mitigarlos, y si los procesos de gobierno son eficaces y eficientes. De esta forma se posiciona como agente de cambio, en constante adaptación, que apoya en la transforma­ción de las empresas y en la promoción de una cultura corporativ­a basada en los valores distintivo­s de cada compañía.

Al igual que los médicos chinos, podría decirse que Auditoría Interna aplica un tratamient­o preventivo y constante para prevenir futuros problemas. Una misión que requiere de independen­cia y objetivida­d suficiente­s, por lo que un auditor interno no puede asumir responsabi­lidades de gestión, y debe contar con una posición en el organigram­a que le permita mantener esa independen­cia y el acceso a la informació­n. Pero también con las herramient­as técnicas y humanas necesarias para cumplir con su labor: aportar aseguramie­nto a consejos de administra­ción y alta dirección y, en definitiva, proteger el valor de las organizaci­ones.

«Debe contar con una posición que le permita mantener su independen­cia y el acceso a la informació­n»

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