Marcha atrás hacia el punto de partida
Donde dije revolución, digo remoción. En lugar de dar el estoque, los retoques que sean posibles. El nuevo Gobierno exprés ha apelado al «pragmatismo» (cuarto y mitad de eufemismo de lo que viene a ser simple y llanamente falta de respaldo parlamentario) para aparcar sus promesas de voltear la reforma laboral y conformarse con comenzar a erosionar el marco laboral introduciendo algunos cambios. Significativos, eso sí. Y no muy oportunos, también. Porque puede que a la reforma laboral le siga faltando una vuelta... pero no precisamente hacia atrás. La voraz crisis se saldó entre 2007 y 2013 con la destrucción de 3,3 millones de puestos de trabajo, un 16% de los que existían antes de su estallido. Es evidente que las rigídeces que definían el mercado de trabajo no ayudaron en absoluto a reducir ese impacto.
Ríos de tinta, convertidos en ocasiones en riadas de demagogia, han corrido estos años sobre la norma laboral aprobada por el Gobierno en febrero de 2012. Pero lo cierto es que en ese momento, España acumulaba un desempleo del 24,8%, que llegaría a alcanzar un histórico 27,1% en la EPA del primer trimestre de 2013, la que retraba un país con la inaceptable cifra de 6,2 millones de parados. En el adiós precipitado de Rajoy, la foto fija revela que nuestro país tenía 1,1 millones menos de parados que en diciembre de 2011, cuando el PP llegó a La Moncloa. Indiscutiblemente, la reactivación económica tiene mucho que ver en esta resurección laboral, pero el tan denostado marco legal laboral ya permitió comenzar a crear empleo con repuntes del PIB inferiores al 1%.
El ejercicio de «pragmatismo» que ahora propugna el presidente de los 84 diputados incluye restar protagonismo a los convenios de empresa frente a los colectivos. Precisamente, una de las medidas que, mediante ejercicios de posibilismo entre empresarios y trabajadores, evitó la defunción de miles de negocios y una sangría aún mayor en el empleo. Este paso hacia atrás, junto a la idea de ampliar la vigencia de los convenios más alla de un año cuando no haya acuerdo entre las partes (la llamada ultraactividad), solo se puede entender como una concesión para que los sindicatos vuelvan a tener un papel protagonista. El mercado laboral español, que aún adolece de demasiadas rigideces, tiene otras urgencias. Por ejemplo, atajar la sempiterna temporalidad con más incentivos para la contratación indefinida. E impulsar unas políticas activas de empleo marcadas por la ineficacia. Y, especialmente, sellar la brecha que separa lo que se enseña en las aulas de que se exige en las empresas. Pero desde luego, volver al punto de partida nunca fue avanzar.
«El mercado laboral aún adolece de exceso de rigidez»