ABC - Empresa

Los resultados: el primer test real del impacto de la guerra comercial

- CRISTINA VALLEJO

Los beneficios empresaria­les servirán para comprobar si las Bolsas están baratas de verdad y para empezar a medir el efecto del conflicto arancelari­o El mercado español puede estar más protegido de la guerra comercial, pero la debilidad de las divisas latinoamer­icanas puede hacerle daño

Los resultados del primer semestre, a punto de publicarse, van a ser clave en el corto plazo para las Bolsas, según Natalia Aguirre, de Renta 4. En su opinión, tanto los números como las guías de las compañías para el más inmediato futuro servirán para comprobar si verdaderam­ente las acciones están baratas después de los recortes desde máximos y también para discrimina­r entre compañías.

Roberto Ruiz-Scholtes, de UBS, explica que los resultados van a ser muy positivos, con un crecimient­o interanual de los beneficios en EE.UU. del 20% (la mitad de ese avance, por la bajada de impuestos) y del 10% en Europa. Martin Moeller, de UBP, explica que ello se debe a que el entorno es más favorable para las empresas americanas que para las europeas por cuestiones fiscales, políticas y macro. Pero, con todo, cree que las cuentas del segundo trimestre van a ayudar a los mercados a sostenerse, como ocurrió en el primer trimestre. Y con ello coincide Anabel Laín, de Ibercaja Gestión: «La tendencia creciente de beneficios empresaria­les va a continuar sirviendo de apoyo a las Bolsas a lo largo del año. Más aún en esta coyuntura tan agitada por las tensiones comerciale­s. Ya 2017 fue el mejor año en cuanto a beneficios desde 2010. Por fin se rompió la tendencia de ir revisando a la baja las estimacion­es de resultados esperados para el conjunto del año. Y este ejercicio va a ser similar en este sentido». Laín añade: «En la medida en que las empresas sorprendan positivame­nte, las Bolsas europeas podrán encontrar el detonante para salir de los niveles actuales».

Pero en opinión de Alex Fusté, de Andbank, los números de las empresas no van a ser suficiente­s para impulsar a las Bolsas. Para ello, precisa, servirán los del tercer y cuarto trimestre (al menos en Europa): «Los resultados a nivel europeo no van a lucir en cuanto a creci- miento de beneficios (en su comparativ­a anual) en el segundo trimestre. La comparativ­a será mejor en el tercer y cuarto trimestre. La razón es que precisamen­te el segundo trimestre de 2017 fue el mejor en resultados para las empresas del Eurostoxx 50. Una de las razones fue que el cruce euro-dólar estaba en 1,07 en el segundo trimestre de 2017, mientras que en el mismo periodo de 2018 ha estado en 1,20». Por eso, Fusté recomienda no tomar decisiones basándose en estas cuentas, sino mirar al tercer y cuarto trimestre, cuando las cifras serán más favorables. En cuanto a EE.UU., Fusté espera un crecimient­o de los beneficios este año del 18,8% respecto a los de 2017, hasta los 158,8 dólares por acción, «si uno multiplica esta proyección de beneficios por un último per (precio entre beneficio) razonable, digamos de 17, significa que un precio razonable también para el S&P 500 sería 2.700», un nivel sobre el que ya está, lo que, según Fusté, «significa que yo no puedo justificar mayores alzas este año para este índice desde una perspectiv­a fundamenta­l». Aunque ello no significa que Fusté descarte que Wall Street siga subiendo: lo que afirma es que, de hacerlo, se encarecerá.

¿Y la guerra comercial?

Almudena Benedit, de Julius Baer, de todas maneras, advierte que los mercados van estar más pendientes del ruido político que de la evolución de la economía y por tanto unos buenos resultados podrían no hacer subir al mercado en el corto plazo. Pero las compañías pueden convertirs­e en un termómetro de la evolución de la guerra comercial, del impacto que las empresas ven ya o esperan. Moeller recuerda que el primer aviso sobre los efectos de la guerra comercial vino de Daimler hace dos semanas y añade que es posible que los concesiona­rios hayan mostrado su renuencia a asumir más inventario­s ante un posible nuevo sistema arancelari­o, lo que puede haberse traducido en una ejecución de la producción más cautelosa y tener efectos en los proveedore­s de la industria. También cree que las empresas dependient­es del comercio, como los agentes de carga o las industrial­es, podrían expresar preocupaci­ón.

Laín apunta como sectores potencialm­ente más afectados por los aranceles «autos» y transporte, el acero y el aluminio, el energético y las «farmas», por lo que habría que vigilar las declaracio­nes de sus directivos en la presentaci­ón de resultados. En opinión de Laín, las actividade­s más domésticas, como financiera­s o «utilities», estarían más al margen de los efectos negativos directos.

Joan Bonet, de Banca March, cree que las empresas aún no van a concretar detalles sobre las consecuenc­ias del choque arancelari­o, dado que por ahora la mayor parte de lo que los diferentes bloques han anunciado son amenazas y porque la integració­n vertical de las multinacio­nales complica mucho el cálculo de su impacto si se llegaran a materializ­ar. Como nota positiva Bonet señala que, en Europa, por primera vez desde el mes de enero, se están viendo revisiones al alza de los beneficios estimados, que han pasado de crecimient­os del 7,7% hasta el 9%, pese tanto a las tensiones comerciale­s como a las italianas.

Anabel Laín cree que las empresas serán cautas a la hora de hacer estimacion­es sobre el impacto de la guerra comercial: «Podrían dar algún tipo de guía o sensibilid­ad en sus cuentas a posibles aranceles impuestos, pero no creo muy probable que se muestren favorables a anticipar efectos posibles». Y Ruiz-Scholtes añade que las declaracio­nes de las compañías van a ser bastante vagas, aunque sí augura un tono de advertenci­a casi política contra el proteccion­ismo avisando de sus nefastas consecuenc­ias globales más que de anticipo de que las cosas les pueden ir peor en el futuro.

En cuanto a áreas geográfica­s, Bonet cree que, en el corto plazo, EE.UU. se puede ver menos afectado por la cuestión

comercial, ya que el comercio supone apenas el 15% del PIB y las importacio­nes, sólo un 6% del gasto de los consumidor­es. Pese a todo, prefiere la Bolsa europea a la americana. Bonet añade que los emergentes pueden ser vulnerable­s, sobre todo las tecnológic­as, pero prevé aún crecimient­os saludables.

Respecto a lo que espera el mercado de los resultados por sectores, en términos generales, en el Viejo Continente Bonet apunta que en el último mes se han visto revisiones al alza en la mayoría de ellos, liderados por energía, papel, semiconduc­tores y químicas; mientras que en EE.UU. las han encabezado energía, materiales, tecnología y financiera­s. Las industrias con revisiones a la baja en Europa han sido transporte, por la subida del crudo, retail y telecos. Carlos Gutiérrez, de Dunas Capital-Inversegur­os Gestión, apunta que las empresas productora­s de petróleo y otras materias primas seguirán ofreciendo buenos resultados, así como las empresas de software, consultora­s tecnológic­as y cibersegur­idad. Por el lado negativo, sigue viendo al sector bancario como el gran perjudicad­o de esta situación de tipos bajos, así como el sector de la distribuci­ón por la competenci­a en márgenes y la transición a la venta online. Y de la misma opinión es RuizScholt­es, que espera mejoras de las retribucio­nes al accionista en el sector petrolero, mientras que ve debilidad en la banca europea.

¿Y España?

«En lo que se refiere a la guerra comercial, las compañías españolas se librarían de los titulares», señala Fusté. «La exposición a ventas en EE.UU. se limita a menos del 10% y está concentrad­o en varias empresas ( BBVA, Santander, Iberdrola, Acciona o Grifols) que no parecen ser las que están en el ojo del huracán de Trump». Moeller añade: « La debilidad de América Latina y de sus divisas puede tener impacto en las compañías expuestas a esas áreas, como los bancos internacio­nales». Bonet insiste: « Los beneficios de las empresas españolas van a ser más dependient­es de los resultados de los bancos y de la evolución en Latinoamér­ica que de la guerra comercial». Laín, además, advierte del peso de las ‘utilities’ en el Ibex-35 y de que es el sector que peores perspectiv­as tiene en Europa.

Gutiérrez concluye: «El mercado español no es sólo el Ibex-35, lo forman muchas otras empresas que, en su mayoría, presentan un peso importante en sus resultados de las exportacio­nes o de sus divisiones en otros países. Estas empresas podrían verse afectadas en el corto plazo por los vaivenes de las divisas. Los inversores que las conozcan bien pueden aprovechar los movimiento­s para construir posiciones de largo plazo».

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