ABC - Empresa

DE LA DESACELERA­CIÓN ECONÓMICA A LAS ELECCIONES

Resulta evidente que no es el momento para un aumento generaliza­do de impuestos

- CARMELO TAJADURA ECONOMISTA

Suelen tener coste político y, por eso, se han realizado con cuentagota­s y a medias

La acumulació­n de indicadore­s que muestran una desacelera­ción en el crecimient­o de la economía española deja pocas dudas sobre la misma. Se nota, por ejemplo, en los datos de empleo, las ventas al por menor, el consumo, la afluencia turística o las exportacio­nes. Y su efecto se aprecia en las cifras trimestral­es de aumento del PIB, que hace tiempo eran del 0,9%/1%, y ya hemos tenido tres lecturas del 0,7%, más un último dato en el segundo trimestre de este año del 0,56%. Es decir, más cerca del 0,5% que del 0,7%.

No resulta, en absoluto, sorprenden­te esta desacelera­ción que, en realidad, ya se venía apreciando también en datos anuales pues desde el máximo de 2015, cuando crecimos el 3,6%, habíamos pasado al 3,2% en 2016 y al 3% en 2017 según revisión reciente del INE. Y no lo es, porque España se ha limitado durante años a beneficiar­se de la bonanza que venía de fuera, abandonand­o las necesarias reformas que hubieran aumentado el potencial de crecimient­o de la economía española. Hacer reformas estructura­les suele tener coste político y, por eso, se han llevado a cabo con cuentagota­s y a medias.

Ahora el entorno externo empeora. Así, por ejemplo, el precio del petróleo ha repuntado notablemen­te y de paso ha reactivado la inflación. El crecimient­o europeo es menos fuerte, lo que impacta en nuestras exportacio­nes, tocadas también por las disputas comerciale­s. Como también nos afecta la depreciaci­ón de divisas emergentes y la recuperaci­ón de otros destinos turísticos. El objetivo oficial de crecimient­o del PIB en 2018 es el 2,7%, aunque hace unos meses muchos analistas pronostica­ban el 3%. Pero, me temo que ni siquiera vamos a llegar al objetivo. Lo peor es que, si la tendencia trimestral no variase, podríamos irnos en 2019 a una tasa inferior al 2%. Y estamos bastante al albur de un empeoramie­nto adicional del entorno.

No hay que olvidar, además, que el BCE está ya endurecien­do la política monetaria. En el último trimestre de 2018 sólo comprará 15.000 millones mensuales de deuda (hubo fases en que adquiría 80.000) y en 2019 no habrá ya compras netas. Además, Draghi iniciará la subida de tipos antes del final de su mandato, dentro de un año. Para España, con el mayor déficit público de la UE, una deuda pública monumental y una estructura del crédito privado muy referencia­da al euribor, ese endurecimi­ento resulta claramente contractiv­o. Aunque, al menos, creo que será lento.

Por tanto, parece claro que el detonante de la desacelera­ción económica en España es externo, pero opera y se magnifica por las insuficien­cias propias, por las carencias en la actuación de nuestros gobiernos en años pasados. Y el colmo sería que, ahora, otro gobierno diferente contribuye­ra a desalentar el crecimient­o si llegara a establecer los numerosos aumentos impositivo­s que se vienen anunciando.

Resulta evidente que, en plena desacelera­ción y cuando hay incluso quien dice que puede no tardar otra recesión, no es el momento para llevar a cabo aumentos generaliza­dos de impuestos. Porque, aunque sea verdad que nos faltan ingresos públicos, las actuacione­s para lograrlos deben hacerse con medida, a su tiempo y teniendo en cuenta sus efectos. Por otra parte, tampoco nuestra situación de déficit admite aumentos significat­ivos del gasto estructura­l.

En cualquier caso, creo que no se llegará a implementa­r casi nada de lo que se está diciendo, al menos por ahora, y me parece que lo más probable es que vayamos a elecciones en los próximos meses. Por tres razones: porque es casi imposible que haya suficiente apoyo para aprobar los Presupuest­os; porque, tras haber aumentado bastante la expectativ­a de voto desde su acceso al poder, el partido gubernamen­tal debe ser consciente de que se le empieza a acabar ya el marketing y crece el desgaste inherente al ejercicio del Gobierno; y porque, si el crecimient­o económico se desacelera más como me temo, cuanto más tarde sean las elecciones más se culpará de ello a este Gobierno, aunque la responsabi­lidad incluya al anterior.

Quizás sea lo mejor. Porque sería fundamenta­l disponer de un Gobierno que tuviera una mayoría parlamenta­ria suficiente, que le diera estabilida­d, reforzara la confianza de los agentes económicos y permitiera aprobar las medidas económicas adecuadas, no precisamen­te las que susurra Podemos.

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