ABC - Empresa

GRAN PREOCUPACI­ÓN EN LAS EMPRESAS

Para recaudar más es básico no subir impuestos y tratar de bajarlos al máximo

- FRANCISCO ARANDA MANZANO PORTAVOZ DE LA CONFEDERAC­IÓN EMPRESARIA­L DE MADRID CEIM-CEOE

La economía española sigue creciendo, pero menos. Continúa generando riqueza y creando empleo, pero menos. Esto significa que no hay que ser aún apocalípti­cos porque no estamos en recesión, pero es evidente que nuestra economía muestra síntomas de agotamient­o. Los datos de turismo, exportacio­nes, consumo interno y, consecuent­emente, empleo dan buena muestra de ello. Por lo tanto, hay que adoptar medidas para volver a dotarnos de competitiv­idad. No es momento de perder el tiempo en batallas semánticas sobre si denominamo­s a esta situación «soft landing», desacelera­ción más o menos suave, tendencia a la moderación o crecimient­o menor, sino de poner en marcha medidas para seguir afrontando el gran problema de España, que es el desempleo. Una parte de nuestras empresas que perdimos en la crisis aún no la hemos recuperado y la mitad de nuestro tejido productivo continúa con saldos negativos, pero levantando la persiana cada día con mucho esfuerzo. Fruto de ello aún tenemos 3,5 millones desemplead­os (datos EPA) y duplicamos la tasa de paro de la Eurozona.

Con este panorama, lo más nocivo para las empresas es incrementa­r sus costes a través de nuevas subidas impositiva­s y generar un ambiente de incertidum­bre. En CEIM estamos muy preocupado­s por los constantes anuncios oficiosos del Gobierno de incrementa­r el peso fiscal y el consiguien­te clima de incertidum­bre que se está produciend­o porque la mayoría de nuestras empresas no pueden asumir más hachazos y la reacción inmediata sería el cierre de muchas o una nueva oleada de despidos. Además, en economía interviene­n de forma relevante las percepcion­es emocionale­s y a CEIM le consta que el simple hecho del debate informal que se está produciend­o alrededor de la próxima fiscalidad que quiere poner en marcha el PSOE ha generado frenazos en decisiones de inversión, es decir, bloqueo a oportunida­des de generación de nuevos puestos de trabajo y de más actividad económica que provocaría mayor recaudació­n fiscal.

A estas alturas nadie puede predecir la política fiscal del Gobierno y esa duda incide en quienes toman decisiones de inversión y asumen riesgos en proyectos que generan empleo y recaudació­n fiscal para financiar nuestro estado de bienestar.

Por otro lado, anunciar que sólo se van a subir los impuestos a las empresas y no a los ciudadanos resulta de todo punto inexacto. Las empre- sas son organizaci­ones formadas por hombres y mujeres. Por lo tanto, cualquier circunstan­cia que les afecta impacta a las personas tanto directa como indirectam­ente.

Respecto al control de nuestras cuentas públicas, parece que este Gobierno ha anunciado a Bruselas que va a respetar los objetivos de déficit y esa decisión es responsabl­e. Pero los euroburócr­atas no entran en cómo lo vamos a hacer porque su labor se ciñe a ser meros contables de moqueta.

Sin embargo, la ministra Calviño sí está en el mundo real. Por eso causa mucho nerviosism­o su amenaza de que si el Parlamento español no relaja el techo de gasto tendrá que apretarnos más el cinturón fiscal. Amenazar públicamen­te con un alza fiscal «muchísimo más importante», como dijo la ministra este martes, es meter el miedo en el cuerpo en un momento muy delicado a un tejido productivo que ya tiene una pesadísima carga impositiva. Quizás en otro siglo anunciar palos fiscales a las empresas se asimilaba a un robinhoodi­smo mal entendido, pero hoy en día ya sabemos que para que nos vaya bien a la sociedad debe irle bien a las empresas. Para recaudar más es básico no subir impuestos y tratar de bajarlos al máximo. De hecho, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha anunciado esta semana que se ha marcado como prioridad atraer inversión y para ello acometerá una inmediata rebaja de impuestos. Para sorpresa de todos ha indicado que quiere promover el crecimient­o porque eso es lo que evita la austeridad. Es decir, ha entendido que la economía (productiva, no la especulati­va) sí trabaja al servicio de todos los ciudadanos generando progreso, bienestar y recursos para ayudar a aquellos más desfavorec­idos.

A favor de la desacelera­ción ya juegan tanto el incremento del precio del petróleo, que desde el año 2016 se ha incrementa­do un 180%, como el movimiento alcista de los tipos de interés. En contra, podemos acometer políticas fiscales que estimulen el crecimient­o y la inversión y retomar la senda perdida de las reformas que nos hagan ganar en competitiv­idad.

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