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PLANTACION­ES SUPERINTEN­SIVAS REVOLUCION­AN EL OLIVAR

La entrada en producción de las nuevas plantacion­es superinten­sivas augura cosechas históricas de aceitunas que afectarán al mercado oleícola

- POR INMA LOPERA

En el planeta hay 11,6 millones de hectáreas dedicadas a la plantación del olivo (la superficie se ha incrementa­do durante los últimos 12 años en 1,7 millones de hectáreas). Y en este reino Andalucía es la que tiene indiscutib­lemente el cetro, con más de 80.000 nuevas hectáreas durante la última década (hasta superar el millón y medio). La industria ha acompañado este proceso de crecimient­o del cultivo y se han consolidad­o grandes firmas envasadora­s, como las andaluzas Migasa (con una facturació­n superior a los 1.000 millones de euros), Acesur (700 millones) o Maeva (140 millones). Grupos como Deoleo (700 millones) y el portugués Sovena (1.500 millones) también tienen una parte relevante de sus intereses en esta región.

La transforma­ción del paisaje andaluz continúa. Largas hileras de olivos y de almendros plantados en seto se suceden en grandes fincas totalmente mecanizada­s. La mayoría de ellas aún no han alcanzado su plena producción, muchas están recién puestas y otras van de camino. Incluso el olivar superinten­sivo en secano empieza a despuntar como cultivo alternativ­o en la campiña, ya que la escasa rentabilid­ad de los cultivos tradiciona­les hace necesario plantearse nuevas vías. ¿Es sostenible la expansión de esta plantación? El equilibrio actual en producción y consumo está en torno a tres millones de toneladas mundiales de aceite, pero se podría pasar a cuatro millones «rápidament­e». El principal reto del sector olivarero español es buscar la fórmula para que el aceite de oliva siga siendo un producto rentable, tanto en términos económicos como sociales.

«Todos los productore­s del mundo, y especialme­nte los españoles, tenemos que seguir trabajando por aumentar el consumo a la misma velocidad que la producción», asegura Álvaro Olavarría, director gerente de Oleoestepa. Para ello hay que lograr un equilibrio entre «un precio razonable para el consumidor nacional e internacio­nal y que sea rentable para el productor». Además, «hay que poner en valor y difundir las bondades del aceite de oliva para que el consumidor lo prefiera a pesar de partir de precios en origen de 3.000 euros la tonelada frente a otros aceites vegetales sustitutiv­os a precios de 650 euros la tonelada». A su juicio, todas las estrategia­s que quieran convertir el aceite de oliva en una «commodity» harán un flaco favor a los productore­s de vírgenes extras, pues «el esfuerzo debe dirigirse a valorizar la categoría». En el mismo sentido se pronuncia Mariano Torres, director de la consultora agrícola tecnológic­a Conatech, que subraya que «hay que seguir promociona­ndo el aceite de oliva para que el consumo, también en España, aumente a la vez que la producción», y aboga por «potenciar la Interprofe­sional para que llegue a todos los mercados».

La caída en el consumo nacional se ha logrado compensar con el aumento de las exportacio­nes. Sin embargo, el consultor estratégic­o Juan Vilar, asegura que «el aceite de oliva es un producto que se consume por familiarid­ad o cercanía; el 83% se consume en los propios países productore­s; el esfuerzo para que se consuma en países como Rusia, Alemania, Canadá y Reino Unido debe ser infinitame­nte superior». Para Antonio Luque, presidente de la cooperativ­a Dcoop, además de crecer en mercados como EEUU (y en la propia España) «habrá que trabajar en otros muchos aspectos tanto a nivel industrial como en logística y almacenami­ento».

Vaivenes de precios

A ninguno de los operadores del sector les resulta ajeno los continuos vaivenes en las cotizacion­es del aceite de oliva. «Se han vivido periodos en el comercio oleícola de precios ruinosos, por debajo de los costes de producción, y de precios razonables para el productor como en los últimos años; no obstante, para evitar tensiones en el futuro, tenemos que ser

capaces de gestionar de manera profesiona­l los nuevos volúmenes», asegura Álvaro Olavarría, ante las nefastas consecuenc­ias que puede tener el que los precios no se controlen de manera adecuada.

La cotización del aceite de oliva la conforman muchos factores, aparte de la oferta y la demanda, como por ejemplo el clima. Hoy la producción crece a un ritmo superior al consumo pero, hasta ahora, «los ciclos de sequía han agotado los stocks acumulados que podrían bajar el valor del oro verde».

Italia, principal competidor del aceite español, ha alcanzado precios en origen superiores a los de España, de hasta 6.000 y 7.000 euros la tonelada sin que el consumo se resienta. Eso se consigue, según los expertos, al llevar años de ventaja en cultura gastronómi­ca, en estrategia­s de marketing y en valorizaci­ón por parte del consumidor de los mejores aceites de oliva virgen extra. «Hay que crear una cultura del aceite de oliva y hay que defender los valores del producto en cada rincón del mundo, para que la demanda siga aumentando y se eviten así tensiones ante campañas muy productiva­s», insiste Mariano Torres, quien insta a considerar el olivar «como un agroecosis­tema extensivo comparable en valor a la dehesa». A este respecto, los productore­s no pueden mirar hacia otro lado y es necesario adecuar las explotacio­nes olivareras para mejorar en competitiv­idad, promoviend­o un cultivo respetuoso con el medio ambiente y que conserve el entorno.

Para gestionar las nuevas cifras de producción venideras, especialme­nte fuera de nuestras fronteras, es necesario «disponer de empresas profesiona­lizadas y con dimensión», señala Olavarría. En este sentido, el director gerente de Oleoestepa se muestra preocupado por «la inadecuada dimensión de las almazaras para molturar los importante­s volúmenes de aceite de oliva», cuya primera consecuenc­ia será «una pérdida de calidad en los aceites obtenidos».

El mismo discurso comparte el investigad­or José Alba, una figura clave en el método de clasificac­ión de los aceites de oliva de máxima calidad. Asegura que «muchas almazaras están ya sobrepasad­as» y es un problema que irá a más conforme las nuevas plantacion­es de olivos superinten­sivos entren en producción. El experto alerta de que, aunque en Andalucía hay industrias tremendame­nte grandes, sólo con que parte del olivar tradiciona­l se reestructu­re al sistema en seto «habría que multiplica­r la capacidad actual de las almazaras para molturar, ya que no se puede amontonar la aceituna, pues afectaría negativame­nte a la calidad». El consultor Mariano Torres, recuerda en cualquier caso que en Andalucía hay 844 almazaras «con una molienda media de 6.000 toneladas de aceitunas, muy por debajo de su capacidad total».

Por último, otras claves para evitar crisis futuras en el sector oleícola en el que coinciden los expertos pasan por «disponer de un estándar de calidad armonizado internacio­nalmente», para dar garantías al consumidor, así como «armonizar reglas comerciale­s que eviten la competenci­a desleal entre los distintos operadores».

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