RIÑA DE AMOR EN ALSASUA
Imaginemos a los manifestantes de Alsasua llamando pelea de enamorados a ocho acusados de violencia de género
ME pongo a imaginar lo que ocurriría en España si los ocho ultras de Alsasua juzgados por dar una paliza a dos guardias civiles y a sus parejas hubieran dado esa misma paliza a sus propias mujeres. Y que fueran juzgados de acuerdo a la ley de violencia de género, por violencia machista. Y que el Gobierno, el Parlamento de Navarra, los partidos nacionalistas y los dos de extrema izquierda, Podemos e Izquierda-Ezkerra, hubieran hecho una manifestación el pasado sábado para pedir la liberación de los acusados con la pancarta «Los queremos en casa». Y que tanto esos partidos como algunas personas relevantes de la sociedad navarra argumentaran que se trató de «una pelea de enamorados» y no de violencia de género.
Pues eso es exactamente lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo con el ataque a los guardias civiles y a sus parejas. Que todos los anteriores lo llaman «pelea de bar» y exigen su liberación sin que les importe lo más mínimo que los hechos estén claramente probados. Y sin que tampoco les parezca relevante que formen parte de un movimiento político proetarra para la expulsión de los guardias civiles de «Euskal Herria». O como si tampoco fuera relevante en un juicio de violencia de género que los acusados fueran, además, activistas de un movimiento social en favor de la sumisión de las mujeres a sus maridos y de la legitimidad del uso de la violencia contra ellas en caso de desobediencia. Éstos, los partidos nacionalistas y Podemos lo seguirían llamando pelea de enamorados.
Cierto es que algo hemos avanzado. Hace todavía pocos años estos mismos partidos legitimaban a ETA sin tanto disimulo. Ahora, se toman la molestia de hacer el ridículo argumental con la excusa de la «pelea de bar». Pero el fondo ideológico es el mismo, la justificación de cualquier acción del entorno proetarra, incluida la violencia contra cuatro personas con el objetivo político de la expulsión de la Guardia Civil. Y con escasa reacción en el resto de España y en el resto de partidos, sobre todo en los que negocian y pactan con Podemos en los parlamentos, en los gobiernos o en los movimientos cívicos. Como si este apoyo explícito a una violencia terrorista fuera un asunto menor, irrelevante.
Si Podemos hubiera estado el pasado sábado en una manifestación para exigir la liberación de ocho acusados por violencia de género con el argumento de que la paliza a sus mujeres fue una riña de enamorados, no habría otro titular en los medios españoles. Hasta las organizaciones feministas hablarían, a pesar del peso de los podemitas en ellas. ¿Que la violencia de género es una pelea de enamorados? ¿Que los jueces deben liberar a los violentos y mandarlos de vuelta a Alsasua? No me cuesta imaginar la conmoción nacional. La misma que no existe en este caso. Ni siquiera una palabra de las organizaciones feministas en defensa de las mujeres de los guardias civiles.
Si los podemitas y los nacionalistas hubieran estado en esa manifestación imaginaria, la conclusión mayoritaria sería que apoyan el machismo y la violencia de género, que lo justifican. Exactamente lo mismo que casi nadie se atreve a decir de la manifestación real, la que sí se produjo, su apoyo a la violencia terrorista. Dejémonos de divagaciones estúpidas sobre la palabra terrorismo, definida en los manuales de todo el planeta de la misma en inconfundible manera: uso de la violencia y el terror para conseguir objetivos políticos. Es decir, lo que se hizo en Alsasua y lo que hacen los CDR en Cataluña.