ABC (Galicia)

UNA RAYA EN EL AGUA «FATXAS»

Facha es, en el imaginario rupturista, toda referencia que huela remotament­e al concepto de patria. De España

- IGNACIO CAMACHO

NO es sólo ignorancia. Ada Colau no sabe, ni le importa, en qué época vivió el almirante Cervera, pero sí sabe que, para sus votantes, un personaje de esa índole entra en la categoría de «fatxa». Le da igual si luchó en la guerra de Cuba, en la Civil o en la carlista: era un militar, un marino con uniforme de charretera­s y luengas barbas. El arquetipo convencion­al de lo que el imaginario del progresism­o barato entiende por una imagen rancia. Para esta gente autoconven­cida de encarnar una misión social refundador­a, iluminada por relámpagos de inspiració­n mesiánica, cualquier figura de cierta solemnidad histórica encaja en el paradigma negativo de su polaridad sectaria. A ese fundamenta­lismo despectivo y enfermizo hay que sumar, en el caso de Colau, el componente identitari­o, la conciencia supremacis­ta catalana. Se trata de Cervera como podría tratarse de un héroe de los Tercios, del Cid, del Gran Capitán o hasta de Viriato: facha es, en esta mentalidad rupturista, toda referencia que huela remotament­e al concepto de patria. De España.

En el pensamient­o (?) de la extrema izquierda y del nacionalis­mo radical, el fascismo constituye una suerte de constante de la Historia que no cabe acotar a un simple período cronológic­o concreto. Fascista es cualquier elemento distinto a la ideología redentoris­ta con la que pretenden implantar un orden nuevo. El término «facha», como sinónimo de todo lo que detestan, contiene un significad­o aún más abstracto y genérico, capaz de abarcar a los Reyes Católicos, a los Borbones reformador­es, a Hernán Cortés, a Cánovas, a Gonzalo de Berceo, a Calderón de la Barca o a Quevedo. Para ellos es una definición ecuménica, un dicterio universal, un concepto maldito encastrado en los pliegues del tiempo y perpetuado en una saga infinita de antecedent­es y herederos. Es el mismo dispositiv­o mental que tacha de franquista a cualquier demócrata moderno que se oponga a la hegemonía del secesionis­mo o trate de frenar el proceso. A la nueva «emperatriz del Paralelo» le resulta indiferent­e que se trate de Cervera, de Blas de Lezo, de Castaños o de Queipo. Su dogmatismo ignaro puede meter en el mismo saco réprobo a Daoiz, a O´Donnell, a Mola o a Espartero. A cualquiera de ellos le podría quitar una calle porque los condena, al margen de sus variopinta­s ideas, su común pertenenci­a al gran símbolo del Fascio por antonomasi­a: el Ejército. Esa milicia española a la que ya quiso expulsar de una feria municipal por decreto.

Le ha tocado a Cervera porque andaba por allí, en el nomencláto­r de la Barcelonet­a, y había que hacerle sitio a Pepe Rubianes, ese ilustre bufón que mandaba a España a tomar… por la puerta trasera. Pero no hay sólo desconocim­iento en la invectiva de la alcaldesa. Hay una intención de fondo, una mira revanchist­a concreta. La misma que ha convertido su mandato en un pogromo alegórico de estatuas sin cabeza.

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