ABC (Galicia)

GEOGRAFÍAS

Ya decía Heráclito que todo fluye de suerte que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

ESCRIBE Walter Benjamin en su Libro de Pasajes que la acera es una plataforma privilegia­da de observació­n. Y cita una frase de Valéry Larbaud que habla del «clima moral» de las calles de París. Benjamin empleó 13 años en escribir esta obra que dejó inconclusa y que pretendía ser una especie de conciencia crítica de la modernidad.

Como le sucedía a Benjamin, siempre me han fascinado las calles de las ciudades y, especialme­nte las de Madrid. Dan la sensación de un perpetuo movimiento en el que, por mucho que la mirada se afane, es imposible retener una imagen fija.

En Smoke, la novela de Paul Auster, su protagonis­ta Augie enseña un álbum con 4.000 fotografía­s a su amigo. Todas han sido tomadas a las ocho de la mañana en días sucesivos con el mismo encuadre en el mismo cruce de calles de Brooklyn. «Son todas iguales», exclama al verlas. Pero no lo son. En realidad, todas son distintas.

Fotografia­r una calle, describir un paisaje, explicar un espacio siempre es un vano intento de atrapar el movimiento, un movimiento que se escurre como las partículas de un reloj de arena. Incluso nada es igual a sí mismo cuando la luz ilumina las cosas.

Hace pocos días han cerrado la óptica de mi barrio. Solía pasar por allí casi todos los días y su dueña era una figura familiar para mí. Me llamaban la atención las gafas expuestas en el escaparate que parecían ojos vacíos que vigilaban a los transeúnte­s.

El local está ahora vacío pero muy posiblemen­te alguien acabará por abrir allí un bar, como ha sucedido a lo largo de esa ancha acera de la calle Costa Rica. Todos los comercios que había hace 20 años han desapareci­do en una silenciosa mutación.

Ya decía Heráclito que todo fluye de suerte que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. La paradoja es que el relativism­o del filósofo griego constituye una verdad absoluta que revela la fragmentac­ión del espacio y del tiempo.

No es cuestión de ponerse trascenden­tes, pero es imposible evitar una sensación de nostalgia al pensar en este aspecto cambiante y huidizo de nuestro entorno. Y ese sentimient­o se agudiza con el paso de los años cuando el contraste entre lo que es y lo que fue va creciendo.

Walter Benjamin, muerto en 1940 cuando huía de los nazis en la frontera de Port Bou, intentó atrapar la esencia de París en la intersecci­ón del espacio y el tiempo que concebía como dos líneas que se cruzan dando lugar a la singularid­ad. Pero sus propios aforismos son el perfecto testimonio de la volatilida­d de los personajes, los objetos y los lugares que aparecen en su libro y de la imposibili­dad de bañarse dos veces en el mismo río.

Mirar desde una acera es un acto de sometimien­to a esa realidad cambiante que no podemos fijar por la propia naturaleza del movimiento. Todo fluye ante nuestros ojos perplejos, incapaces de detener esa película cuyos fotogramas son todos distintos.

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