El caso Vallejo
Paco Vallejo es un menorquín de 35 años considerado el mejor jugador de ajedrez español en la actualidad. Posee el título de Gran Maestro (el de más alto rango en el mundo) concedido por la Federación Internacional de Ajedrez, y está dentro de los cuarenta mejores del mundo, habiendo llegado al honrosísimo puesto número veinte. Curiosamente, este señor es un desconocido para la mayor parte de los españoles. Es especialmente curioso porque España es el país más ajedrecista del mundo, pues ostenta la mayor cantidad de federados. Sí. Más que Rusia, China o la India en términos absolutos. Además también es este el país donde se inventó el ajedrez moderno, suceso que ocurrió durante los albores de nuestra nación, y que se suele fechar en 1475 en Valencia.
El caso es que Paco Vallejo es un jugador que, por su condición de deportista de élite, viajaba por todo el mundo colocando una rojigualda en las mejores mesas de los más importantes torneos. No hace falta decir que el Estado nunca le ofreció mucho a cambio, como suele suceder con todos nuestros compatriotas con renombre en deportes «minoritarios». Aunque Vallejo seguramente pensaba que el Estado se limitaría con él a eso: no hacerle mucho caso y sacarle un poco de lo suyo por aquí y por allá de forma constante pero estable, como a la mayoría. No habría de ser ese el «afortunado» caso; pues a Paco se le ocurrió en 2011 hacer uso de uno de esos pasatiempos en los que nuestros legisladores nos protegen del mal, las apuestas, concretamente el muy publicitado póquer por internet. Nuestro alegre ajedrecista jugó durante una corta temporada, sin ser para él nunca un vicio, según sus propias palabras, y, al hacer recuento de las pérdidas y ganancias vio que había perdido unos 5.000 euros, por lo que abandonó esa afición. Para su desgracia, en 2016 le llegaría una carta del Fisco exigiéndole más de medio millón. Y es que, por lo visto, la ley de ese momento no tenía en cuenta las pérdidas pero le requería una barbaridad por cada céntimo de ganancia. Este caso es, a todas luces, una injusticia terrible que, de hecho, ha sumido al deportista en una depresión apartándolo así de su brillante carrera quizá para siempre. ¿Cuántos anónimos estarán en la misma situación que Paco Vallejo?
ÁLVARO FIGUEIRAS BASANTA
MADRID