VIDAS EJEMPLARES PROGRESOFOBIA
Un populismo apocalíptico se empeña en que todo va a peor. Es falso
HACE tres años se desató en Sierra Leona un virulento brote de ébola. La noticia concitó la atención informativa de un preocupado Occidente, medroso de que la plaga se expandiese. Al final la epidemia fue controlada. Ese éxito ya no se contó. La semana pasada la economía española recuperó el notable de las grandes calificadoras, una nueva excelente, que permitirá una financiación menos gravosa. Ni caso. Solo este periódico lo destacó al máximo. Las hambrunas que acababan con poblaciones enteras en África han caído en picado en tres lustros. No se cuenta. Llevamos 18 años de siglo XXI; a estas alturas del siglo pasado, la trituradora de la Primera Guerra Mundial ya había matado a unos quince millones de personas. Luego vendría el infierno en la tierra, la Segunda, y las dos mayores salvajadas de la historia: los exterminios de Hitler y Stalin (y todavía faltaba el silenciado genocidio de Mao). Lo que está ocurriendo en Siria es trágico, pero está muy lejos de la magnitud de lo soportado por la humanidad en el horroroso siglo XX.
El optimismo nunca ha vendido. El perspicaz John Stuart Mill comentaba que un pesimista que denigra lo que va bien siempre goza de más crédito social que quien aporta optimismo ante una situación difícil. Cierto. En el siglo de las Luces, Voltaire obtuvo un enorme éxito con «Cándido», sátira que ridiculiza a los optimistas. Hoy la mirada apocalíptica es el nutriente de los exitosos populismos extremistas de izquierda y derecha. Su método es sencillo: se exagera el «todo va mal» para ofrecer una solución utópica –el comunismo– o caudillar –el hombre fuerte–, capaces de dar solución a todo. La progresofobia goza de excelente cartel. Proclamar que todo es una mierda vende y prestigia, especialmente en España. Acabo de leer una entrevista con un notable literato gallego. Le va muy bien, acorde a su talento. Sus libros son un éxito en España y fuera. En G alicia es una institución. Cultiva un nacionalismo filo independentista, pero al tiempo, y con es casa congruencia, es figura de un gran periódico de Madrid. Pero ahora ha publicado un panfleto, un librito avinagrado y depresivo, donde denuncia el momento hórrido que a su juicio vive España, empezando por un supuesto acogotamiento de los derechos civiles. Huelga decir que si se le pidiese un solo ejemplo de su vida personal que acredite tan terrible represión rajoyista, el hombre no lo encontraría, pues goza exactamente de los mismos derechos que tenía con Zapatero. Da igual. El cliché cala.
Recuerdo nítidamente la España de mi infancia, donde volar era lujo de ricos; donde operarte gratis y en 20 minutos de cataratas en la Seguridad Social semejaría ciencia ficción, al igual que las ayudas a la dependencia, o la calidad que ofrecen las viviendas y automóviles de hoy. Los españoles viven más, son más altos y hay quien asegura que hasta más guapos. Hemos logrado salir de la sima de una crisis dura; las calles del país son seguras y animadas... Pero lo que toca es clamar que el mundo se hunde porque Cifuentes ha trucado un titulín.