El programa de observación de la Tierra más ambicioso de la historia, prepara a Europa para adaptarse a los cambios climáticos que vienen
sto es como una nave espacial. No hay nadie, solo aparatos». A casi 3.000 metros de altura, el científico Till Rehm resume el funcionamiento del observatorio meteorológico de Zugspitze, instalado en un antiguo hotel en la montaña más alta de Alemania. La estancia que ocupaba la cafetería hoy está copada por sistemas electrónicos. En la terraza donde sus inquilinos disfrutaban del paisaje y, posiblemente, del tabaco, hoy está prohibido fumar por si altera las mediciones de los equipos instalados en primera línea de vistas. «La contaminación que medimos aquí es representativa para toda Europa», dice Rehm.
La estación, dirigida por el Servicio Meteorológico Alemán, forma parte de la red de Copérnico, el programa europeo de observación de la Tierra que abarca desde la atmósfera hasta los mares. Se nutre de los datos de estaciones como la alemana, pero también de otras mediciones in situ y de seis satélites «centinela». Con todos estos datos, solo el año pasado Copérnico distribuyó 42 petabytes de información. Es decir, que si cada estrella de la Vïa Láctea representara un byte de información, se requerirían 210.000 galaxias para equiparar el volumen de datos.
«En ambición y coherencia Copérnico es único en el mundo», dice Hugo Zunker, responsable de Políticas del programa en la Comisión Europea. Toda su información se ofrece de manera gratuita porque ya no se trata solo de observar el clima, sino de que se apliquen medidas políticas y de que las empresas sean capaces de adaptarse al cambio que viene.
Con un presupuesto de 4.300 millones de euros para 2014-2020, hoy Copérnico