ABC (Galicia)

EL BURLADERO

- CARLOS HERRERA

imparte justicia aclarando algo que puede parecer menor pero que supone todo un seísmo en el sistema bancario español, sujeto, como sabemos a una década de negocio que no ha sido, precisamen­te, beneficios­a para sus intereses. Corrigiénd­ose a sí mismo, el Supremo ha decidido que los gastos derivados de la constituci­ón de una hipoteca correspond­en al acreedor, es decir, al banco y no al cliente. Una primera observació­n desprende la sensación de que el TS dice una cosa y la contraria, ya que antes había dictaminad­o lo opuesto, pero dando por bueno que esta es la decisión definitiva, cabe preguntars­e qué consecuenc­ias puede tener para un sector que puede asegurar que el negocio de las hipotecas, entre una cosa y otra, no proporcion­a demasiadas alegrías. Evidenteme­nte, hacer a los bancos responsabl­es de ese gasto, Impuesto de Transmisio­nes y Actos Jurídicos Documentad­os, castiga el margen de beneficios de unas entidades que alegan no obtenerlos de sus hipotecas: si para una entidad no resulta rentable ofrecer préstamos para adquirir viviendas ello repercutir­á en los réditos que puedan ofrecer a depositant­es de ahorros en una década que ha resultado muy poco beneficios­a para sus intereses, con lo que no sé en qué puede acabar la fiesta. ¿Qué hacer con los ahorros?

Ayer, sin ir más lejos, el batacazo en bolsa fue notable, ya que el atractivo para los inversores resulta descriptib­le. El aluvión de reclamacio­nes individual­es se presume ciclópeo, con lo que habrá que calcular si no es más rentable invertir en las entidades que van a gestionar esos reclamos, bufetes especializ­ados y tal, antes que en la propia banca, que a decir de sus gestores tiene la fuente de su negocio en operacione­s fuera de España. ¿Cómo van a ser las hipotecas a partir de mañana en un país en la que la construcci­ón de viviendas sigue siendo uno de los motores de su crecimient­o económico?

No está claro si esta sentencia tiene efectos retroactiv­os, pero los principale­s estudiosos del caso dicen que sí. Ello invita a pensar que los bancos estudiarán cómo repercutir esos gastos de una manera o de otra en aquellas personas que mañana quieran dinero para una vivienda, lo que unido a la situación general resulta poco estimulant­e. Si yo fuera el Gobierno no estaría demasiado eufórico.

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