LA INESPERADA VIRTUD DE LA BUROCRACIA
Siendo cierto que la pandemia va a alterar la agenda de las transformaciones, no lo es menos que algunas de ellas se van a ver precipitadas, como las relacionadas con el llamado fin de la distancia. Así el teletrabajo. Pero serán solo las empresas las que
EN la década de los ochenta del siglo pasado se generalizó la automatización de los procesos de trabajo burocráticos. El papeleo. Velocidad y facilidad, sumadas a nuevos usos de la información, liberaron a las organizaciones de rutinas que exigían moverse entre incontables fichas y dosieres físicos. Por supuesto, se redujo al mínimo el trabajo de contabilidad financiera y analítica.
Pero fueron solo las empresas las que, gracias al acicate de la competencia, lo comprendieron. Así que incorporaron los cambios y atravesaron la revolución. La Administración permaneció impertérrita en España, como si todo siguiera igual. No, peor: como si hicieran falta más horas ¡de burocracia!
En el ruedo, donde se compite, las consecuencias fueron inmensas. Al tambalearse la estabilidad de los negocios, se tambaleó también la fiabilidad del empleo, la razonable confianza del empleado en que su trabajo, en condiciones normales, durará. Pero el concepto de normalidad estaba a punto de estallar. Era el ocaso de una estabilidad que se había dado por descontada en Occidente y en el resto de economías avanzadas desde que se despejaron las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Ordalía superada, por cierto, con una rapidez extraordinaria si consideramos las dimensiones de la destrucción humana y material. A tan afortunada consecución no fue ajeno, como se sabe, el trato de los vencedores a los vencidos. Un enfoque colaborativo contrario al impuesto a los aliados en Versalles tras la Gran Guerra. También la estabilidad social era necesaria. La consiguió la economía social de mercado, singularmente en Alemania, a pesar de (o gracias a) lo descorazonador que resultaba volver la vista a la preguerra, en dos momentos: el de los enfrentamientos entre ideologías totalitarias, con golpes y revoluciones, como la República de Weimar; el del establecimiento efectivo