Pandemia
«Cuando termine esto habrá que asumir ciertas responsabilidades sobre lo ocurrido. ¿Por qué se ignoraron los avisos de los científicos?» Donald Trump «Sus gestos son los de un payaso. Esto demuestra que el populismo puede corroer incluso las democracias m
Madrid está bloqueado por la nevada en el momento de hacer esta entrevista. No es fácil llegar a su casa, enmarcada en un paisaje que evoca una estampa siberiana. Mario Vargas Llosa nos recibe en un amplio despacho en el que las estanterías con libros ocultan las paredes. Mira por la ventana hacia el jardín y le muestra al periodista un pájaro en el exterior. Se sienta en un sofá y empieza a responder a las preguntas de forma directa y sin ningún circunloquio.
—La pandemia nos cogió a todos por sorpresa. ¿Cuáles van a ser sus consecuencias?
—La pandemia ha sorprendido a todo el mundo porque teníamos la impresión de que la ciencia y la técnica habían dominado la Naturaleza. Nos hemos llevado una gran sorpresa al descubrir que esto no era verdad. Hemos visto cómo lo inesperado podía llevarnos al abismo. Ahora nos estamos preguntando cómo, cuándo va a acabar esto y cuáles van a ser las consecuencias. El mundo va a salir muy distinto de cómo era cuando comenzó esta historia. Y además viene una crisis económica que va a afectar muchísimo. Hemos sufrido una sacudida muy brusca en lo que parecía un progreso hacia la prosperidad y la libertad. Todo esto nos ha dejado desconcertados. Y tal vez no sea malo encarar la realidad de una manera menos optimista.
—¿No le parece que el virus ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad?
—No era cierto que la ciencia y la técnica dominasen la Naturaleza. Cuando termine esto, habrá que asumir ciertas responsabilidades sobre lo ocurrido y sobre cómo surgió el virus. ¿Fue China el lugar donde nació? ¿Por qué se ignoraron los avisos de los científicos que denunciaron la gravedad del asunto? Son preguntas que hay que responder. En un primer momento, hubo desconcierto y tal vez se perdieron meses. —¿Ha sacado a la luz esta pandemia la fragilidad de las democracias parlamentarias? ¿Están en peligro por la emergencia del populismo y el avance de los nacionalismos?
—Sí, están en peligro. Sin ninguna duda, el populismo es la enfermedad de la democracia. Por desgracia, no hay vacuna contra los populismos. Y lo ha demostrado Trump en Estados Unidos. ¿Quién iba a imaginar que este país iba a caer en manos de un populista que iba a degradar las instituciones hasta una «sudamericanización»? Era imposible imaginar el asalto de las masas al Capitolio rompiendo vidrios y golpeando policías. Estados Unidos era la encarnación de la democracia y, sin embargo, ha sucedido: hemos visto a las masas exacerbadas por el propio presidente.
Nada será la mismo en el país desde esta fecha. Afortunadamente nadie le ha seguido en esta locura salvo sus partidarios más fanáticos. La imagen de Estados Unidos ha quedado muy dañada.
—Creo que sus gestos están desprovistos de todo contenido, son los de un payaso. Las elecciones las ha ganado Biden. Pero no deja de ser desconcertante que haya tenido tantos votos. Yo espero que el «impeachment» prospere y que no pueda presentarse en las próximas elecciones. Yo he vivido muchos años en Estados Unidos, que es un país profundamente democrático. Pero Trump ha agitado el cotarro de una manera muy desconcertante. Esto demuestra que el populismo puede corroer incluso las democracias más firmes y asentadas.
—¿Van a salir fortalecidas las democracias tras la pandemia?
—La libertad es muy importante. La democracia ha ganado la sórdida batalla contra los regímenes totalitarios. Está claro que el comunismo no ha sabido ofrecer lo que prometía a tanta gente en el mundo que se embarcó en la causa. La conversión de China al capitalismo es la mejor demostración de eso. Al igual que la desaparición de la URSS. El comunismo está muerto y enterrado. Sobrevive en Cuba, Venezuela y Corea del Norte, países fracasados. Lo que ha quedado por desgracia no es sólo la democracia, también ha quedado la corrupción que azota Latinoamérica y África. Y ha emergido el populismo, que es una degeneración de la democracia. —¿Está contaminada la política por el espectáculo? —Desgraciadamente, la política está cada vez más en manos del espectáculo. Las ideas ya no tienen tanta importancia como tenían en el pasado. Y eso lo encarna Trump mejor que nadie. Ha personificado las contradicciones más increíbles. No le importaba decir una cosa y la contraria. Si eso ha ocurrido en la capital del mundo libre, ¿qué se puede esperar de las democracias más débiles? Todo esto es muy deprimente. Ya se sabía que las democracias son frágiles. Pero lo sorprendente es que ahora, cuando el comunismo se ha desmoronado, estamos viendo ese espectáculo de los estragos del populismo, sumados a los efectos de la pandemia. —¿Cuál debería ser la estrategia para combatir el populismo?
—Hay que reforzar la democracia, que nos ha traído mejoras en las condiciones de vida y ha acabado con las injusticias sociales que sufría la población en el pasado. No hay que permitir que todo esto se desmorone por el contagio del populismo. En Latinoamérica han desaparecido las dictaduras caudillistas, pero las ha remplazado una terrible corrupción.
—¿No le parece impresentable el cainismo que ha aflorado en la vida política en nuestro país?
—Nadie puede estar contento, salvo los muy partidarios, de lo que está ocurriendo en España. La Transición fue algo maravilloso y abrió los ojos del mundo hacia España. La admiración fue enor