▶Un investigador gallego descubre la apasionada relación de la mexicana con el empresario Alejandro Finisterre en los últimos años de su vida
De su puño y letra, dolorida, postrada en la cama de su casa de Coyoacán tras serle amputada una pierna, Frida Kahlo se desnuda en las cartas a su último amante. «Alejandro Fin de Tierra, mi niño amado, me preguntas si te quiero y yo te digo que eres de mis amores uno de los que más he querido», se sincera, «claro que mi gran amor es mi niño sapo, mi niño gordo Diego [Rivera], pero tú Alex eres uno de mis grandes amores». A vuelta de correo, el aludido corresponde con pasión. «¿Me preguntas que si aún te sigo queriendo? ¿Qué si te extraño? ¿Qué si te amaré ahora sin mitad de pierna? Faltaría a mi estirpe española, a mi mística de poeta, a mis ideas comunistas y a ser hombre si así lo hiciera. (…) Eres todo mi existir».
La relación epistolar desvela un último capítulo desconocido hasta la fecha en la agitada biografía de Frida Kahlo: la relación amorosa con el exiliado español Alejandro Finisterre en los últimos meses de vida de la pintora, que falleció prematuramente en julio de 1954 con apenas 47 años. La historia la está reconstruyendo desde Galicia el investigador Rafael Lema Mouzo, con quien contactó un coleccionista mexicano con antecedentes gallegos tras encontrar un material inédito «en una casa que fue de Finisterre». Este tesoro inesperado lo componen un cuaderno manuscrito, una docena larga de cartas entre Kahlo y Finisterre, un libro de recetas de médico que la artista usa a modo de diario, pequeños cuadros «y un recetario de cocina mexicana», enumera Lema Mouzo en conversación con ABC.
«En este pequeño cuadernito te voy a enumerar algunos de mis amores, pasiones y desvaríos –confiesa Kahlo en una de las misivas–, son como dicen las mojigatas, virtudes públicas, vicios privados. Alex, espero que en tus manos y en tu memoria sean estas confesiones un secreto tan enterrado y encadenado como una tumba». El amante cumplió con su compromiso. No ha sido hasta 13 años después de la muerte de Finisterre cuando los desvelos amorosos de Frida ven la luz.
En agosto de 1948, Alejandro conoce al matrimonio Rivera en la taberna La bomba atómica. «¿Cómo me voy a olvidar? –le escribe a Kahlo en otra carta–, aún hoy me da risa cuando me viene a la mente». Finisterre se cruza en la vida de Kahlo cuando ésta todavía mantiene una relación con el pintor español