El fugitivo agradece el apoyo y la oposición lo censura con dureza
▶ El PP y Ciudadanos critican el silencio en el Gobierno y la ausencia de reproches
no García-Page: «Es una comparación inadecuada por no decir injusta», afirmó en Cope el presidente de CastillaLa Mancha. «No es comparable para nada un estado de guerra civil a un Estado democrático», zanjó.
En esa línea, el exdiputado de los comunes Joan Coscubiela denunció la perversa aproximación de Iglesias a los separatistas catalanes. «No hay nada peor para una fuerza política que romper el vínculo emocional con su gente. Está pasando con las declaraciones de Pablo Iglesias sobre Carles Puigdemont. No es una anécdota ni la primera vez. Llueve sobre mojado».
Estupor de las víctimas
Entre las asociaciones memorialistas cunde el estupor. «Cualquier comparación entre el Estado del que se fue Puigdemont y la España de la que huyeron los republicanos es desafortunada. La violencia del franquismo no se debe relativizar porque asesinó física y civilmente a millones de personas», denuncia Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
La Asociación Descendientes del Exilio Español manifestó su «profudo desacuerdo» con Iglesias. Son incomparables los contextos políticos, los «sufrimientos»: unos huyeron para salvar la vida, otro salió bajo «foco mediático» y «disfrutando de un buen pasar». «Si no hubiese democracia en España, Puigdemont sería un exiliado, no un autoexiliado como es el caso», concluye el colectivo de hijos de exiliados que preside Pilar Nova.
Manuela Bergerot, otra voz referencial del tejido asociativo y coportavoz de Más Madrid, ve «desafortunada» la mención de Iglesias: «El exilio republicano no puede desligarse del contexto de golpe de estado, guerra y vulneración de derechos fundamentales en una dictadura. Lo contrario sería banalizar crímenes de lesa humanidad».
Una vez más, Pablo Iglesias ejerció en un plató de televisión como el mejor abogado del prófugo Carles Puigdemont. En una entrevista en La Sexta el domingo por la noche compró una a una las tesis del separatismo: represión y exilio. No sorprendió a nadie que ayer el expresidente autonómico catalán, acusado de malversación y sedición, mostrase su agradecimiento al líder de Podemos, que no deja de ser vicepresidente del Gobierno de España. Al silencio del resto del Ejecutivo solo respondió la oposición, indignada por la comparación.
Le preguntaron a Iglesias si la situación de Puigdemont era equiparable a la de los exiliados durante el franquismo y respondió sin pestañeos: «Pues lo digo claramente, creo que sí». Una frase, una sentencia absolutoria, que borraba de un plumazo los delitos cometidos por el fugado «expresident» en el malogrado «procés» y que de paso daba alas a los planteamientos secesionistas de que en España quedan aún vestigios de la dictadura franquista.
«La criminalización y la deshumanización de los disidentes políticos es una actitud incompatible con la democracia. Pablo Iglesias se ha desmarcado de esta narrativa. Esto no lo hace cómplice de ninguna estrategia independentista, ni de mí en particular», escribió en Twitter Puigdemont, encantado de regresar al foco mediático desde su mansión en Waterloo, Bélgica. Allí vive y ejerce como eurodiputado a la espera de conocer si el Parlamento Europeo levanta su inmunidad, como ha solicitado el Tribunal Supremo.
Pedir el regreso de los «exiliados» independentistas, seguía Puigdemont, aferrado al término, no implica estar de acuerdo con sus postulados: «Hay que estar de acuerdo en querer una sociedad que resuelva sus conflictos políticos por la vía de la política». El «expresident» bendijo al vicepresidente, de quien dijo que merece «respeto y agradecimiento». «Quedarse en una zona de confort para regalar los oídos de quienes han fracasado en su estrategia de resolver el conflicto, a través de la violencia policial y el uso fraudulento del Código Penal, no es progresista. Es muy conservador», zanjó, pontificador, el huido de la Justicia.
Indignación en la oposición
La alegría de Puigdemont contrastó sobremanera con la respuesta de la oposición, acostumbrada a los desmanes del vicepresidente –y a los silencios del presidente del Gobierno–, pero que comprobó cómo Iglesias «insultaba», incluso, a los represaliados del franquismo. La primera en responder, la misma noche de la entrevista, fue Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos (Cs). Ayer se unieron el PP e incluso Vox, un partido que ha afirmado en numerosas ocasiones que este Ejecutivo es peor que los de la dictadura de Francisco Franco.
Los populares cedieron el protagonismo a su candidato en las próximas elecciones, Alejandro Fernández. El líder del PP catalán reprochó a Iglesias no solo esa comparación, sino que defina a Puigdemont como «exiliado» y a Don Juan Carlos, sobre quien no hay abierta causa judicial alguna, como «fugado».
«Diversas voces del PSOE se hacen hoy las escandalizadas, pero no moverán ni un dedo para corregirlo y mucho menos echar del Gobierno a este auténtico caballo de Troya que pretende destruir nuestra democracia y ya ni disimula», advirtió. Por su parte, el portavoz del Comité de Acción Política de Vox, Jorge Buxadé, reprochó a Iglesias haber perdido el «juicio moral». Lo que unió a la carencia de «juicio político» de la que, según él, siempre ha hecho gala el vicepresidente. «El señor Puigdemont es un fugado», recordó, tras reconvenir al líder de Podemos por sus «comparaciones horrendas».
Tras la reunión del Comité Permanente de Cs, Arrimadas volvió a censurar las palabras de Iglesias, ante las que instó a Pedro Sánchez y a Carmen Calvo a «reaccionar y defender el honor de los exiliados de verdad», de quienes «huyeron por defender la libertad». Irónica, la líder de Cs se preguntó si la Ley de Memoria Democrática servirá para situar «en el mismo lugar» a Puigdemont y a los represaliados durante el franquismo.
Caballo de Troya Fernández (PP) avisa: Iglesias es «un caballo de Troya» para «destruir la democracia»
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