Raquel Sierra (1933-2021)
Hada madrina de los estudiantes Hizo hasta de enfermera de quienes no tenían familiares en Madrid
CUANDO los antiguos alumnos de la Escuela Oficial de Periodismo, convertidos tras largos años de profesión en venerables ancianos, supimos del fallecimiento de Raquel Sierra Rodríguez en la madrugada del día de Reyes, pensamos que los Magos habían cumplido el encargo divino de llevarla al Cielo, tras una vida en tantos sentidos ejemplar. Nacida el 16 de octubre de 1933 en el centro de Madrid, calle Tetuán, Raquel fue un hada madrina para los estudiantes de Periodismo, desde enero de 1953 en que se incorpora, primero en Zurbano, 55, como lo sería después en Capitán Haya, 10, donde por último, hasta junio de 1978, cooperó eficientemente en la transición de la Escuela a la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense. Al final pasó al Ministerio de Cultura, donde se jubiló en 1998.
Durante más de un cuarto de siglo su cometido sobrepasó en mucho las tareas de secretaria administrativa. Constantemente nos allanó cualquier dificultad durante nuestro paso de tres años por la Escuela, facilitó becas que nosotros ignorábamos, consiguió el primer trabajo para muchos, se mantuvo en contacto cuando ya fuimos profesionales y si enfermaban algunos sin familiares en Madrid, hacía de enfermera... y todo con naturalidad, con sencillez, sin pedir nunca nada a cambio. A fuerza de ser buena, nos hizo mejores. Y se convirtió en nuestro personaje inolvidable.
Su esplendidez llegó a facilitarnos algún día de excursión a Robledo de Chavela, donde sus padres tenían un hotelito y ella se desplazaba en una moto con sidecar, que junto a la cineasta Pilar Miró, ABC publicó como mujeres que en España utilizaban este utilitario en la década de 1950.
Sus últimos años los pasó en una residencia de ancianos en Pozuelo, donde fue perdiendo la memoria, víctima del alzhéimer. Una representación de supervivientes de la Promoción 1959 de la Escuela Oficial de Periodismo, el 4 de marzo de 2014, la visitamos con un pergamino que reflejaba el acuerdo unánime de dar su nombre a nuestra promoción. Recibió emocionada besos y abrazos de todos. Le dijimos: «Raquel, te queremos», y nos respondió: «Yo también os quiero», mientras asomaban lágrimas furtivas en sus enormes ojos.
Sabemos que nos seguirá ayudando desde el Cielo. Y se mantendrá siempre viva en el recuerdo de cuantos quedamos de la Promoción 1959, a la que se han adherido como eméritos el profesor de la Escuela y catedrático de la Universidad Enrique de Aguinaga, y el sacerdote periodista Antonio Aradillas.